En un mensaje a los participantes en el congreso mundial de la Unión Cristiana Internacional de Dirigentes de Empresa (UNIAPAC), celebrado en Lisboa del 22 al 24 de noviembre, el Papa Francisco invitó a los ejecutivos a considerar su “noble vocación” a la luz de tres principios de la doctrina social de la Iglesia.
En las condiciones actuales, con trepidantes ritmos de trabajo, los ejecutivos se ven en la tesitura de tomar decisiones que requieren mantener “un delicado equilibrio” entre “una innovación y una producción cada vez más competitivas”, de un lado, “y la perspectiva de un progreso dentro del horizonte más vasto del bien común, de la dignidad humana y del justo empleo de los recursos naturales confiado a nuestros cuidados”, de otro. ¿Cómo afrontar la “tirantez entre estos valores”? El Papa indicó tres principios generales.
En primer lugar, “la centralidad de las personas individuales”, que ha de llevar a los ejecutivos a preocuparse de que “las condiciones de trabajo estén siempre al servicio de la comunidad”. Así, los empleados sabrán que “su dignidad y circunstancias son respetadas y no simplemente explotadas”.
En segundo término, los objetivos de la empresa “deben siempre guiarse por la regla del bien común”. Entre otras cosas, este principio “guía la responsabilidad social de las empresas, su investigación y tecnología, y sus servicios de control de calidad, hacia la construcción de una sociedad más humana y fraterna”, a la vez que “señala el camino hacia un crecimiento equitativo”. Y citando la Evangelii gaudium, recordó a los empresarios que su trabajo debe dejarse interpelar “por un sentido más amplio de la vida” (cfr. n. 203).
Finalmente, les exhortó a no “perder de vista el valor moral y económico del trabajo, que es nuestro medio de cooperar con Dios en una ‘creación continua’, que impulsa la venida del reino de Dios mediante la promoción de la justicia y la caridad social, y el respeto de las dos dimensiones, individual y social, de la persona humana”.