Este libro del historiador británico Charles Townshend combina la exposición histórica de los diversos tipos de movimientos terroristas surgidos en los siglos XIX y XX con una serie de reflexiones acerca de la naturaleza del terrorismo. Los atentados anarquistas, el terrorismo revolucionario, nacionalista y religioso son analizados desde una perspectiva histórica que atiende sobre todo a sus causas, aunque tampoco descuida el autor el terrorismo de Estado, bien sea el de la Revolución Francesa o el de las dictaduras militares sudamericanas. Pero más que la exposición narrativa, forzosamente sintética, interesan las reflexiones que se suceden al hilo del discurso.
En primer lugar, hay una crítica de la llamada “guerra contra el terror”, acuñada por la Administración Bush tras el 11-S. Esta guerra supone el uso de medios militares, pero Townshend no cree que sean útiles porque el terrorismo es una categoría especial de violencia, cuya táctica consiste a menudo en elegir aleatoriamente a sus víctimas. Si la guerra es combate, el terrorismo evita sistemáticamente luchar. Es una amenaza difusa pero la opinión pública exige una respuesta ante el horror, y en ese caso gobiernos como el norteamericano buscarán un blanco visible: el de los Estados patrocinadores del terror, claro en el caso de Afganistán y nunca demostrado del todo en Irak. En otras ocasiones, la respuesta pasará por medidas y legislaciones especiales que terminarán cuestionando la propia democracia liberal. El autor niega también la eficacia de las medidas excepcionales.
Townshend se muestra muy crítico con los conceptos empleados por los políticos, por ejemplo el de terrorismo internacional, cuando en realidad predominan los terroristas con objetivos nacionalistas. Antes bien, las diversas clases de terrorismo habrían de abordarse con respuestas diferentes. No cree el autor en el éxito de las represalias contraterroristas y pone como ejemplo que las brutales respuestas israelíes no disuaden a los palestinos de seguir con la violencia.
Esto no significa que Townshend muestre comprensión o compasión hacia el terrorismo, pero no deja de reconocer que el terrorismo entra plenamente en la categoría del relativismo moral. Los que para unos son terroristas, son libertadores para otros. Si esto es así, la victoria sobre el terrorismo resulta imposible y el único camino es el de las negociaciones. Esta sería la tesis no implícita del libro, pero no deja de ser triste que esto suponga que los medios violentos son un método válido para alcanzar objetivos políticos.