Atrevida primera novela del escritor norteamericano Christopher R. Beha (Nueva York, 1979), más que por el estilo, por los temas de fondo que trata. La novela, ambientada en Nueva Yok y Connecticut en los primeros años del siglo XXI, cuenta la vida de varios jóvenes universitarios acomodados cuya única aspiración en la vida es ser escritores. A la larga, salvo el barniz intelectual y la pose metaliteraria, acaban viviendo como el resto de sus compañeros, con constantes fiestas, alcohol y sexo y una epidérmica y “literaria” concepción de la existencia. En ese contexto típico de muchas novelas de campus, en las clases de un taller literario se conocen Charlie Blakeman y Sophie Wilder, quienes acabarán siendo novios una temporada, aunque al final Sophie se casará años después con Tom, un joven que quiere ser abogado.
La novela comienza con el inesperado reencuentro diez años después de Charlie con Sophie. Charlie sigue viviendo más o menos como en su época de universitario, siempre en fiestas literarias, preparando su segunda novela. Por su parte, Sophie parecía disfrutar en esos años del éxito vital, en su matrimonio y en su dedicación a la escritura.
Pero Sophie vive una profunda conversión religiosa. La lectura de La montaña de los siete círculos, de Thomas Merton, le descubre una realidad sobrenatural totalmente desconocida para ella. Su conversión influye en su relación con Tom, también católico, pero quien vive la fe como una mera e intermitente costumbre social y familiar. No es el caso de Sophie, a quien la experiencia religiosa transforma de manera radical.
La conversión religiosa de Sophie ocupa un lugar destacado en la novela y condiciona tanto la evolución del argumento como la densidad de los temas que aborda el autor. No se trata, en el caso de Sophie, de una elección estética o “una perfomance bohemia” con la que mostrar su rechazo al mundo. Su conversión es auténtica, decisión que no entienden ni sus compañeros, ni su marido, ni Crane, padre de Tom y profesor de filosofía en la Universidad: “Es curioso [le dice a Sophie]. Después de tanto tiempo, la gente sigue sin poder pasar sin Dios. Jamás imaginé que sobreviviría a vuestra generación. Incluso los ateos son militantes. No consiguen superar esa idea”.
Hay otro suceso que marca a Sophie: Crane se encuentra gravemente enfermo, casi en proceso terminal. La experiencia que vive con el padre de Tom es traumática, pues lleva a Sophie a cuestionarse su todavía incipiente fe y su relación con Dios. Todas estas dudas y situaciones aparecen bien descritas en la novela, que no muestra ni vidas ni soluciones modélicas pero que sí abre la puerta a planteamientos, preguntas y experiencias existenciales distintas a las que suelen aparecer en la literatura contemporánea, donde el ingrediente espiritual es escamoteado, ridiculizado o disfrazado con las habituales connotaciones new age.
Al interés de estos conflictos, nada convencionales, hay que sumar la contaminada mirada literaria que tienen los protagonistas sobre la realidad, que determina su desenlace.