Crítica. Barcelona (2006). 478 págs. 29,50 €. Traducción: Alejandra Chaparro.
John Lynch es profesor emérito de la Universidad de Londres y director de su Instituto de Historia de América Latina. Se le considera uno de los hispanistas más prestigiosos de la actualidad.
El libro, que tiene entre otros el gran mérito de estar muy bien traducido, posee las buenas cualidades de un relato biográfico escrito por un veterano experto en la materia, que lleva décadas dedicado a bucear en la historiografía latinoamericana: el propio Lynch es autor de «Simón Bolívar and the Age of Revolution» (ILAS Working Papers, 1983), «Caudillos en Hispanoamérica» (MAPFRE, 1993) y «Las revoluciones hispanoamericanas» (Ariel, 2001), entre otros.
«Bolívar -escribe Lynch- fue un revolucionario que dio la libertad a seis países, un intelectual que desarrolló los principios de la liberación nacional y un general que luchó en una cruenta guerra colonial. Inspiró sentimientos extremos de devoción y de odio: muchos hispanoamericanos hubiesen querido que fuera su dictador, pero otros le denunciaron como traidor y algunos intentaron asesinarle. Su recuerdo ha sido una inspiración para las generaciones posteriores».
El 15 de febrero de 1819, durante un histórico discurso, Simón Bolívar afirmó taxativamente: «Un gobierno republicano debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios» (alocución en Angostura). Con esta declaración de principios, Simón Bolívar, un criollo de origen vasco, cambió el destino de su Venezuela natal y de Colombia, Bolivia, Ecuador, Panamá y Perú, que soñó unidas en una inmensa y utópica federación de naciones hermanas. La nueva América republicana y libre se deshacía de la tutela de la España borbónica venida a menos tras la invasión napoleónica.
La vida de Bolívar -advierte Lynch- «se desarrolló en tres etapas: la revolución, la independencia y la construcción del Estado. En la primera, que va de 1810 a 1818, el joven venezolano ilustrado era un líder revolucionario que peleaba y legislaba por su tierra natal y por su vecina Nueva Granada. En la segunda, de 1819 a 1826, se convirtió en el libertador universal que miraba más allá de las fronteras nacionales y llevó la revolución al límite. En la tercera, de 1827 a 1830, fue un estadista que luchaba por dar a los americanos las instituciones, las reformas y la seguridad que necesitaban, y que les dejó un legado de liberación nacional, que, pese a que él mismo advertía imperfecto, el resto del mundo supo reconocer como un logro de enormes proporciones».
Llaman la atención del lector de esta biografía el trasfondo de diversidad racial que tuvo la revolución antiespañola en la América de habla castellana; la influencia de algunas instituciones políticas británicas admiradas por Bolívar; la aportación de sus lecturas de filosofía política e historia; los obstáculos constantes que encontró en su intento de facilitar propiedades agrarias a indígenas y soldados; la negativa de los poderosos a su liberalismo económico; su inquieta vida sentimental y su modo cristiano de encarar la muerte.
Cuando se aproxima el segundo centenario de la independencia de las antiguas provincias españolas de ultramar parecía necesario realizar una puesta al día del personaje, partiendo de la biografía ya clásica de Salvador de Madariaga, cincuenta años después de su aparición. No obstante, Lynch omite en su bibliografía la «Vida de Bolívar» publicada por M. Hernández Sánchez-Barba (Ariel, 2004) o bien, «Bolívar, Miranda, O’Higgins y San Martín: cuatro vidas cruzadas», de Lourdes Díaz-Trechuelo (Encuentro, 1999). Se echa en falta también un estudio más profundo sobre la relación entre la revolución americana y la masonería.
Beatriz Comella