El próximo 9 de enero se celebrará en el sur de Sudán un referéndum en el que los habitantes de la zona decidirán si siguen unidos al resto del país o se independizan. La división parece el resultado más probable, a tenor de las grandes diferencias religiosas y étnicas entre ambos territorios.
Si el pueblo de Sudán Meridional opta por la separación con el norte, alcanzará su independencia tras estar en guerra civil desde 1956, interrumpida solo por 13 años de paz. Todos los pronósticos aseguran que el “sí” ganará ampliamente, aunque un requisito previo es que acuda a votar el 60% del censo electoral.
Junto con China, Birmania, Cuba, Marruecos, Venezuela, Corea del Norte o Somalia, Sudán forma parte de la lista negra de países con menos libertad religiosa, según el último informe elaborado por Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN). Jesús García, responsable de proyectos en Sudán de esta asociación internacional dependiente de la Santa Sede, acaba de volver a España después de estar unos meses en Sudán, donde ha podido apreciar la tensión que se vive allí en la espera del resultado del referéndum.
Cristianos y negros, discriminados
— Se percibe, por las últimas declaraciones del presidente Omar al-Bashir, que el resultado va a ser claramente favorable a la independencia.
— Existe un gran convencimiento de que el “sí” va a salir adelante. Los obispos de Sudán se han movido mucho internacionalmente (Estados Unidos, Unión Europea, etc.) y eso ha tenido un efecto positivo porque han centrado el foco mediático y político en la zona y en el referéndum. El actual presidente sudanés, Omar al-Bashir -en el poder tras liderar un golpe de Estado que derrocó en 1989 al gobierno legítimo-, siente la presión de Occidente. Hay mucha presencia de observadores de Naciones Unidas y no le va a quedar más remedio que aceptar el resultado del referéndum. Anteriormente, existía el temor de que por celebrarse sin repercusión internacional pudiera ser manipulado o no respetado.
— ¿Qué discriminación sufren los cristianos en el Sudán actual?
— Por el mero hecho de ser cristiano ya eres discriminado al buscar trabajo, comprar una casa u obtener cualquier papel oficial. La condición social de los cristianos en Sudán es de segunda clase. Los negros y los cristianos son tratados como esclavos. La primera diferencia radica en la raza y la religión; luego hay diferencias tribales, incluso entre los propios negros, pero son conflictos más minoritarios y locales.
— ¿Cuáles serán las principales consecuencias de la división del país?
— ¿Qué supuso para Sudán la visita de Juan Pablo II en 1983?
— Para los pocos cristianos que hay allí y los pocos que pudieron verle fue una visita muy importante porque supuso un revulsivo tremendo para la fe y para la paz y centró la mirada de Occidente en Sudán en un año en el que país se encontraba en plena guerra civil. Fue un primer paso para concienciar al mundo y un impulso para los Acuerdos de Paz que terminarían firmándose en 2005.
— Benedicto XVI insistió recientemente a los obispos sudaneses en “subrayar los valores que los cristianos comparten con los musulmanes, como base para el diálogo”. ¿En qué grado esto es posible en Sudán con el actual proceso de islamización del país emprendido por el presidente Omar al-Bashir?
— El problema es que no se sabe qué va a pasar, cómo va a reaccionar Al-Bashir. La incertidumbre es absoluta. Con sus últimas declaraciones, en las que anuncia la radicalización del islam en el norte, parece querer animar a los cristianos que habitan allí a irse al sur y poder construir un país totalmente islamizado, que es lo que lleva queriendo hacer desde siempre. Lo que no le hace gracia es que para eso tenga que renunciar a una porción importante del país.
La pugna por los recursos
— Los dirigentes del norte y los del sur han estado negociando sin llegar a un acuerdo sobre la celebración de otro referéndum para decidir quién se quedará con la región de Abyei, con importantes riquezas naturales. ¿Las tensiones en el país se deben también a la pugna por los recursos?
— Uno de los grandes problemas de Sudán es que las riquezas naturales están en el sur, donde se han encontrado unas reservas de petróleo importantes. Sin embargo, en el sur no están preparados para explotarlas, no cuentan con la infraestructura necesaria y no parece que pueda haberla a corto plazo. Entre tanto, los intereses internacionales ya han metido mano asegurándose una parte de todo ese negocio. La explotación de esos recursos, aunque se haga de manera internacional, en parte influirá positivamente en el desarrollo del sur del país, algo que el norte no ve con buenos ojos.
— ¿Cómo afectará la división del país al conflicto de Darfur?
—Darfur tiene su propia historia. Es un conflicto en el que intervienen muchos intereses distintos, un conflicto de fronteras en el que están involucrados Chad, la República Centroafricana, incluso Egipto, que está más lejos. Darfur es un tema que se ha ido de las manos hace demasiado tiempo, es una crisis humanitaria brutal que nadie ha sabido controlar y a la que en nada ha ayudado la opacidad del gobierno sudanés, que se ha resistido a dejar entrar allí observadores o misioneros. Se trata de un conflicto distinto del que existe entre el norte y el sur. Como otros tantos que no son conocidos por Occidente, no son tensiones de tipo religioso o étnico, sino que tienen que ver con las tierras, que al ser pobres y escasas, hacen que la gota de agua se valore a precio de vida humana.
—¿En qué medida los conflictos tribales añaden más tensión a la división religiosa entre musulmanes y cristianos o animistas?
— Un gran problema de África es el tribalismo. ¿Por qué es un problema? Habría que preguntarse si la razón es que es incompatible con nuestra concepción de la civilización. ¿Antes de que llegase Occidente a África tenían esos problemas o los hemos provocado nosotros cuando hemos intentado imponer una mentalidad que no casa con su cultura? La Iglesia lo ha hecho muy bien en África porque en la inmensidad de carismas que tiene, los hay propiamente africanos, como el de los combonianos o el de los misioneros de África. Primero se inculturan y luego transmiten la fe y enseñan el Evangelio. Lo primero que hacen es hacerse africanos. Un carisma equiparable en la India es el de las Misioneras de la Caridad. La Iglesia no hace como algunas ONG o instituciones internacionales, que llegan a África y plantan su edificio con su bandera, sino que se hace africana para posteriormente transmitir los valores del Evangelio. Una de las frases que más me gusta de san Daniel Comboni es que “Jesús también era africano”.
La labor de Ayuda a la Iglesia Necesitada en Sudán
— Ayuda a la Iglesia Necesitada ha centrado su campaña de Navidad de este año en el apoyo a los proyectos pastorales y misioneros en este país africano. ¿Desde hace cuánto tiempo trabaja AIN en Sudán?
— Nuestro primer gran proyecto se inició en 1983, pero ya se había empezado a trabajar antes en este país, al menos desde los primeros años ochenta, fecha clave porque es cuando se inicia la segunda guerra civil, cuyo detonante es el proceso de islamización radical iniciado por el gobierno de entonces. Los cristianos ya estaban un poco hartos de sufrir persecución y discriminación, sobre todo discriminación racial. En Sudán los habitantes del norte son en su mayoría árabes musulmanes y los negros en cambio son cristianos y se les trata como si fueran ciudadanos de segunda clase.
Uno de los proyectos con los que entró AIN fue la creación, a petición de los obispos de allí, de una red de escuelas católicas por todo el país, denominadas “Escuelas de la esperanza”, porque casi solo había colegios públicos en los que se impartía educación coránica. Es una manera de hacer presente la cultura y la educación cristianas. Así es como se introduce AIN en Sudán. A partir de ese momento comienzan a desarrollarse otros proyectos, como la reconstrucción de iglesias y seminarios, y otros de subsistencia, de formación, becas, etc.
Este proyecto es muy importante porque, aunque pueda parecer un proyecto social, es pastoral. En un contexto de islamización brutal, que pueda haber educación católica es un objetivo pastoral. Se engloba dentro de la estrategia de proyectos de AIN repartidos por todo el mundo. En cualquier caso, la idea es que terminen gestionándolo ellos mismos, y de hecho nos han pedido ahora una última partida de dinero porque piensan que pueden ser autosuficientes.
— ¿Qué proyecto destacarías de entre los que impulsáis en esta Campaña de Navidad?
— Todos tienen importancia, pero hay uno que creo que llama más la atención. Se trata de la reconstrucción de un seminario en el sur del país, importantísimo porque en el sur ahora mismo no hay seminario, y si en el referéndum se decidiese la independencia, no se podría formar sacerdotes. El único seminario que hay en Sudán se encuentra en el norte, en Jartum, y está allí porque es donde ha podido estar. Se trata de un seminario itinerante que en los últimos 28 años ha tenido siete sedes distintas: se destruía una, y la estructura de la institución se iba a otro sitio, donde se volvía a construir, y ahora mismo está en Jartum, en la capital. Todas las vocaciones del sur tienen que ir al norte. El sur es mucho más pobre, y aunque anteriormente ha tenido sede también allí, desde el punto de vista económico y logístico es más difícil mantenerlo.
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