Más de la mitad del PIB de China corresponde ya al sector privado, que se ha convertido en el motor de una economía lanzada a un crecimiento del 9,5% anual. Esta es la conclusión de un informe que por primera vez la OCDE dedica a China. Los expertos de la OCDE prevén que para el 2010 el gigante asiático puede llegar a ser el primer exportador mundial, desplazando a Estados Unidos y Alemania.
Según el informe, el crecimiento económico chino favorecido por las reformas emprendidas hace dos décadas «ha inducido una de las transformaciones económicas más rápidas y sostenidas de los últimos cincuenta años».
Aunque es difícil medir con precisión la talla del sector privado chino, la OCDE afirma que «si se definen como privadas todas las empresas que no son de propiedad estatal ni de propiedad colectiva, el sector privado originaría el 57% del valor añadido producido en 2003 por las empresas no agrícolas».
Mientras en lo político China sigue aferrada al modelo comunista, las reformas económicas en la línea de la economía de mercado han favorecido la emergencia de un pujante sector privado que aventaja cada vez más al estatal.
La fiebre exportadora china se basa esencialmente en el sector privado, que en 2003 fue el responsable de las tres cuartas partes de las exportaciones. En cuanto a la productividad, las empresas privadas emplean menos capital y mano de obra en su producción que las del Estado. La productividad global del sector industrial privado se estima que duplica a las empresas públicas.
En cuanto a la rentabilidad, en las empresas privadas ha crecido mucho hasta alcanzar una media del 15%. En el sector industrial del Estado, en una minoría de empresas la rentabilidad ha aumentado hasta situarse en un 10% en 2003, pero más del 35% del conjunto de empresas estatales son deficitarias.
Vistas las diferencias entre ambos sectores, las autoridades han reducido el tamaño del sector público, procurando cerrar las empresas deficitarias. Entre 1998 y 2003, las empresas industriales estatales se han reducido en más de la mitad, siguiendo el criterio de cerrar las pequeñas empresas deficitarias y reestructurando las grandes. Esto ha provocado la supresión de 14 millones de empleos en el sector estatal, mientras el sector privado absorbía esta mano de obra.
Donde apenas ha entrado la iniciativa privada es en el sector bancario, dominado casi en su totalidad por el Estado. Recientemente se han introducido reformas en la banca destinadas a amortizar el inmenso «stock» de créditos impagados de empresas públicas (equivalente a un 30% del PIB). Esto supondrá una fuerte carga en el presupuesto del Estado, pero, según el estudio de la OCDE, parece asumible dado el fuerte crecimiento económico. El estudio destaca también la necesidad de que las empresas puedan tener más fácil acceso a los mercados de acciones y obligaciones para financiarse.
El fuerte crecimiento económico ha reducido mucho el número de pobres, pero todavía hay 173 millones de chinos que viven en extrema pobreza (cfr. Aceprensa 100/05). De todos modos, el nivel de renta es todavía bajo (5.600 dólares) y las desigualdades crecen. El gasto social que podría aliviar la pobreza resulta escaso. En particular, el gasto público en educación y sanidad es bajo, y a menudo las autoridades locales no tienen los recursos para cubrir estas necesidades. Sin embargo, habría margen para aumentar el gasto, ya que el estado de las finanzas públicas es bueno: el déficit presupuestario en 2004 fue inferior al 1% del PIB y la deuda pública ha permanecido estable en torno al 23%.
El informe de la OCDE considera que para reducir las desigualdades de renta habría que suavizar las restricciones para emigrar del campo a la ciudad y reformar el derecho de propiedad agrícola.
En definitiva, el estado de China es el de un país con un sistema de partido único comunista, y una economía cada vez más capitalista, con menos pobres y más desigualdades, sin la red de seguridad que supone el gasto social en los países más adelantados.