Joseph Heath,Andrew PotterTaurus. Madrid (2005). 417 págs. 20 €. Traducción: Gabriela Bustelo.
Joseph Heath (Universidad de Toronto) y Andrew Potter (Universidad de Montreal) hacen una interesante reflexión sobre los movimientos contraculturales en Occidente.
Denuncian la esterilidad de quienes se entregan a causas nobles con falta de realismo y sentido práctico político. Un idealismo ingenuo «antisistema» acaba por ser perjudicial para la propia causa… y para la entera sociedad.
Consideran la insistencia «antisistema» de la izquierda contracultural como el mayor peligro para la implantación de políticas progresistas en nuestra sociedad. Un virus que se ha extendido entre cientos de miles de militantes de la izquierda más o menos radical. Parece como si sólo fueran capaces de gritar contra las más variadas injusticias sin querer «pactar» con nada ni con nadie capaz de aliviarlas. En cuanto se trata de aportar soluciones viables, desaparecen.
Los movimientos contraculturales «siempre rechazan las soluciones sencillas para los problemas sociales concretos, abogando por alternativas más profundas o radicales que jamás se podrían aplicar eficazmente ( ). Al rechazar cualquier propuesta que no implique una transformación total de la conciencia y de la cultura de la humanidad, los activistas de la contracultura suelen acabar agravando precisamente los problemas que pretendían solucionar».
Esto ha hecho que «varias décadas de rebeldía antisistema no han cambiado nada, porque la teoría social en que se basa la contracultura es falsa» . Sin embargo, «todos los grandes logros obtenidos en Norteamérica durante el último medio siglo proceden de una reforma sistemática llevada a cabo dentro del sistema».
Los autores, con un tono irónico y desgarrado, explican que «en una democracia la política involucra necesariamente enormes cantidades de personas. Esto genera mucho trabajo rutinario: cerrar sobres, escribir cartas, hacer llamadas, etcétera ( ) La política cultural, en cambio, es mucho más entretenida. Hacer teatro alternativo, tocar en un grupo de música, crear arte vanguardista, tomar drogas y llevar una alocada vida sexual es sin duda más ameno que la organización sindical a la hora de pasar un buen fin de semana. Pero los rebeldes contraculturales se convencieron a sí mismos de que todas estas actividades tan entretenidas eran mucho más subversivas que la política de izquierdas tradicional, porque atacaban el fondo de la opresión y de la injusticia a un nivel más profundo».
Estamos ante una llamada al realismo frente a la ingenuidad adolescente de ciertas posturas antisistema de la izquierda extra-parlamentaria de los países occidentales. El libro no se limita a una reflexión general sobre la contracultura. Se detiene en distintos aspectos del fenómeno y toma partido una y otra vez contra los planteamientos de reforma total del sistema y aboga por propuestas concretas que permitan mejoras en la organización social.
El texto critica con dureza a escritores y artistas de culto de la izquierda cultural, desde Baudrillard hasta Naomi Klein y su «No Logo» (ver Aceprensa 119/01). Denuncia en muchos de ellos capacidad inhibidora de acciones medianamente eficaces o su notable incapacidad de hacer propuestas realistas.
Joseph Heath y Andrew Potter proponen buscar todos los defectos posibles a la economía de mercado y, una vez encontrados, pensar creativamente en la forma de resolverlos. Porque «la retórica antimercantilista de los partidos de izquierdas es, en el mejor de los casos, inútil, y en el peor de los casos, intelectualmente extenuante».
José Antonio Ruiz San Román