Según explica The Wall Street Journal, en 2016 las directoras ejecutivas de las 500 empresas más cotizadas en el mercado norteamericano –según el índice de Standard & Poor– recibieron una retribución media superior a la de los hombres con el mismo puesto: 13, 8 millones de dólares frente a “solo” 11,6 millones. Además, ha sido así en los últimos siete años, con la excepción de 2013, cuando la retribución de unas y otros se igualó. No obstante, la diferencia a favor de ellas parece estar reduciéndose.
La comparación solo ha tenido en cuenta los CEO que permanecieron en su puesto todo el año pasado. De ellos, 382 eran hombres y 21 mujeres. La representación femenina sigue siendo muy baja –aproximadamente un 5%– y no ha sufrido variaciones en los últimos años.
Al igual que ocurre con la “brecha de género salarial” a favor de los hombres, la diferencia a favor de las mujeres en la cúspide empresarial de Estados Unidos obedece a varias razones.
Por un lado, las compañías que dirigieron estas 21 mujeres obtuvieron mejores resultados económicos que los de los hombres: el índice de retorno a los accionistas, que mide el pago de dividendos y la evolución en el precio de las acciones, fue de 18,4% en el primer caso, y de 15,7% en el segundo.
Además, una gran parte de estas 21 mujeres acometieron cambios importantes en sus empresas, algo que las juntas directivas suelen premiar en el salario. Un ejemplo es Meg Whitman, CEO de Hewlett Packard Enterprise, que dirigió la separación en dos ramas de la compañía matriz.
Por último, se podría hablar del factor “resistencia”: en el masculinizado mundo de los altos directivos, las mujeres que llegan a estos puestos suelen hacerlo después de haber superado numerosos obstáculos. Por tanto, suelen ser “superejecutivas”, cuyas capacidades han sido ampliamente probadas. Además, la gran mayoría de las 21 CEO alcanzaron su actual posición a base de promocionar dentro de la compañía, algo más meritorio que si se tratara de “fichajes estrella”.