Desde finales del siglo XV hasta finales del siglo XVII, España pasó de dominar el mundo al inicio de un periodo de decadencia. Es el llamado «Siglo de Oro”, una de las épocas más florecientes de la cultura y del arte, tanto por la duración como por el número y variedad de autores y artistas de enorme valía.
José Ignacio Peláez ofrece una buena síntesis de aquellos siglos, que tuvieron importantes antecedentes en el siglo XV y que dejaron huella en España, en América y en el resto de Europa. Pensemos, por ejemplo, en el interés de Goethe y otros escritores alemanes por los dramas calderonianos; o en la reivindicación de Góngora por los poetas de la llamada Generación del 27; o en la ingente cantidad de estudios y comentarios sobre El Quijote, escritos por autores de lugares y de épocas muy variados; o en que, en vida de Calderón, ya se representaban obras suyas en Rusia.
Voces del Siglo de Oro español es una invitación a la lectura de aquellos escritores, con la perspectiva de hoy, porque no han perdido actualidad. Suele ocurrir con los clásicos, pues sus ideas ofrecen estímulos para afrontar el presente, además de permitirnos disfrutar con la riqueza y la belleza de sus textos.
Tras una breve introducción histórica, el autor ha seleccionado a los escritores que considera más importantes. De cada uno ofrece una breve semblanza, seguida de muestras de algunas de sus obras más perennes, acompañadas de breves comentarios, propios o de otros estudiosos.
El libro se inicia con tres destacados precursores: Garcilaso de la Vega, introductor del petrarquismo en la poesía española junto con Juan Boscán; el gran humanista Juan Luis Vives, que se codeó con Erasmo y con Tomás Moro, y que fue uno de los autores más editados dentro y fuera de España; y san Ignacio de Loyola. El siguiente bloque lo ocupan tres grandes intelectuales del siglo XVI: Francisco de Vitoria, Domingo de Soto y Melchor Cano, profesores de la Universidad de Salamanca, eminentes teólogos y juristas, precursores del Derecho Internacional, hoy en día estudiados en las principales universidades.
Siguiendo en el siglo XVI, el autor se fija en tres maestros de la espiritualidad: san Juan de Ávila, fray Luis de Granada y santa Teresa de Jesús; y en dos grandes poetas: san Juan de la Cruz y fray Luis de León, que fueron también escritores de importantes tratados teológicos, ascéticos y místicos.
Con Cervantes se produce el tránsito del Renacimiento al barroco. El autor le dedica un capítulo –de lo mejor del libro–, pues logra algo tan difícil como la elaboración de una acertada síntesis cervantina. La nómina de escritores del siglo XVII, sobre todo de dramaturgos, es impresionante, pero los elegidos ocupan sin duda los puestos de honor: Lope de Vega, que abandera la renovación del teatro, con su vida llena de contrastes; Luis de Góngora, uno de los poetas más originales de la literatura en lengua española y máximo exponente del culteranismo barroco; Tirso de Molina, gran dominador de los recursos teatrales; el polifacético Francisco de Quevedo, conceptista, el más implicado en la política de su tiempo; y Pedro Calderón de la Barca, que aporta profundidad y nuevos matices a la renovación teatral iniciada por Lope.
Libro bien documentado, dirigido a un público no especializado, pero interesado en conocer mejor una época tan fascinante como compleja, y ello sin entrar en las grandes aportaciones de los pintores, escultores y músicos tanto españoles como hispanoamericanos de aquellos siglos.