La importación de ropa usada en Kenia
Nairobi. Durante una visita a Londres, un keniano adinerado había pagado un alto precio por una chaqueta de piel, de firma, ojeada en una de las tiendas más lu-josas de la capital británica.
De vuelta a Nairobi, mientras conducía su Mercedes, se fijó en un hombre con pinta no precisamente de millonario, que lucía una chaqueta de piel sospechosamente igual a la suya.
Sin dudarlo, bajó del coche y pidió al hombre examinarla. Efectivamente era la misma, hasta la firma. Sorprendido, le preguntó:
¿Dónde la has comprado?
En Gikomba (el mercado de ropa de segunda mano en Nairobi).
Y ¿cuanto te costó?
250 chelines (unos tres dólares).
La diferencia de precios no sorprende cuando se conoce el fenómeno mitumba. Mitumba es palabra swahili que quiere decir paca o fardo, en este caso de prendas de segunda mano, embaladas en unidades de unos 50 kilos cada una.
El comercio ya florecía antes de la independencia. Las prendas se vendían en tiendas especializadas situadas en el centro de la ciudad.
Con la independencia se le ocurrió al gobierno que Kenia debía desarrollar su sector textil. Se cometieron los errores de siempre: protección por medio de aranceles, prohibición de importar mitumba, industrias que empiezan a lo grande, y situadas lejos de Nairobi para «descentralizar» y desarrollar las zonas más atrasadas del país.
Durante unos veinte años la industria textil logró producir prendas de excelente calidad, pero fuera del alcance de los sueldos de la mayoría. Costaban menos que prendas nuevas de importación, pero mucho más que las de mitumba de contrabando.
El contrabando florecía imparable. En una ocasión la policía detuvo a un contrabandista caminando por la sabana de Taveta con seis o siete chaquetas y otros tantos pantalones, todo puesto. Y la gente seguía comprando, a pesar de restricciones formales e informales. Hasta los años ochenta las prendas mitumba eran de mala calidad, así que las clases media y alta las veían muy mal, y hasta prohibían a sus sirvientas vestirse con ellas. Muchos fardos, destinados a instituciones caritativas, iban sin embargo a parar al mercado de segunda mano.
En los años ochenta hubo un salto de calidad. Las prendas mitumba, que antes llegaban solo de Estados Unidos, empezaron a llegar también de Sudáfrica, Dubai y Europa. Y en vez de llegar en fardos sueltos, llegan en contenedores. Entre las prendas de segunda mano ahora las había también firmadas: Karl Kani Jeans, Marks and Spencer, Ralph Lauren, Yves Saint-Laurent, Giorgio Armani, Gucci y otras firmas famosas de Europa y América.
Mercados al aire libre
Entretanto las políticas impuestas por el FMI dieron al traste con el empleo de decenas de millares de trabajadores, entre ellos la mayoría de los que trabajaban en la industria textil. Esta se redujo a talleres que siguen produciendo todo tipo de prendas, pero los sueldos bajos siguen empujando a la mayoría de gente a comprar mitumba, mientras los que ganan más pueden permitirse los productos del mercado formal.
En los años noventa el gobierno tuvo que arrojar la toalla y autorizar la importación libre de mitumba.
En los contenedores que provienen de EE.UU. o Canadá hay mitumba destinada aparentemente a instituciones caritativas. Pero a estos se han añadido los que vienen de Dubai o de Europa, con prendas de calidad, aunque no siempre del tamaño deseado. Los compradores tienen sus contactos en los lugares de origen, lo que les garantiza buena calidad. Por su parte, los proveedores han logrado crearse una buena reputación que les garantiza la confianza del comprador.
Cada fardo contiene unas cien prendas de un tipo: camisas, zapatos, pantalones o lo que sea. El comprador se fía de la calidad sin abrirla. Luego saca las prendas, las lava, plancha y vende en uno de los muchos mercados al aire libre. Una camisa de muy buena calidad cuesta 80-150 chelines, entre uno y dos dólares.
Todo el mundo gana con la mitumba, especialmente el que importa el contenedor. Un contenedor de 20 pies le cuesta unos 46.000 dólares, y logra vender sus contenidos por 66.000.
Los que se benefician más del comercio de mitumba son los que antes tenían que ir descalzos y harapientos. Ahora todo el mundo viste decentemente, aunque, como es lógico, sin tener muy en cuenta el último grito de la moda.
Silvano Borrusoe-mail: silbor@strathmore.ac.ke____________________> Ver primera parte de este servicio: África en la calle.