Contrapunto
En la actual economía globalizada se observan fenómenos que trastocan el modelo acostumbrado del reparto del trabajo entre países ricos y países en desarrollo. El ingeniero informático de Seattle ve cómo su empleo se esfuma en provecho de un informático de Bangalore, mientras que el campesino de Mindanao comprueba que un libre comercio trucado le priva de sus medios de subsistencia para favorecer al agricultor rico de Montana.
El sector de la tecnología de la información va a seguir creando empleo. Pero puede que lo haga más en Bangalore y Pekín que en California. Como ya ocurrió antes en la industria, compañías del sector informático están transfiriendo empleos de «cuello blanco», a menudo bien pagados, hacia países como India, China o Filipinas, donde el coste salarial es menor.
IBM ha comunicado que tiene previsto trasladar parte del trabajo que ahora se hace en EE.UU hacia países como la India, cuyos informáticos gozan de un merecido prestigio profesional (International Herald Tribune, 23 de julio de 2003). Otras compañías, como Oracle y Microsoft, piensan hacer lo mismo. Y cuando hay que hacerlo porque la competencia lo hace, el fenómeno es como una bola de nieve. La consultora Forrester estima que 450.000 empleos del sector informático podrían ser transferidos al extranjero en los próximos 12 años, lo que equivaldría al 8% del empleo de este sector.
Esto significa que ya ahora informáticos de EE.UU. se están quedando en paro. O bien su último y frustrante empleo consiste en adiestrar a los extranjeros que van a sustituirlos. En EE.UU. hay una categoría de permisos de trabajo que se conceden -incluso hasta por siete años- para que las empresas puedan transferir a sus trabajadores de otros países a las sedes nacionales, de modo que se familiaricen con la cultura de la empresa, o para importar trabajadores con «conocimientos especializados». Y también permite a las empresas que sigan pagando a estos trabajadores los sueldos que cobraban en su país de origen (que en el caso de los programadores indios es la sexta parte de lo que cobra un norteamericano).
Para justificar esta transferencia del trabajo hacia países de menores costes salariales, las multinacionales del sector aseguran que es el único medio para seguir siendo competitivas, que así se reducen también los precios para el consumidor norteamericano y que se favorece el desarrollo de los países pobres. Lo que es bueno para IBM es bueno para América.
Pero los críticos dicen que los empleos que se van al extranjero ya no vuelven. Y que si se siguen perdiendo empleos en este sector, las universidades dejarán de formar los programadores e ingenieros informáticos que el país necesita. Así, paradójicamente, el sector puntero de las economías desarrolladas, destruiría empleo en su propio país para poder seguir estando en vanguardia.
En la agricultura, en cambio, la ventaja comparativa de una mano de obra más barata no juega a favor de los campesinos de los países en desarrollo. Sus competidores en países como EE.UU., la Unión Europea y Japón no solo tienen mejores semillas, equipo y fertilizantes. También están protegidos por altas barreras arancelarias y por unos subsidios que les permiten vender en el mercado internacional a unos precios artificialmente bajos, con los que no pueden competir ni los empobrecidos campesinos del Tercer Mundo.
Un reciente informe de la ONG Oxfam International se centra en el caso de la repercusión de la política agrícola norteamericana en la pobreza de los productores de maíz en México. Gracias a los subsidios a la exportación, EE.UU. es hoy el mayor exportador de maíz del mundo y el proveedor de casi la tercera parte del maíz vendido en México. Pero, según el informe, el precio del maíz ha caído un 70%, con lo que ha aumentado la pobreza de los 15 millones de mexicanos que cultivan maíz. El Tratado de Libre Comercio ha tenido otras ventajas, pero en el caso agrícola no hay tal libre comercio, sino un comercio trucado.
La próxima cumbre de la Organización Mundial del Comercio en Cancún (11 de septiembre) abordará el espinoso problema del comercio agrícola mundial. Un tema vital para los países en desarrollo. Sin duda, es un signo de avance que los informáticos de la India o de China puedan competir con los de California. Pero, hoy por hoy, en estos países hay muchos más campesinos que programadores informáticos.
Ignacio Aréchaga