En el libro ¿Humanos o posthumanos?, coordinado por Albert Cortina y Miquel-Àngel Serra, basado en gran parte en un debate en la página web de La Vanguardia, se plantea el tema de este modo: “La Singularidad será un acontecimiento que sucederá dentro de unos años, con el aumento espectacular del progreso tecnológico debido al desarrollo de la inteligencia artificial (…) En esa fase de la evolución se producirá la fusión entre tecnología e inteligencia humana. Finalmente, la tecnología dominará los métodos de la biología hasta dar lugar a una nueva era en que se impondrá la inteligencia no biológica de los posthumanos, que se expandirá por el universo”.
Todo esto, con la intención de mejorar la especie humana. Un filósofo llamado Nick Bostrom, campeón del transhumanismo, escribe que se trata de eliminar los aspectos no deseados de la condición humana, incluida la condición mortal. Inmortales gracias a la biotecnología.
Filosofía-ficción
Se podría despachar todo eso de un plumazo, calificándolo de ciencia-ficción o filosofía-ficción. O comparar esas exquisiteces tecnológicas con la situación de un planeta en el que mucha gente no solo no es posthumana sino que vive en una condición inhumana o infrahumana. Pero el asunto es serio, en cuanto que muestra, por parte de algunas universidades y lugares de pensamiento, el abandono de la filosofía sobre el hombre y la entrega sin condiciones en brazos de la tecnología.
En el debate recogido en el libro –213 participantes– domina claramente, en torno al 90%, el rechazo de esa posibilidad: no se está en contra de la tecnología, ni de sus avances, pero se defiende que sería un mal servicio si con eso se pusieran en peligro la libertad y la dignidad humanas. Además, se sospecha que todo eso permitiría un control tecnológico, en manos de unos pocos, generándose una tiranía tecnológica posthumana. O se defiende que las razones del espíritu han de estar siempre por encima de la razón instrumental. O se dice que seguiremos siempre siendo humanos, con sueños propios de humanos, como pensar lo transhumano o lo posthumano.
Totum revolutum
Otro libro dedicado a un tema semejante –no exactamente igual– es Lo Posthumano, de Rosi Braidotti (62 años, profesora en la Universidad de Utrecht). Es una obra algo extraña, a veces enrevesada, con cuya tesis de fondo no me puedo mostrar más en desacuerdo. Y, quizá por eso, es interesante para estar al día de lo que se cuece en algunas universidades en el campo de las humanidades, ahora, según Braidotti, y para bien, antihumanidades y posthumanidades. Porque su postura supone “una toma de distancia radical de las nociones de racionalidad moral, identidad unitaria, conciencia trascendental y valores morales innatos y universales” (pág. 111).
La autora se confiesa, con insistencia que llega a ser cansina, materialista-vitalista, y, por eso –así lo entiende– feminista radical (piensa que la tradición humanista hasta ahora era solo machismo), animalista, ecologista, ardiente defensora del colectivo LGTB y partidaria de integrar en lo posthumano la robótica, la inteligencia artificial, etc.
A pesar de las vueltas y revueltas, esa es toda la sustancia. Siguiendo a “la muerte del hombre”, de Foucault, y dando por definitiva la muerte de Dios (Nietzsche), hay que pensar, dice, en algo más amplio, integrador de lo natural y lo cultural, la vida en toda su amplitud, con los hermanos animales, algo que llama zoe.
Todo eso se mezcla con una reinterpretación de Spinoza –su filósofo favorito–, aunque tiene que transformar lo esencial de este, el panteísmo del Deus sive Natura, en algo así como Materia sive Vita.
Albert Cortina y Miquel-Àngel Serra (coord.)
Fragmenta Editorial
Barcelona (2015)
525 págs.
33 €
Sin duda hay otros muchos caminos de pensamiento que, sin abjurar del humanismo, fundan el humano respeto hacia todo lo humano (hombre y mujer), hacia los compañeros animales, hacia la Tierra… Pero Rosi Braidotti piensa que hay hacer tabla rasa de todo lo anterior, en aras sobre todo de un feminismo tan virulento que se parece mucho al machismo de antes o de hoy. Por ejemplo, critica al famoso Homo vitruviano, de Leonardo da Vinci, porque este no hizo una Mulier vitruviana, permitiéndose una pulla sobre las presuntas preferencias sexuales del humanista italiano.
Hay mucho en todo esto de interés por hacerse notar como iconoclasta de lo anterior, abriéndose a un totum revolutum donde todo se mezcla, en una investigación, cómo no, abierta… Cuando en la última parte afronta lo ético, tiene que encontrar un sujeto y solo tenemos una subjetividad “nómada”, transversal, materialista, “zoecentrada”… ¿Fundada en qué? No es necesario fundar nada… Eso sería… humanismo. Pero entonces, ¿a qué viene hablar de ética?
Qué está ocurriendo
Está ocurriendo que, ante el abandono de la filosofía en sentido estricto, que tiene como única arma el pensamiento, aunque parta de la diversidad de la realidad natural, se hace pasar por filosofía los avances de lo tecnobiológico, como si, ahora sí, fuera ya posible construir el humanoide perfecto.
Pocos dudan de que muchos de los avances tecnológicos son, si se usan con principios morales, un gran beneficio para el hombre; pero esos avances se operan en instrumentos que siempre será nada menos y nada más que instrumentos.
Hay muchas cosas en la vida, como lo que tiene un aliento poético, que si se tecnifican se mueren. Por eso el mayor peligro de esta apoteosis de lo tecnobiológico es que introduzca al mundo es una uniformidad de máquina que ahogue lo diverso, distinto, singular, personal.