El futuro de las profesiones de predominio femenino
Aunque hoy por hoy no podría decirse que hay profesiones de mujeres y profesiones de hombres sin riesgo de parecer de otro planeta, lo cierto es que la segregación por sexo en el empleo sigue siendo una característica constante en los países occidentales. Las mujeres son mayoría aplastante en profesiones como el secretariado o la enfermería, mientras que los hombres dominan la industria y las profesiones científicas. A pesar de los esfuerzos de las políticas de igualdad, la segregación no resulta fácil de corregir, y los empleos mayoritariamente femeninos suelen tener menor retribución e inferior reconocimiento social.
Un estudio publicado por la OCDE (1) analiza las perspectivas de los grupos profesionales dominados por las mujeres. La enfermería, la enseñanza, el comercio y las oficinas -incluyendo aquí todo tipo de actividades administrativas- figuran como los lugares de trabajo con mayor concentración de mujeres. En menor medida, aunque con fuerza creciente, las mujeres se imponen en los servicios de limpieza y la hostelería. También aumenta la presencia femenina entre los cuadros de dirección y administración empresariales.
Esta distribución desigual de las mujeres en el empleo presenta algunas ventajas para las que se alinean en los campos de dominio femenino, según recogen las conclusiones del informe. Se ha creado una barrera aparente, que protege a las mujeres de la competencia de los hombres, ya que muy difícilmente éstos acudirían allí a la busca de empleo. Además, casi todas las profesiones dominadas por manos femeninas pertenecen al sector terciario, ya sean actividades de tipo tradicional -como la enseñanza y la enfermería- o bien de reciente aparición, como muchos de los empleos surgidos de la revolución tecnológica, lo que también coloca a las mujeres en una posición favorable, al tratarse de un sector situado a la cabeza en la creación de puestos de trabajo. Basta observar, en cambio, que los hombres predominan en algunas profesiones con mayor índice de paro, como la agricultura, o las de algunos sectores industriales en retroceso.
Salarios más bajos
Pero junto a esa primera ventaja, la segregación profesional tiene otros costes para las mujeres. Ni la remuneración ni el reconocimiento social de los empleos considerados particularmente femeninos pueden calificarse de satisfactorios, según el estudio de la OCDE.
Por lo que se refiere a los salarios, muchos de los empleos de predominio femenino están entre los peor remunerados. Así, las mujeres que trabajan en esos sectores ganan menos que la media de todas las empleadas. Además, la diferencia entre los salarios de las mujeres de esas profesiones y los de los hombres -diferencia que el informe llama «devaluación» del salario femenino- es mayor en los trabajos de mayoría femenina. En Francia y Alemania, las trabajadoras en los diez sectores más feminizados sufren una «devaluación» adicional de unos 25 puntos porcentuales más que el resto de las mujeres. En otros países, la «devaluación» adicional está en torno a 10 puntos. En parte, eso se debe a que las categorías profesionales con mayor presencia de mujeres se caracterizan por una elevada proporción de contratos a tiempo parcial -muy frecuentes en la hostelería y la limpieza-.
La desventaja salarial se acusa sobre todo en profesiones relacionadas con la venta, la limpieza o los servicios de hostelería, donde la combinación de sueldos inferiores y mayor devaluación se traduce en la práctica en niveles de renta inferiores, equiparables en algunos casos al salario de subsistencia. No ocurre lo mismo, naturalmente, con aquellas profesiones de fuerte concentración femenina, pero con mayor nivel de cualificación, como las enfermeras y las profesoras (ver tabla).
Orientar la trayectoria profesional
A la vista de la situación, la OCDE propone una serie de medidas para superar los inconvenientes de la segregación laboral por sexo. Entre ellas se incluye un plan de mejora dirigido a la profesionalización de estos empleos y a la revalorización de su estatuto o de su consideración social.
Profesionalizar un empleo supone, entre otras cosas, favorecer la mejora de su cualificación; desarrollar planes de formación continua; revalidar sus competencias, y diseñar verdaderas carreras profesionales con categorías definidas. Un objetivo que requiere un estudio previo detallado de cada una de las profesiones.
En algunos países, sindicatos y empresas han comenzado a dar pasos en esa dirección. En Francia, por ejemplo, la empresa Danone se propuso avanzar en la profesionalización de sus secretarias y, para ello, puso en marcha una investigación dirigida a «describir los empleos, identificar los principales niveles de competencias y describir sus tendencias de evolución». Así, la empresa realizó una tarea de definición de funciones de las secretarias, describiendo el puesto y las herramientas de cada una. Con esos datos básicos, el marco que se establece no solo sirve de base para diseñar los planes de formación colectivos o individuales de las trabajadoras; también permite a las propias trabajadoras orientar su trayectoria profesional, utilizándolo como guía para evaluar sus resultados. Con esa iniciativa, podría decirse que Danone ha creado un buen instrumento para incentivar a las profesionales y abrirles la posibilidad de «hacer carrera», algo que hasta ahora -al menos en el área del secretariado- quedaba casi únicamente en manos de lo que sus jefes decidieran.
Medidas de equiparación
En cuanto a la revalorización de salarios, la Conferencia de la OCDE contó con la experiencia realizada en Ontario (Canadá). Una coalición de sindicatos, de asociaciones profesionales y de usuarios de guarderías emprendieron una verdadera batalla para elevar los niveles salariales de estas profesionales y pedir la entrada en vigor de medidas progresivas de equiparación. En otros países, como Bélgica y Francia, la lucha por la igualdad de sueldos ha sido dirigida desde el Estado, que elaboró una guía para la negociación colectiva. Con la guía se pretendía relacionar los salarios con otros aspectos de la negociación que hasta ese momento parecían importar menos, como el reconocimiento de las cualificaciones de cada trabajador, su formación o las condiciones de trabajo.
Pero en el caso de las profesiones que se centran en el cuidado de niños o ancianos, el reconocimiento resulta más arduo. Se trata de profesiones que no entran en las definiciones convencionales, al integrar un conjunto de trabajo manual, mental y afectivo. Desde esa complejidad, el reconocimiento de las competencias profesionales no puede limitarse a evaluar unos resultados materiales: requeriría añadir otro tipo de criterios como, por ejemplo, la capacidad de comunicación, para poder ponderar el grado de satisfacción humana que disfrutan los beneficiarios directos.
Cuidados personales
Entre las trabajadoras menos cualificadas dedicadas al cuidado de ancianos, el acceso a la formación presenta algunas dificultades. Como siempre, se parte de situaciones diversas. La mayoría de los países occidentales ofrecen algún tipo de formación profesional formal, desde el ámbito de la salud -auxiliar de enfermería- a las profesiones de contenido social -asistente o terapeuta social-.
Pero entre las categorías más bajas de este tipo de cuidadoras, no se exige cualificación, y los puestos están ocupados, en general, por mujeres adultas. En 1988, Francia estableció una primera titulación para las trabajadoras de la ayuda a domicilio, con el fin de cualificar a las que lo desempeñaban: resultó significativo que la edad media de las estudiantes alcanzaba los 37,5 años. También hay países que, como Holanda, no llegan a clasificar este primer nivel de trabajadoras en su nuevo plan de formación profesional, por considerarlo demasiado bajo, y otros, como Finlandia, donde el escaso nivel de los estudios vigentes obligó a sustituirlos por otros de mayor cualificación.
La formación profesional como fórmula para la mejora de los salarios no tiene un efecto automático en el ámbito del cuidado de los mayores -dejando al margen las categorías que ya la exigen, como enfermeras o fisioterapeutas-. En efecto, el acceso a los cursos se ve dificultado por las obligaciones familiares o por la distancia, ya que muchas veces se trabaja en lugares alejados, como casas o instituciones situadas en zonas rurales. También hay que disponer de la financiación adecuada y, en la mayor parte de los casos, el coste de la formación continua recae en las propias empleadas.
Por otra parte, si bien se ha considerado siempre que la demanda de trabajo en el sector del cuidado de ancianos es creciente, el informe de la OCDE recoge indicios de cambio. Durante los últimos quince años podría hablarse de dos tendencias emergentes: de un lado, se rebaja el ritmo en la construcción de establecimientos geriátricos, y, de otro, triunfa cada vez más la política denominada «envejecer en casa», que lleva aparejado el desarrollo de los servicios a domicilio.
Cualificación para el trabajo en guarderías
En el otro extremo de las profesiones de servicio se encuentran las guarderías, con unos empleos que se consideran casi exclusivamente femeninos, si se tiene en cuenta que el 95% de los puestos es ocupado por mujeres. La cualificación exigida también es muy variada. En el caso del cuidado de niños a domicilio, se trata de un empleo completamente abierto, pues ningún país de la OCDE tiene regulación al respecto, aunque ya se van creando registros locales en Francia, Canadá o Reino Unido.
En cambio, se exige cualificación para los empleos en instituciones colectivas, que suelen ser más estables y mejor remunerados que los primeros. Aunque solo sea por un reflejo de la elevación general del nivel educativo, en las casas cunas y guarderías es frecuente, por ejemplo, que las trabajadoras más jóvenes tengan mejor capacitación que sus compañeras de más edad. A pesar de todo, entre los países de la OCDE, el sector de las guarderías es el que presenta los salarios más bajos, sobre todo en el ámbito privado y entre las profesionales más jóvenes. El caso de Estados Unidos lo ilustra bien: el informe señala que las trabajadoras «ganan menos de la mitad de la remuneración media del conjunto de la mano de obra femenina y una tercera parte de la remuneración media de los hombres», según datos de 1990.
Cambiar los modelos culturales
Las propuestas de los expertos de la OCDE proporcionan algunas pistas para la profesionalización y la retribución adecuada de las profesiones de predominio femenino. Una de las sugerencias es dar un papel destacado al Estado y a los agentes sociales con el fin de establecer los cauces institucionales para la defensa de los intereses laborales. La representación de los trabajadores puede requerir el reconocimiento de asociaciones sindicales, empresariales e incluso de usuarios de alguno de estos servicios. No obstante, la solución de las discriminaciones exige también -como se apunta en el estudio- una nueva mirada hacia esas profesiones. «La imagen de los empleos de secretaria, profesora de primaria, enfermera o asistente doméstica se percibe a menudo estereotipada y tradicional, cuando en realidad se trata de profesiones que están en el corazón de la economía de la información y de los servicios, y sometidas a cambios profundos».
La resistencia a la profesionalización de todos estos puestos de trabajo, añade el informe, también cederá en la medida en que se reconozca la contribución al desarrollo económico y social de las ocupaciones desempeñadas por mujeres, que durante muchos años han permanecido invisibles a efectos contables. Junto a las medidas económicas, legales y formativas, afirma la OCDE, se hace necesaria una evolución de los modelos culturales e institucionales dominantes que permita dar el adecuado reconocimiento a las actividades de servicio a la persona.
M. Ángeles Burguera_________________________(1) El informe L’Avenir des professions à prédominance féminine fue elaborado por la OCDE a partir de los trabajos expuestos en la Conferencia «La professionnalisation des emplois tertiaires à prédominance féminine», que se celebró en diciembre de 1997.