Ignacio Gómez de Liaño es un conocido filósofo y escritor, con una amplia obra publicada y traducida, y profesor universitario retirado voluntariamente hace dos años descorazonado por la situación actual de la universidad española. Recuperar la democracia es, ante todo, un ejercicio de saneamiento de la vida pública española. En otras palabras, un intento de insistir en la búsqueda de la vida buena que instauró la filosofía política clásica. Sin pretender aportar un exceso de erudición y doctrina, sino reflexionando como ciudadano, Gómez de Liaño subraya que la libertad es el principio esencial de la sociedad, sobre el que ha de descansar la igualdad, y advierte de la importancia de la educación en la búsqueda de la excelencia y de una cultura libre de la interferencia de los poderes públicos.
Gómez de Liaño se encuentra preocupado por la política española y pone el acento en los aspectos contradictorios y ambiguos que se deslizaron -tal vez intencionadamente- en la redacción de la Constitución de 1978, del que se ha cumplido el trigésimo aniversario. Si bien es cierto que en un principio se consideró que eran el peaje necesario para lograr una convivencia pacífica, no se puede pasar por alto que las ambigüedades y las contradicciones son el mejor caldo de cultivo para la vulneración de principios tan esenciales como el de legalidad e igualdad. Es lo que ocurre, señala, con el concepto polémico de nacionalidad, que puede hacer referencia al derecho de autonomía de determinadas regiones o a la condición de ciudadano español.
Esto permite introducir el problema principal, en este momento, de la vigente Constitución y que no es otro que su Título VIII referente a la organización territorial del Estado. La falta de definición y su carácter abierto, que se mantiene, está provocando conflictos y una inseguridad jurídica que puede llegar a poner en peligro incluso el principio de unidad de mercado. Unido a ello, Gómez de Liaño pone el acento sobre la incidencia de la vigente Ley Electoral en esta cuestión. Ley que no sólo potencia la desigualdad entre regiones sino que afecta, fundamentalmente, al valor que tiene el voto de cada ciudadano, que no es el mismo según vaya dirigido a un partido nacionalista o no nacionalista.
Entre otras cuestiones, Gómez de Liaño recalca la necesidad de aclarar los conceptos políticos que se utilizan a diario. Considera superado el antagonismo izquierda/derecha, que hoy a su juicio ha de ser sustituido por el de liberales/totalitarios. Acepta la posibilidad de una izquierda liberal, preocupada por la solidaridad, pero distinta de la antigua izquierda, escorada hacia el totalitarismo.
Otro propósito esencial de esta obra es poner de manifiesto el perjudicial efecto que produce en la sociedad el excesivo protagonismo de los políticos profesionales, propiciado por el ordenamiento jurídico nacido de la Transición. Para Gómez de Liaño hay un exceso de administración y una abundancia legislativa, innecesariamente agresiva. En este sentido, sostiene que los partidos políticos se han convertido en creadores de opinión. Ejemplo de ello es la participación de los poderes públicos en distintos campos: en el sistema financiero, el sector cultural y educativo o en el poder judicial, entre otros.
La obra propone un cambio en el sistema que permita encajar mejor la tarea de los poderes públicos en la vida comunitaria. Por ello puede decirse que este libro invita a la esperanza. Y lo hace mediante la invocación del thymos griego, el ardor y la capacidad de iniciativa que permite a los representantes públicos recibir las inquietudes de los ciudadanos, sus propuestas y valores, pero no generarlos con independencia de la ciudadanía.