Alianza. Madríd (1996). 157 págs. 800 ptas. Edición original: Open University Press. Buckingham (1994).
David Lyon confiesa en el prólogo de este libro que intenta un imposible: «exponer brevemente qué es la postmodernidad». También reconoce que a la hora de describir la postmodernidad tropezamos inevitablemente con la modernidad, porque aquélla no es otra cosa que el agotamiento de ésta. El ideal moderno de progreso, variante secular de la providencia, ha desembocado en el nihilismo.
Lyon no hace un análisis filosófico, sino sobre todo sociológico. Distingue entre el postmodernismo, que acentúa el aspecto cultural, y la postmodernidad, que pone el énfasis en lo social. En la prehistoria de la postmodernidad, sitúa a Nietzsche, Marx, Heidegger y Simmel, como principales precursores del pensamiento postmoderno de Derrida, Foucault, Lyotard, Baudrillard, Vattimo, Lacan, Luce Irigaray, Bauman, Rorty, Kroker, etc.
Frente a la modernidad, que buscaba la diferenciación, la racionalización, el urbanismo, la disciplina, la secularización; la postmodernidad se caracteriza por la disgregación, la descentralización, la superficialidad, el consumismo y la indiferencia. Está surgiendo un nuevo tipo de sociedad centrada más en los consumidores que en los trabajadores. Y esta nueva cultura del consumo es netamente metropolitana. La urbe de Los Angeles se ha convertido en la ciudad tipo de la postmodernidad: su falta de centro urbano es toda una metáfora de la nueva cultura que pone el énfasis en la elección individual y en las preferencias de los consumidores.
Sin embargo, Lyon cree que la postmodernidad nos brinda la ocasión de revaluar la modernidad, cuyas potencialidades no se han desarrollado por completo. Aceptar la postmodernidad no significa resignarse y suscribir nuestra condición postmoderna. El autor lo tiene claro: «Mi postura crítica tiene su origen en el llamamiento de Jesús a amar al prójimo y en una ética responsable, pero ésta exige que afronte las implicaciones de una modernidad fracturada y las realidades sociales consumistas, tecnologizadas y globalizadoras del presente».
Parece que, después de todo, la providencia no fue una idea tan mala.
Carlos Goñi Zubieta