Desde hace veinte años, la actitud de los países desarrollados respecto a la inmigración ha sido la de frenar a los que querían entrar. Pero ahora, Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Australia y Alemania dan la bienvenida e incluso compiten por atraer a trabajadores procedentes de la India, de China, de Europa del Este. No a todos, claro. Abren sus puertas a los que tienen un título universitario y son expertos en las nuevas tecnologías, un sector donde Occidente empieza a sentir la penuria de trabajadores cualificados. Es otro capítulo donde la declinante demografía amenaza el progreso económico.
En una entrevista publicada con motivo del lanzamiento de su último libro, el gurú del management Peter Drucker advertía la repercusión que iba a tener pronto la baja de natalidad que arrastra Occidente: «Las empresas deberán atraer, conservar y motivar a los asalariados que yo llamo knowledge workers: personas competentes y expertas en un campo. Esta preocupación aumentará a medida que el número de personas de 30 a 35 años baje de manera importante, lo que ocurrirá en los próximos quince años» (Le Monde, 8-I-2000). El mayor reto que deberá afrontar la sociedad, decía, es cómo asimilar esa baja de personas jóvenes, mientras aumenta la esperanza de vida y crece la proporción de mayores de 65 años.
El problema que ya nadie niega es cómo sostener las pensiones y el mayor gasto sanitario de una población envejecida, cuando disminuye el número de activos. Pero no es el único escollo. Ahora empieza a notarse la pérdida de «capital humano» que supone la disminución de jóvenes.
La falta de jóvenes, un freno
Como recuerda el antropólogo y economista francés Emmanuel Todd, «una nación es ante todo una población, cuyas estructuras por edades y niveles de cualificación definen un potencial económico». En Occidente ha habido una mejora sostenida del nivel de formación de los trabajadores. Pero el declive demográfico puede suponer también una merma importante de ese stock intelectual.
En su libro La ilusión económica, Todd aduce las cifras del descenso del número de jóvenes de 20 a 24 años entre 1990 y 2010 en países significativos de Occidente, según previsiones realizadas por la División de Población de la ONU en 1994. EE.UU., con una tasa de fecundidad más alta, es el único país donde el número de jóvenes aumentará en un 5,4%; en una posición intermedia se sitúan Francia, con un descenso del 11%, y Reino Unido, que pierde un 14,5%; el envejecimiento de Alemania y Japón se revela en una baja del 23,7% y del 25,8%, respectivamente; y en el fondo del abismo se encuentran España, que habrá perdido el 36,1% de sus jóvenes, e Italia, con un retroceso del 40,8%.
Ciertamente, esas cifras pueden modificarse por los flujos migratorios, formados sobre todo por gente joven. Pero aunque esto sea un alivio para las pensiones y las necesidades de mano de obra en trabajos no deseados por los nacionales, no cabe esperar que entre los inmigrantes predominen los knowledge workers.
EE.UU. atrae talentos de todo el mundo
Los expertos en las nuevas tecnologías llegarán si hay una política activa para atraerlos, como se viene haciendo en EE.UU. desde principios de los años noventa. Con una política migratoria que permite la entrada de 500.000 inmigrantes legales por año, EE.UU. es un país bastante abierto en comparación con Europa. Pero ya no basta acoger a los que menciona la inscripción de la Estatua de la Libertad: «Dadme vuestras masas cansadas, pobres y hacinadas, que suspiran por respirar libremente». Habría que añadir: «Dadme vuestros ingenieros informáticos, vuestros investigadores, vuestros analistas financieros, por los que suspiramos».
Desde 1990 hay un programa especial (visado H-1B) que, a petición de las empresas que desean contratarles, concede un permiso por tres años (renovable) a trabajadores que tienen al menos una licenciatura universitaria. Al principio, la cuota se fijó en 65.000 permisos anuales y, a partir de 1998, se extendió a 115.000. Pero no es suficiente. Los visados correspondientes al año fiscal en curso se cubrieron en solo cuatro meses. Y en el Congreso hay propuestas para subir el número a 200.000, e incluso para suprimir todo límite hasta el año 2006.
En una economía lanzada con un crecimiento del 4,6% en el último año, y con una tasa de paro de solo un 3,9%, el gran obstáculo empieza a ser la escasez de trabajadores. Es verdad que siguen produciéndose despidos por miles en sectores ya no rentables o en empresas que necesitan «adelgazar». Pero, en el país de la movilidad laboral, las empresas están haciendo levas no solo entre los parados sino entre grupos (estudiantes, retirados, amas de casa, inmigrantes legales o ilegales…) que hasta ahora no figuraban en la población activa (cfr. servicio 62/00).
Lo que escasean sobre todo son los trabajadores expertos en las nuevas tecnologías. En Silicon Valley, las empresas se disputan los expertos disponibles a golpe de stock options. Los bancos de Wall Street no dudan en ofrecer 700.000 dólares anuales a jóvenes analistas financieros con cierta experiencia, con la condición de que permanezcan durante dos años. Para retener a sus empleados, las empresas imaginativas les ofrecen desde mejores platos servidos cuando no tienen tiempo de ir a comer hasta el gimnasio y el lavado de ropa.
India, reserva informática de América
Así y todo, hay que ir a buscar fuera. Desde hace años, empresas del sector de tecnologías de la información han lanzado sus redes en los seis prestigiosos y selectivos Institutos de Tecnología de la India (IIT). «De los 20.000 diplomados en el ITT de Nueva Delhi, 4.000 están actualmente en Estados Unidos», declara su director, Vegesna S. Raju (Le Monde, 29-III-2000). «El 46% de los permisos americanos reservados a profesionales se conceden a indios», agrega.
Con este drenaje de talentos de todas partes, EE.UU. se asegura un cuerpo de elite que refuerza su posición dominante en la economía mundial. Y, a menudo, la obtención de la green card es solo el primer paso para lograr la ciudadanía y quedarse definitivamente en el país.
Podría parecer que, de este modo, los países en desarrollo pierden buena parte de sus mejores trabajadores. Pero en un mundo globalizado, cada vez tiene menos sentido hablar de «fuga de cerebros». Por ejemplo, parte de los indios que van a trabajar a EE.UU. vuelven a su país y crean sus propias empresas, aprovechando sus contactos en América. De este modo, hoy día las exportaciones de sotfware suponen la mitad del valor de las exportaciones de la India a EE.UU. Al mismo tiempo, cada vez más empresas americanas y europeas subcontratan con empresas indias el tratamiento informatizado de aspectos de su gestión que pueden atenderse a distancia (contabilidad, bases de datos de clientes, seguros…) y con un coste menor que en casa.
Bienvenidos a Europa
Europa va a tener más necesidad de expertos extranjeros que EE.UU., habida cuenta de que su déficit de jóvenes irá acentuándose, a consecuencia de una fecundidad insuficiente desde hace años para asegurar el reemplazo de generaciones.
Alemania, con un 9% de extranjeros en su población, empieza a comprender que, dada su demografía catastrófica, está destinada a ser un país de inmigración. Ya la nueva ley de nacionalidad, aprobada el pasado año, concede automáticamente la nacionalidad a los nacidos en el país de padres extranjeros, si uno de los padres lleva en Alemania por lo menos ocho años o posee un permiso de residencia indefinida desde hace tres. También reduce de 15 a 8 años el tiempo de estancia requerido para que los inmigrantes puedan naturalizarse (cfr. servicio 75/99).
El debate sobre la inmigración se reavivó el pasado febrero cuando el canciller Schröder propuso hacer venir de la India a 20.000 informáticos para paliar la escasez de trabajadores expertos en este sector. El canciller contaba con el apoyo de los empresarios que aseguran no encontrar los trabajadores de ese nivel que necesitan. La propuesta rompía con la imagen inveterada de la superioridad del trabajador alemán y con el tópico de que los inmigrantes quitan empleo a los nacionales. Al contrario, Schröder aseguraba que cada uno de estos trabajadores altamente cualificados traería consigo la creación de tres a cinco nuevos empleos hasta el año 2003, sobre todo para los programadores.
Inmigrantes que crean empleo
¿Cómo es posible que en un país con 4 millones de parados no se puedan cubrir esos puestos? Los empresarios dicen que el sistema de formación está mal adaptado y que el paro (9,6% en la actualidad) es estructural. La Universidad, donde los estudiantes se eternizan, no proporciona esos expertos que la industria pide. Bitcom, grupo de comercio industrial, estima que 75.000 empleos están sin cubrir en el campo de las nuevas tecnologías por falta de expertos. Por su parte, la Deutsche Bank afirma en un reciente estudio que la penuria de personal cualificado frena el crecimiento del sector de las tecnologías de la información y de las telecomunicaciones, donde deberían crearse 300.000 nuevos empleos de aquí a 2003.
Los empresarios se quejan también de los obstáculos legales para contratar a extranjeros. Tienen que demostrar que el empleo no puede ser cubierto por un alemán ni por alguien procedente de un país de la Unión Europea, antes de obtener autorización para llamar a un indio o a un ruso.
La oposición democristiana ha criticado la propuesta, alegando que, en vez de aumentar la inmigración, hay que adaptar la formación a las nuevas necesidades. Pero la «nueva economía» no espera. Si antes se acogía a refugiados y peticionarios de asilo por motivos humanitarios, ahora se trata de traer a expertos que se necesitan por motivos económicos.
Ante la polémica suscitada, el gobierno alemán ha decidido que el primer año solo se concederán 10.000 visados de este tipo, por una duración de tres años, ampliable a otros dos. Los que vengan podrán traer a la familia, pero a estos familiares no se les permite trabajar. No son condiciones muy atractivas, y algunos piensan que Schröder se ha quedado corto. Los informáticos indios están en posición de fuerza, habida cuenta de su formación, y es más fácil que se sientan atraídos por los EE.UU., cuya lengua hablan, donde les pagan mejor y donde pueden obtener más fácilmente la nacionalidad.
En Francia también empieza a hablarse de escasez de trabajadores cualificados. Según el Banco de Francia, un tercio de las empresas afirman que no pueden expandir su producción tanto como quisieran por falta de personal. Pero los expertos dicen que, excepto en informática y telecomunicaciones, es exagerado hablar de penuria de mano de obra. En un país con 2,6 millones de parados, el problema de algunos sectores (construcción, restauración, comercio…) es la falta de atractivo de los salarios o de las condiciones de trabajo.
En cualquier caso, aunque el paro ha descendido hasta el 10%, es aún alto y el gobierno no piensa abrir más la mano en la inmigración. En 1998, las autorizaciones de trabajo a extranjeros fueron solo 4.149, menos que en el año anterior. Sin embargo, el Ministerio de Trabajo dio instrucciones discretas para que se regularizara a todo informático extranjero que tuviera un contrato de trabajo. De todos modos, según fuentes del sector, el empleo de informáticos extranjeros es aún marginal y, en vez de traer expertos de fuera, se prefiere crear filiales en el extranjero a las que se subcontratan trabajos (cfr. Le Monde, 29-II-2000).
¿Quién ofrece más?
En la actual economía globalizada, la competencia por atraerse a los expertos en las nuevas tecnologías no ha hecho más que empezar, como advierte Demetrios G. Papademetriou, director del International Migration Policy Program en la Fundación Carnegie (cfr. International Herald Tribune, 22-III-2000). En todos los países desarrollados, parece haber más ofertas de trabajo en este sector que especialistas disponibles. Para rellenar la brecha, Canadá se plantea liberalizar la entrada de estos trabajadores, que encontrarían menos obstáculos legales que en Estados Unidos. Australia ha concedido también todos los visados temporales que necesitan sus empresas para expertos de este tipo. Gran Bretaña está dando también grandes facilidades para ellos y estudia ampliarlas aún más.
Japón, que acusa un rápido envejecimiento de la población y una corta tasa de fecundidad de 1,38 hijos por mujer, se arriesga a que su población disminuya un 17% en el próximo medio siglo. Para evitarlo, gobierno, expertos y economistas empiezan a admitir que el país debe abrirse más a la inmigración. Esto supone cambiar la resistencia social a aceptar extranjeros, basada en la tradición de insularidad, y dejar de mirar por encima del hombro a otros asiáticos. Si actualmente los extranjeros suponen apenas un 1% en una población total de 126 millones, hará falta abrir las puertas a más, aunque solo fuera para encontrar a gente que se ocupe de cuidar a los ancianos. Estos no son trabajadores high tech, pero no por eso menos necesarios.
Europa no encuentra a los trabajadores que necesita
La tasa de actividad de la población adulta de la UE y Estados Unidos ilustra la diferencia de empleo entre los dos territorios: mientras en el primero trabaja el 61%, en el segundo lo hace el 75%. Según un reportaje que publica la revista Time (8-V-2000), si la tasa de actividad de la UE se equiparara a la de EE.UU., habría 32 millones más de trabajadores. La falta de adaptación de la mano de obra a los empleos que requiere la sociedad, los obstáculos a la movilidad de los trabajadores y la mayor generosidad de los subsidios de desempleo son algunas de las principales causas de los 15 millones de desempleados que hay en la Unión Europea.
Dentro de la falta de adaptación de la mano de obra al mundo laboral, la escasez de personal cualificado ocupa un capítulo destacado. Según un estudio de la empresa International Data Monitor, encargado por Microsoft, Europa occidental se enfrentará en 2003 a una escasez de 1.700.000 profesionales de tecnologías de la información. En la actualidad, la Comisión Europea señala que las firmas europeas solo cubren el 25% de las necesidades de tecnologías de la información de la UE. El resto lo completan las norteamericanas.
Sin embargo, las tecnologías de la información no son el único frente en el que falla la mano de obra. En Europa escasean también contables, soldadores y operadores de máquinas herramientas. Además, también los sectores de producción tradicionales necesitan personas con conocimientos tecnológicos que puedan entenderse con los clientes para conocer sus necesidades.
También se advierte la falta de adaptación entre los estudios que escogen los universitarios y las necesidades del mundo laboral. Por ejemplo, la matriculación en química o ingeniería metalúrgica está por debajo de lo necesario para reemplazar a los trabajadores de estos sectores. En Bélgica, cada año se licencian 2.000 estudiantes de informática, mientras que serían necesarios 6.000.
Los obstáculos a la movilidad de los trabajadores dentro del propio país y en el conjunto de la Unión Europea también frenan el descenso del desempleo. La dificultad para cambiar de vivienda, el no poder transferir los derechos de jubilación a otros países, y diferencias idiomáticas son algunos de los principales problemas.
Otro de los inconvenientes es la falta de motivación de los parados, cuando apenas hay diferencia entre el subsidio de desempleo y un puesto de bajo nivel. En Bélgica, por ejemplo, un cabeza de familia que pierde su empleo puede ganar el equivalente a 145.000 pesetas, sin límite de tiempo. Algunos países, como Holanda, Reino Unido o Dinamarca están empezando a poner freno a estas medidas. Dinamarca, por ejemplo, aunque no ha reducido radicalmente el dinero del subsidio, sí ha acortado el período de pago de 9 a 4 años.
La inactividad de las personas próximas a la jubilación es otro aspecto en el que Estados Unidos aventaja a Europa. Aunque la edad de jubilación suele estar establecida en los 65 años, en la UE la tasa de inactividad de los hombres entre 55 y 64 años ha pasado del 42% en 1983 al 51% en 1999. En Estados Unidos, la tasa de inactividad solo subió dos puntos en el mismo período. Actualmente está en el 32%.
Pero la diferencia es también notoria en el caso de las mujeres: en la UE solo trabaja la mitad, mientras que en EE.UU. están empleadas más de los dos tercios. También se observa que las mujeres trabajan más en países donde se han creado más servicios para la custodia de los niños y donde los salarios están más equilibrados.
La UE también ha registrado un aumento de los contratos temporales. Del 13,2% de 1995 se ha pasado al 14,9% en 1999. España, con el 30% de tasa de temporalidad, va en cabeza de la UE. Italia, Bélgica y Austria (todas alrededor del 8%) tienen las tasas más bajas.
La suma de todas estas causas contribuye a que los parados europeos tarden más en encontrar empleo que los estadounidenses. Según el informe de mayo del Banco Central Europeo, tan solo el 8% de los parados estadounidenses hubieron de esperar más de un año para encontrar trabajo en 1998, y el 42% estuvo desempleado menos de un mes. Mientras tanto, en la Unión Europea el porcentaje de desempleados durante más de un año superó el 50% y el de más de dos años rebasó el tercio.