Iván Turguénev (1818-1881) suele ser considerado uno de los tres mejores novelistas de Rusia, por detrás de los genios incontestables de Tolstói y Dostoievski. Su popularidad está unida a su condición de ser el más occidental de los escritores rusos; de hecho murió en Francia, país donde pasó gran parte de su vida. Se dio a conocer literariamente con Relatos de un cazador (1852), un conjunto de cuentos que conforman un magnífico fresco de la vida campesina rusa. Dentro de su obra novelística destacan Rudin, Padres e hijos, En vísperas, Nido de nobles y Tierras vírgenes.
Rudin (1856) es la primera novela de Turguénev y una de sus más grandes obras. Con ella el autor ruso introdujo en la literatura la figura arquetípica del «hombre superfluo», que luego sería repetida por múltiples autores. La acción de la novela se sitúa en el palacio de verano de la rica viuda Daria Lasunskaya, donde se dan cita numerosas personas de la burguesía rusa. La vida cambia para todos cuando irrumpe en el círculo Dimitri Pávlovich Rudin, hombre joven, de fascinante conversación y profundo juicio. La creciente atracción que ejerce el nuevo huésped alcanza su culminación en Natalia, la sensible e inteligente hija de Daria Lasunskaya.
Turguénev retrata con finura la personalidad de Rudin, su natural filosófico y su amplio conocimiento del ser humano. Junto a su talento para seducir mediante el arte de la elocuencia, el carácter del protagonista se completa gracias a la atenta mirada de Mijail, antiguo amigo suyo. Rudin es incapaz de unir idea y acción. Al igual que sucede con Bazarov, el «nihilista» de Padres e hijos, Rudin es una notable muestra de la capacidad de Turgueniev para crear personajes que encarnen definidos estilos de vida.
