Tras la aparición del primer banco de alimentos en 1968 en Phoenix (Arizona), la iniciativa se ha ido extendiendo y ya hay alrededor de 600 en todo el mundo. Su trabajo consiste en conseguir alimentos que sobran en algunos sitios para repartirlos entre centros asistenciales.
John Van Hengel, un hombre preocupado por los vagabundos, fue el fundador del primer banco de alimentos, el St. Mary’s Food Bank, en 1968. Le dio la idea una mujer sin medios económicos y con nueve hijos, quien le contó que se las arreglaba para alimentar a sus criaturas gracias a los alimentos que se caían de los camiones que descargaban comida en los supermercados. Nadie se ocupaba de recogerlos. Era un auténtico «banco de alimentos», le dijo la mujer. Y además, no le preocupaba que su «secreto» fuera descubierto, pues estaba segura de que con la cantidad de comida que se desperdiciaba podrían alimentarse muchas familias. A Van Hengel le gustaron la idea y el nombre, y se lanzó a hacerlo. La idea se propagó con rapidez, alentada por el gobierno.
Un banco de alimentos es un centro receptor de productos ofrecidos desinteresadamente por empresas, cadenas de distribución, supermercados, organismos oficiales, particulares… El Banco los clasifica y almacena, en general por poco tiempo, y los distribuye a centros asistenciales, a los que se quita la preocupación diaria de buscar comida.
Sólo se reparte a instituciones
Nunca se trata directamente con las personas necesitadas, sino con los centros que las atienden. La colaboración entre bancos de alimentos y centros asistenciales ha de ser seria. Las asociaciones benéficas que reciben los alimentos firman un convenio en el que se les exige cumplir unas condiciones.
Las formas de obtener los alimentos son diversas. Se aceptan donativos de particulares, se hacen colectas, se buscan empresas o centros de distribución que estén dispuestos a dar gratis alimentos que, de otro modo, se destruirían. Hay que tener en cuenta que las empresas, por sistema, lanzan más productos al mercado de los que esperan vender. Por otra parte, hay una serie de motivos que permiten disponer de alimentos en buen estado: sobreproducción ocasional, cambio de producción, devoluciones por desperfecto en los envases, proximidad de la fecha de caducidad…
En Europa, los bancos de alimentos también reciben excedentes alimentarios del Fondo Social de la Unión Europea, organismos estatales, cooperativas, etc. Por otro lado, subvenciones y otras ayudas contribuyen a sufragar los gastos de oficinas, naves de almacenamiento, cámaras frigoríficas, teléfono…
Necesidad de voluntarios
La gran mayoría de las personas que trabajan en los bancos de alimentos son voluntarios. Las funciones que realizan van desde conducir una furgoneta hasta tareas burocráticas, gestiones de posibles convenios con empresas alimentarias, etc.
Los bancos de alimentos se establecen por ciudades, en cada una de las cuales ha de haber un grupo de voluntarios interesados en promoverlo.
Los bancos no sólo sirven para resolver la alimentación de mendigos y vagabundos. Son muchas más las personas que pasan hambre en todas las ciudades importantes del mundo rico. Es la llamada «nueva pobreza», dentro de la que se encuentran parados, deficientes psíquicos, ex drogadictos en vías de rehabilitación, inmigrantes, etc.
En Estados Unidos y en Europa
De los aproximadamente 600 bancos de alimentos que hay en el mundo, la mayoría están agrupados en dos grandes federaciones, la de EE.UU. y la europea.
Tras la creación del St. Mary’s Food Bank, los bancos de alimentos se extendieron por EE.UU. Hoy son 187 y distribuyen más de 120.000 toneladas anuales de productos. En 1979, el Estado pasó de dar dinero a donar alimentos. Con estas donaciones, más la colaboración de la industria, se fundó en ese año la Segunda Cosecha (Second Harvest), que funciona como cámara de compensación y empresa de servicios para todos los bancos.
Los bancos de alimentos no llegan a Europa hasta 1984, año en que se abre el primer banco en París. En 1985 empieza el de Bruselas y poco a poco la idea va extendiéndose por Europa.
A España llega en 1987, cuando nace la fundación privada Banc dels Aliments de Catalunya. Años después surgen los bancos de Gerona y Alicante. En 1993 comienza su andadura en Madrid la Fundación Banco de Alimentos de España, que es la que ha extendido la idea por todo el país. Hoy existen cerca de 40 bancos de alimentos en España.
«Las empresas economizan dos veces regalándonos los alimentos»Los bancos de alimentos españoles repartieron el año pasado cerca de 15.000 toneladas de comida a los centros asistenciales. De su reparto se ocuparon los 34 bancos que están bajo la coordinación de la Fundación Banco de Alimentos de España. Conversamos con José María Sanabria, fundador y director general de la Fundación, y Juan Torres, jefe de aprovisionamiento de la misma institución.
– Pasada más de una década desde la creación del primer banco de alimentos en España, ¿cómo ven la evolución de estas instituciones?
– La mayoría de los bancos de alimentos se ha creado en los últimos cuatro años. Entre los tipos de centros con los que colaboramos se encuentran parroquias (25%), comedores de indigentes (22%), centros para enfermos y discapacitados (17%), disminuidos psíquicos (13%), residencias de ancianos (10%), centros de acogida de terminales y residencias infantiles (6%), inmigrantes (4%) y conventos de clausura (3%).
– ¿Cuántas personas trabajan en un banco de alimentos?
– En el banco de Madrid hay unas treinta personas. Madrid y Barcelona son más grandes. Pero hay sitios donde trabajan menos. En Palencia, por ejemplo, funcionan sólo el fin de semana.
– ¿En qué consiste la tarea diaria en un banco de alimentos?
– Durante la semana se recogen los alimentos, se clasifican, se almacenan y se distribuyen.
– ¿Se analizan todos los alimentos?
– Sólo algunos. Por ejemplo, el año pasado, algunos días nos llegaron 93.000 yogures. Eso no se analiza porque vienen dentro de la fecha de caducidad, están etiquetados, etc. Cuando nosotros los damos es como si se comprasen en un supermercado. En otros casos, sí. Una vez nos enviaron unos jamones. Tenían buen aspecto, pero el veterinario partió uno y estaba lleno de gusanos. Partió otro: igual. En la empresa se habían dado cuenta y dijeron: «esto, para el banco de alimentos». El gasto fue para nosotros, pues los tuvimos que tirar. Desde luego, con esa empresa ya no queremos saber nada.
Alimentos no perecederos, lo más difícil
– ¿Con qué empresas hay convenios?
– Hay convenios de palabra y por escrito. En centros como Pryca o Eroski es lógico que haya un convenio escrito, porque cada establecimiento tiene un director y hay que mostrarle el acuerdo al que hemos llegado con la central para obtener los alimentos.
– ¿Hay algunos alimentos especialmente difíciles de conseguir?
– Los difíciles de conseguir son los no perecederos. El aceite, por ejemplo. Es por el precio y porque lo almacenan.
– ¿Qué ganan las empresas donando los alimentos?
– Hay empresas que no saben qué hacer con los alimentos sobrantes. Destruirlos cuesta mucho dinero. Es más fácil darlos. Además, economizan dos veces dinero, porque dándolos también desgravan. Por otro lado, también hay un deseo de cooperación social.
– ¿Son los supermercados los principales proveedores?
– No sólo ellos. Un día nos llamó un señor y nos dijo que tenía tres millones y medio de botes de carne con tomate de 400 gramos cada uno. Fuimos a verle y lo aceptamos. Al final nos dio 600.000, porque quería ver si vendía el resto.
– ¿De dónde sale el dinero para este tipo de gestiones?
– En este caso conseguimos que nos regalasen el transporte. Las empresas, si tienen que tirar algo, han de meterlo en un camión y llevarlo a donde lo tiran. No les cuesta nada traérnoslo a donde nosotros los recogemos. Algunas empresas lo hacen; otras no.
– ¿Qué más modos de financiación hay para los gastos de los bancos de alimentos?
– Hay patronos. Sobre todo, donaciones particulares. También hay suscripciones.
– ¿Qué se pide a los voluntarios?
– Se busca la profesionalidad. ¿Qué profesionales hay que puedan dedicarse a esto? Un buena parte son jubilados. Pero también hay jóvenes. Por ejemplo, en el banco de Madrid la proporción es de mitad y mitad. Hay muchos modos de colaborar. Se puede ir a ver empresas para buscar donantes, pedir a transportistas que nos hagan transporte gratis… Hay muchos que llevan un cargamento y vuelven vacíos. Les pedimos, por ejemplo, que, si van a Valencia, en el viaje de vuelta nos dejen algo en Albacete. Por otro lado, casi todos los bancos tienen furgonetas. No se irá a distribuir a Galicia desde Sevilla, pero sí se puede ir por los alrededores, ir a recoger a la provincia. Otros se dedican a captación de fondos, otros a los cursos de formación. A cada uno se le aprovecha en lo que más vale.
– ¿Hace falta mucho personal?
– En la Fundación, lo que necesitamos ahora mismo es más gente cualificada. En los bancos que hay por España hacen falta muchos voluntarios.
Jordi Benítez