Abortar en casa –en un ambiente cómodo, íntimo, seguro, sin estrés…– es una “prestación” que algunos gobiernos, como el de EE.UU. y el del Reino Unido, pusieron al alcance de las mujeres encintas durante los momentos más difíciles de la pandemia.
El procedimiento es sencillo: a través de una videollamada, la interesada en abortar le hace saber su decisión al médico, quien le envía por correo los fármacos necesarios para ejecutar el aborto (mifepristona y misoprostol). No se precisa hacerle ningún ultrasonido a la mujer para detectar si cumple o no el requisito del plazo de hasta diez semanas de gestación –con la palabra es suficiente–. Una vez recibidos los medicamentos, la embarazada toma mifepristona durante uno o dos días, para cortarle la nutrición al no nacido, y transcurrido ese tiempo, recurre al misoprostol, que le provoca contracciones de parto, para terminar expulsando al embrión ya sin vida.
Todo, como se ha dicho, presuntamente “cómodo”, “seguro”. Clare Murphy, vicedirectora de la organización abortista británica BPAS, califica la creciente difusión del método como “una de las escasas historias de éxito de esta pandemia”. No le tiembla la voz para asegurar que el aborto es “considerablemente más seguro” que dar a luz, y que hacerlo en casa durante estos días difíciles ha sido positivo para las mujeres, que se han ahorrado pisar la calle, buscarse quien les cuide a sus otros hijos, aparcar tareas laborales… “El servicio –sentencia– protege la salud de las mujeres y sus opciones reproductivas, por lo que debe mantenerse una vez salgamos de esta terrible pandemia”.
Las estadísticas manejadas por BPAS invitan a ver el vaso no medio, sino casi lleno. Revelan que el aborto en casa ha contribuido a adelantar el momento del procedimiento: si en 2009 el 81% de los abortos se ejecutaban antes de las 10 semanas, en junio de 2020 ya eran el 86%, y “mientras más temprano, mejor para la salud física y mental de las mujeres”. Además, el recurso a esta modalidad ha hecho disminuir sensiblemente el aborto quirúrgico del 28% al 18%.
Lo que no se admitiría en otros casos
Pero los números anteriores no son todos los números. En el Reino Unido, por ejemplo, el gobierno confiesa no tener los datos de todas las mujeres que han sufrido complicaciones en su estado de salud como consecuencia de haber abortado en casa. En julio pasado, el diputado conservador Andrew Rosindell preguntó por la cuestión a la responsable de esta área en el gabinete de Boris Johnson, y la respuesta que recibió fue que “el Departamento no dispone de esa información de modo centralizado”.
Por esa razón, amparado en la Ley de Libertad de Información, el investigador Kevin Duffy pidió directamente los datos a 127 Juntas de Salud de Inglaterra, de las que respondieron 85. Así, pudo concluir que el 5,9% de las mujeres que se habían sometido a un aborto farmacológico médicamente inducido debieron ir al hospital para recibir tratamiento por un aborto incompleto, al no haber expulsado partes del feto. A un 3% se le debieron retirar esos restos mediante un procedimiento quirúrgico, y el 2,3% de ellas habían tenido que ser tratadas en hospitales públicos por hemorragias.
En resumen: de las 180.000 que abortaron en casa, hubo más de 10.000 casos con complicaciones varias desde la aprobación de esa posibilidad en marzo de 2020. Una de cada 17 mujeres debió ser tratada en el hospital con posterioridad a autoadministrarse las píldoras. Pudiera parecer una proporción aceptable para quienes hablan del “éxito” del procedimiento, pero Andrea Williams, directora de la organización Christian Concern, llama a comparar contextos y ver qué tal sentaría esta tasa de fracasos en otras situaciones: “Imaginen el escrutinio bajo el que estarían otros tratamientos y servicios médicos si los fármacos se enviaran por correo postal y tuvieran tan alto índice de mujeres que acaban en la unidad de Urgencias de un hospital”.
En EE.UU., entretanto, la Administración de Alimentos y Medicinas (FDA) suspendió en abril de 2021 la norma según la cual un médico debía examinar personalmente a la interesada en abortar, verificar si estaba realmente embarazada y en qué estadio, además de comprobar que no se tratara de un embarazo ectópico, en cuyo caso, la mifepristona y el misoprostol tienen cero utilidad.
En consecuencia, desde la suspensión de la restricción –que el 16 de diciembre se eliminó de modo permanente– es suficiente una llamada, y las píldoras se envían a casa, donde la mujer aborta sin supervisión profesional alguna.
Una elección no necesariamente libre
Tanto en el caso británico como en el estadounidense, ambos gobiernos han apostado por que el aborto en el hogar deje de ser una excepción de tiempo de pandemia y se vuelva la norma. A fin de cuentas, abundan los estudios especializados y los reportes de prensa que se encargan de venderlo como una opción más que segura para la solicitante.
Un estudio finés de 2009, sin embargo, encontró evidencias de que los riesgos de salud del aborto químico prescrito por los médicos se multiplican por cuatro respecto a los del que se realiza en un quirófano. El equipo de obstetras examinó todos los casos de aborto inducido entre 2000 y 2006, con una duración gestacional de hasta 63 días, y acopió datos de los 42 días posteriores a la intervención. Entre sus hallazgos estuvo la ya mencionada diferencia de complicaciones entre uno y otro caso (20% vs. 5,6%), así como en cuanto a hemorragias (15,6% vs. 2,1%), aborto incompleto (6,7% vs. 1,6%), y necesidad de reevacuación quirúrgica de los restos (5,9% vs. 1,8%). “No se detectaron diferencias –refiere el texto– en cuanto a infecciones (1,7% vs 1,7%), tromboembolismos, morbilidad psiquiátrica o fallecimientos”.
Según el Colegio de Obstetras de EE.UU., el 50% de las gestantes desconoce en qué semana del embarazo se encuentra realmente ; enviarles fármacos abortivos puede, por tanto, aumentar sus riesgos
Por su parte, un equipo de investigadores del Charlotte Lozier Institute, de EE.UU., había advertido a la FDA, a partir de los resultados de un estudio propio, contra la tentación de darle carta de permanencia al aborto químico en casa. Los expertos tomaron nota de que entre 2002 y 2015, las visitas a los servicios hospitalarios tras un aborto farmacológico se incrementaron un 500%. En el mencionado período, ese tipo de procedimientos pasó de significar el 4,4% de todos los abortos al 34%.
Los autores señalaron, además, que cerca de un 60% de las urgencias por aborto químico en 2015 fueron erróneamente codificadas por el programa Medicaid como “asistencia médica por aborto espontáneo”, por lo que hay un margen de riesgos de peligro que permanece enmascarado.
El Dr. James Studnicki, vicepresidente del CLI y coautor del estudio, subraya que las visitas a Urgencias están disparándose por esta causa. Por ello, le preocupaba que se estuviera “presionando activamente a la FDA para eliminar las salvaguardas [en el uso de esas píldoras]. Todos los datos llaman a que la FDA no debilite, sino fortalezca la supervisión médica del aborto químico”.
El criterio es compartido por la Asociación Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos Provida, que agrupa a 7.000 profesionales de la especialidad y que ya en abril rechazó la retirada del protocolo sobre la mifepristona, entre otras razones, porque el proabortista Colegio Estadounidense de Obstetras admite que el 50% de las gestantes desconoce en qué semana del embarazo se encuentra realmente , por lo que dispensarles un fármaco abortivo a ciegas aumenta las posibilidades de hacerlas recalar en el hospital.
En el Reino Unido, esta vez sin distingos entre profesionales provida y proaborto, una reciente encuesta de la empresa de sondeos Savanta ComRes a médicos generalistas sobre el aborto en casa, reveló que al 57% le causaba preocupación esa variante, al 74% le inquietaba que las mujeres tuvieran que deshacerse de los restos del bebé en los servicios sanitarios y que ello les causara un efecto psicológico negativo, y más del 86% temía que algunas abortaran pasadas las 10 semanas de embarazo.
Pero hay más: ¿y si la mujer no ha solicitado libremente las píldoras, sino bajo amenaza? Más del 86% de los médicos cree que existe el riesgo de que ello ocurra bajo el influjo de la pareja o de familiares, y que al doctor, que solo ve a la interesada tras una pantalla, se le escapen esos detalles.
Con todos estos peros, cabe al menos dudar de que la comodidad de ejercer en casa el “derecho a hacer lo que quiera con mi cuerpo”, con el solo recurso de un clic, sea el non plus ultra de la liberación femenina. Aunque en Washington y Londres quieran creérselo.
“Mi hogar es el sitio que se llevó a mi hijo”La web de la organización provida británica Care for Women recoge varios testimonios de mujeres que han acudido al aborto a distancia. Una de ellas es Kirsty, quien, a instancias de un novio manipulador, contactó con una clínica para coordinar su aborto. No vio a nadie cara a cara: “Fue una conversación [telefónica] muy breve. Casi únicamente sobre adónde iban a enviar la medicación”. Estaba de más de diez semanas. Tomó en casa las píldoras y, tras el aborto, quedó sangrando durante meses. Hoy lo lamenta profundamente: “El aborto en casa se hace para hacerte pensar que lo estás haciendo en la comodidad de tu propio hogar sin tener que desplazarte a un hospital, pero se te queda el recuerdo de la pérdida de tu hijo en tu propia casa para siempre. Para mí, mi hogar ya no es mi hogar, mi lugar feliz y seguro. Es el sitio que se llevó a mi hijo”. Por su parte, Sofie recogió personalmente las pastillas y se las llevó a casa. Allí las tomó y sufrió “el más horrible dolor que he sentido en mi vida”. Terminó tendida en el suelo, sin poder moverse, con contracciones cada 10 o 20 segundos, sangrando… A los 20 días, las contracciones y la hemorragia continuaban: todavía estaba embarazada. Debió pasar por el quirófano. La joven, que aún se define pro-choice, dice que esto no tiene nada que ver con la «libertad de elección»: “Según mi experiencia, no le estamos dando a la mujer la oportunidad de escoger. Hay elección cuando le das todos los hechos, la tratas como a un ser humano inteligente y la respetas, para que pueda tomar una decisión informada”. |