Política para perplejos cumple, en cierta medida, la función de ofrecernos un resumen del pensamiento de Daniel Innerarity, uno de los referentes más interesantes de la reflexión política que se está elaborando actualmente en España (y también fuera, ya que bastantes de sus libros se han publicado en otros países).
El punto de partida de su último ensayo es esa especie de incertidumbre colectiva en la que parecemos estar sumidos, debido al conjunto y velocidad de transformaciones –tecnológicas, económicas, sociales y políticas– que están atravesando el mundo y que dan la impresión de alumbrar una nueva época para la que nuestras categorías mentales resultan obsoletas. Ante el acelerado ritmo y la profundidad de esos cambios, el empeño de Innerarity es, más que aventurar soluciones, intentar hacerse cargo de qué es lo que está ocurriendo, porque –argumenta– una buena formulación de los problemas es parte de la solución, si no la solución entera.
Estas páginas confirman que al autor le interesa, al acercarse a la realidad social, más que la perspectiva ética, lo que podríamos llamar una “aproximación cognitiva”. Para este pensador, los problemas que padecemos no se deben tanto a la maldad o perversidad de los diferentes actores sociales o de las personas, sino a un déficit de conocimiento. Esto resulta especialmente claro en el ámbito político, donde las dificultades que sufren los ciudadanos no han sido ocasionadas generalmente por una acción perversa, sino más bien por nuestra incapacidad para saber cómo actuar ante ellas y hacerles frente.
En la misma línea cognitiva se mueve su concepción de la sociedad como un sistema inteligente. Entiende Innerarity que las sociedades complejas como las que vivimos funcionan mejor o peor dependiendo del grado de inteligencia colectiva que han sido capaces de institucionalizar a través de reglas, procedimientos, protocolos y normas que definen el funcionamiento de la sociedad en sus diversos niveles, formando un sistema. Esta inteligencia materializada en formas sociales que permite resolver problemas o abordar tareas colectivas tiene, entre otras virtualidades, la capacidad de minimizar los estragos que pueda ocasionar una persona, como se pone de manifiesto, por ejemplo, en el caso de Trump, que no podría hacer tantos destrozos como muchas veces se ha temido, debido, precisamente, al conjunto de límites institucionalizados que restringen su capacidad de acción.
Política para perplejos pasa revista, en cualquier caso, a prácticamente todos los asuntos que están hoy sobre la mesa, y los muestra bajo una nueva óptica. En efecto, se ocupa de la globalización, la inmigración, la financiarización y digitalización de la economía, la inteligencia artificial y su relación con la acción humana, el big data y su incidencia en nuestras decisiones públicas, el terrorismo, el medio ambiente, el populismo, el multiculturalismo, el Brexit y Trump, la situación en Cataluña, o el nuevo papel de la izquierda, de la mujer, de las emociones, de los medios y de las élites intelectuales y políticas, las cuales, quizá con demasiada frecuencia, no han sido capaces de hacerse cargo de los problemas que realmente sufren las personas.
Nos encontramos ante un libro no solo agradable de leer, por su calidad literaria, sino también útil para comprender mejor un mundo en el que lo que ha cambiado es, justamente, el modo en que las cosas cambian, y en el que resulta urgente entender lo que está ocurriendo, no para adelantar el futuro –lo cual es imposible– sino para anticipar, hasta donde se pueda, las consecuencias futuras de nuestras decisiones.