Alfaguara. Madrid (2005). 440 págs. 19,95 €. Traducción: José Martí.
La editorial Alfaguara ha tenido el acierto de reeditar la novela romántica norteamericana «Ramona» (1884), de la escritora Helen Hunt Jackson (1830-1885), en la versión que tradujera el cubano José Martí en 1887.
«Ramona» cuenta las peripecias de la protagonista del mismo nombre, desde una infancia llena de avatares, muertes, sucesos desagradables hasta su maduración en casa de unos parientes y sus aventuras y desventuras al lado de Alejandro. Ramona, india por parte de madre y blanca por parte de padre, sólo conoció a su progenitor, y hasta una edad adulta no supo que corría sangre indígena en sus venas. Y es precisamente el color de su piel y el tipo de sangre que corre por sus venas lo que determinará su futuro y le hará ser consciente de la dificultad que tienen los indios para vivir en un territorio que está siendo conquistado por los blancos norteamericanos.
La acción se sitúa en California en pleno siglo XIX, cuando los Estados Unidos de América del Norte avanzan hacia el sur arrebatando por la fuerza los territorios que han ocupado desde hace siglos los españoles y mexicanos. Tanto unos como otros han esparcido por un vasto territorio la cultura hispánica, el idioma español, la fe católica y el respeto a los derechos fundamentales de las personas, a través de las misiones. Pero la llegada de los anglosajones cambia el panorama de la región en muy poco tiempo: expulsan a los indios y se quedan con sus tierras, añadiendo poco a poco esos estados a la unión.
Novela histórica pero también novela de amor, de corte romántico, y novela de reivindicación de las razas menos privilegiadas. Quizá por ello José Martí, que quiso «con los pobres de la tierra su suerte echar», se fijó en esa obra, y la situó al mismo nivel que la de la gran amiga de Jackson, «La cabaña del tío Tom», de Harriet Beecher Stowe.
Martí ponía a la autora en la órbita de uno de los grupos más importantes de la cultura decimonónicas norteamericanas: el de los trascendentalistas, cuya cabeza visible fue Emerson, y Whitman el poeta más conocido y aclamado. Por todas estas razones, es justo celebrar la iniciativa de Alfaguara de reeditar esta novela, que tanto dio que hablar en el XIX norteamericano, pero que a los ojos de los europeos ha pasado desapercibida. Ninguna página de «Ramona» es ociosa: allí hay siempre ritmo, aventura, valentía, lenguaje cuidado, sentido de la narratividad, emociones fuertes. Un clásico que, como la mayoría de ellos, nunca defrauda.
Ángel Esteban