La crisis de los populismos petroleros

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El frenesí de los altos precios del petróleo sirvió en algunos países productores para envalentonar regímenes sostenidos por la promesa de una autarquía nacionalista, que debía realizarse bajo la autoritaria conducción de un presidente-profeta. Pero la llegada de la crisis ha comenzado a mostrar que las políticas de estos “hombres fuertes”, en realidad, les han hecho más dependientes que nunca de los azares de la economía global.

Putin, Ahmadineyad, Chávez. En un reportaje para Newsweek, Rana Forohaar plantea que el liderazgo de estas tres figuras, edificado sobre un discurso desafiante a los valores del orden occidental -capitalismo y democracia-, podría revelarse más pronto que tarde como el de ídolos con pies de barro. O, más bien, de petróleo: ante el desplome de los precios, se pregunta Forohaar, ¿qué posibilidades tienen estos regímenes, cuyo proyecto político parecía depender directamente de una heterodoxia económica sustentada por la renta petrolera?

Putin esperaba retar a la OPEP con un nuevo cártel del gas, mientras prosigue su pulso con Estados Unidos por el control de los gaseoductos en Europa Oriental y en Asia Central. Ahmadineyad y Chávez aspiraban a convertirse en líderes regionales: con el respaldo, en el primer caso, de armas nucleares; y mediante la creación, el venezolano, de organismos multilaterales en Latinoamérica como el Banco del Sur, el Alba y Unasur.

Falta de inversión en la industria

Pero no es sólo la caída de los precios lo que afecta a los “zares” del petróleo, como los llama el reportaje de Newsweek: también se destaca que la contracción global del crédito golpea muy especialmente a estos regímenes, cuyo afán de mantener el gasto ha provocado la profundización del déficit y ha elevado la inflación hasta los dos dígitos. Según previsiones de Morgan Stanley, Rusia sufrirá una bajada del PIB de alrededor del 3,5% este año, mientras que la economía venezolana perderá un 1%. Con la huida de la inversión extranjera, que ha sido en Rusia más rápida que en cualquier otra economía emergente, el mercado de valores de este país ha sufrido un desplome que el verano pasado rozó el 75%.

En Irán, por su parte, donde el petróleo representa más del 85% de las exportaciones y el 70% de los ingresos presupuestarios del Estado, la política monetaria del régimen ha disparado la inflación hasta cerca del 30%, y miles de millones de dólares de ayudas a los negocios han sido dilapidados. El país no ha invertido en desarrollar su propia industria de refinería y se ve obligado a importar gasolina, un producto que desde 2007 permanece racionado.

Otro tanto sucede con el gobierno “bolivariano” de Chávez. Al asumir el poder vendía el barril de petróleo a 9 dólares y exportaba 40.000 barriles diarios de gasolina. Pero, después de haber llegado a vender el barril a 122 dólares, se ve ahora obligado a importar entre 50.000 y 60.000 barriles diarios de gasolina o componentes para la satisfacción del mercado interno. Desde que Chávez intervino la petrolera estatal PDVSA (con el despido masivo de cerca de 20.000 trabajadores que firmaron la petición de un referendo para revocar su mandato), la producción de crudo ha caído en más de 800.000 barriles diarios y se han producido 157 accidentes, con 48 empleados muertos y 138 lesionados.

Cuando el alza de los precios estaba en plena ebullición, Chávez volvió a nacionalizar muchas de las industrias petroleras que operaban en su país e introdujo subidas impositivas de más de 16 veces para las compañías extranjeras; muchas de ellas, como es lógico, se marcharon. Ahora, con el precio de la cesta de exportación por debajo de los 40 dólares por barril -20 dólares menos de lo calculado para que el aporte petrolero al fisco participe en los gastos nacionales-, el régimen ha tratado de atraerlas nuevamente.

La clave de esta debacle está en que estos gobiernos no se han preocupado por fortalecer la inversión para mejorar sus propias instalaciones petroleras, ni han diversificado sus exportaciones con productos distintos del petróleo. Los hidrocarburos se han mantenido como un maná subterráneo para financiar las políticas de subsidios con las que los líderes han pretendido sostener sus cotas de popularidad, y apenas se han previsto otros objetivos. Una situación que contrasta, por ejemplo, con la de Arabia Saudita (cfr. Aceprensa 30-07-2008).

Problemas de gobernabilidad

Al hacer agua el barco de la economía parece también que el timón ha comenzado a descontrolarse entre las férreas manos de los líderes populistas. En Rusia han estallado numerosas protestas callejeras motivadas por las subidas de impuestos y por el impago de salarios en la industria del acero y en la de las manufacturas. Como respuesta, el gobierno ha lanzado una serie de leyes represivas, una de las cuales llega al extremo de convertir los “desórdenes masivos” en un “crimen contra el Estado”. Mientras tanto, el Kremlin ha debido renunciar a su propósito de despedir a 280.000 oficiales de la Armada, y el ministro del Interior ha dispuesto tres “centros de operaciones especiales”, dotados con equipos de vigilancia, para ayudar a controlar la violencia callejera.

Ahmadineyad, por su parte, ha probado dos directores al frente del Banco Central, el último de los cuales le acusó públicamente de saquear el fondo soberano de la nación; ha cambiado a sus ministros de Economía y Petróleo, y ha culpado de los problemas a una economía que, según dice, se encuentra “bajo el control de las mafias”. Las fábricas en Irán cierran masivamente, se ha disparado el paro, y el popular ex presidente reformista Muhammad Jatamí se enfrentará a Ahmadineyad en las elecciones del próximo junio.

El Jebhe Peyrovane Imam va Rahbari (un frente formado por las catorce principales coaliciones conservadoras del país) ha señalado, ante la convocatoria electoral, que “el Líder Supremo -Alí Jamenei- quiere un Gobierno más efectivo”. El ayatolá ordenó que el 20% de las futuras ganancias petroleras se guardara en un nuevo fondo, lo que para algunos significó que estaba poniéndolas fuera del alcance de Ahmadineyad.

Ante la nueva política energética de Estados Unidos

Otra amenaza que pende sobre los populismos petroleros es la intención que el gobierno de Barack Obama ha manifestado de “eliminar nuestras importaciones actuales de Medio Oriente y de Venezuela”, un propósito que debería concretarse en un plazo de diez años. Durante este período se invertirán 150.000 millones de dólares en el Nuevo Plan Energético para Estados Unidos, destinado a fomentar el desarrollo de las energías renovables. Tomando en cuenta que el año pasado el país dedicó sólo 1.200 millones de dólares a estos temas, es claro que un aumento a 15.000 millones anuales representa un cambio estructural en el modelo energético y económico.

A pesar de que la crisis económica ha creado dudas sobre la viabilidad del proyecto de Obama, Juan Verde Suárez, presidente de la Fundación Biosfera y director de la rama española de The Climate Project -la fundación de Al Gore para el cuidado del medio ambiente-, ha declarado al diario Clarín de Argentina que está “absolutamente convencido de que él es el hombre para hacerlo. Sólo tenemos que ver las primeras decisiones que tomó. Obama se opuso terminantemente a darle un rescate al sector automotor estadounidense a menos que se comprometiera a transformarse por completo y a apostar por la fabricación de coches eléctricos y por la eficiencia energética de los vehículos. Y estas tecnologías van a ser transformadoras. Van a transformar la economía: ya no se necesitarán tantos combustibles fósiles”, ha dicho el experto.

El plan del gobierno demócrata incluye también la posibilidad de solicitar un crédito de 7.000 dólares para la compra de “coches avanzados”, y la fijación de un estándar nacional de combustible con bajas emisiones de dióxido de carbono.

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