Daniel Cohen opina en Le Monde (13 marzo 2001) que los gobiernos e instituciones financieras públicas darían pruebas de realismo reduciendo mucho más la deuda de los países pobres.
«Keynes se hizo célebre publicando, al acabar la primera guerra mundial, el libro Las consecuencias económicas de la paz, en el que ridiculizaba la pretensión francesa de hacer pagar a Alemania y recomendaba ‘hacer una fogata’ con las deudas de guerra. Un siglo más tarde, la anulación de la deuda está otra vez a la orden del día, pero es la deuda de otra guerra perdida, la guerra contra el subdesarrollo, sobre la que habría que firmar un armisticio. La deuda de los países más pobres se estima hoy en 150.000 millones de dólares, lo que equivale como media a tres años de sus exportaciones».
En junio de 1999, en la cumbre de Colonia, el G-7 ofreció a los países pobres más endeudados un plan para reducir su deuda a la mitad, escalonado a lo largo de varios años (iniciativa HIPC, cfr. servicios 95/99 y 142/99). Pero Cohen comenta que «al reducir a la mitad el valor nominal de la deuda, reducían mucho menos el fardo real soportado por los países deudores». «Cuando un país debe tres veces el valor anual de sus exportaciones, nadie puede creer que devolverá todo lo que debe (…) Igual que en el caso de Alemania en la postguerra, la deuda desestabiliza al país deudor, que vive bajo la amenaza constante de bancarrota, pero sin aportar nada o muy poco a los países acreedores».
Cohen recuerda cómo se afrontó en los años 80 otra crisis de la deuda, la que mantenían los países latinoamericanos con la banca comercial de Estados Unidos. Los bancos no ocultaban la gran diferencia que había entre el valor nominal de la deuda y su valor real. La deuda de un país muy endeudado como Bolivia se negociaba entre los bancos a menos de un 5% de su valor facial. Finalmente, los bancos se convencieron de que era mejor anular la parte no recuperable de sus créditos, para limitarse a lo que consideraban razonable. «Durante la Administración Bush, de acuerdo con lo que se llamó el ‘plan Brady’, se anularon proporciones importantes de la deuda de los principales deudores, con gran alivio de la comunidad financiera, que saludó estas anulaciones con un alza de las acciones de los bancos afectados».
«En el caso de los países pobres, endeudados hoy esencialmente con instituciones públicas, no hay modo de evaluar directamente el valor de mercado de sus compromisos… Para niveles de endeudamiento comparables a los actuales, los bancos comerciales estimaban en los años 80 que el valor real de la deuda de los países endeudados era un tercio de su valor nominal. Al reducir sólo a la mitad la deuda de los países pobres, los acreedores públicos ni tan siquiera han traspasado el umbral a partir del cual se podría considerar que realmente han reducido la parte recuperable de sus créditos».
Cohen se pregunta acerca de cuál va a ser la actitud que tomará la nueva Administración Bush. Recuerda el informe que el anterior Congreso republicano encargó al economista Allan Meltzer, conocido por sus convicciones monetaristas. «Meltzer recomendaba dos cosas: la anulación total de la deuda de los países pobres, y el cese de todo nuevo crédito a estos países por parte del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, sugiriendo en cambio que los países ricos se limitaran a hacer donaciones». Si la nueva Administración norteamericana adopta una actitud aislacionista, afirma Cohen, los países de la zona euro deberían tener un representante único en el consejo del Banco y del Fondo, que podría hablar de tú a tú con el representante norteamericano.