Tusquets. Barcelona (2001). 210 págs. 2.000 ptas.
El 14 de abril de 1939, cercano el final de la guerra civil española, un alto jerarca de Falange se escabulle de un fusilamiento masivo. Un miliciano lo encuentra agazapado en el bosque y, tras cruzar con él una intensa mirada, decide no denunciar su presencia y salvarle así la vida.
Un periodista tropieza con este suceso real y decide investigarlo tras quedar obsesivamente atrapado por el personaje, que no es otro que el escritor Rafael Sánchez Mazas.
En la primera parte de esta intensa novela narra cómo llega a interesarse por la historia: se desvelan claves del proceso de escritura y de la imbricada relación entre ficción y realidad. La segunda cuenta propiamente la historia y de paso bosqueja un apunte de la biografía del autor de La vida nueva de Pedrito de Andía y de la ideología falangista. La tercera parte, sin duda la más memorable, describe el vibrante encuentro entre el periodista y el miliciano coprotagonista de la escena clave.
La afirmación de que «los soldados son los que terminan salvando siempre las civilizaciones» hace de soporte ideológico de la novela. Evocando la mítica gesta de los griegos ante la flota persa en el 480 a.C., el autor se pregunta si ocurrió lo mismo en la guerra en España del 36 al 39 y, en caso afirmativo, ¿en qué bando estaban los héroes?
La personalidad de Sánchez Mazas resulta atrayente y controvertida. Andrés Trapiello (que aparece también en la novela) le adscribe al grupo de escritores que «ganaron la guerra pero perdieron la historia de la literatura». Poeta y político, culto conversador, íntegro e indolente y, ante todo, un caballero, tiene un papel importante como ideólogo e impulsor de un estilo de vida y de gobierno que nunca llegaron a concretarse pero que sirvieron de oportuno aderezo al nuevo régimen.
Javier Cercas (Cáceres, 1962) es, además de escritor, profesor de literatura en la Universidad de Gerona y eso explica su propensión al discurso metaliterario que aparece ya en su anterior novela (El vientre de la ballena) y que ahora ofrece pistas de interés sobre el proceso creativo: curiosidad, investigación, obsesión, reescritura, desánimos y euforias, necesidad imperiosa de contar algo, etc. Y lo hace, como en el resto de la historia, con una prosa elegante y eficaz, sin pose ni barroquismo, precisa y comedida.
Javier Rueda