Vuelve a defenderse el recurso a la energía nuclear

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En un panorama donde las extracciones de gas del Mar del Norte cada vez son más costosas, el precio del petróleo se dispara y hay que reducir las emisiones de CO2, la opción por la energía nuclear vuelve a plantearse en Gran Bretaña. El debate está abierto también en EE.UU. y en otros países de Europa.

El año pasado el primer ministro británico Tony Blair propuso una revisión de la moratoria nuclear, abriendo el debate de un tema tabú durante tantos años. Si en 2004 solo un 35% de los británicos apoyaba la creación de nuevas centrales nucleares en sustitución de las antiguas, en una encuesta presentada el año pasado por la Nuclear Industry Association el porcentaje a favor subió hasta el 45%.

Pero no todas las opiniones son tan favorables. En marzo, el comité parlamentario para la auditoria ambiental (EAC en sus siglas inglesas) publicó un informe crítico con el plan de renovar las centrales nucleares. Las 23 que tiene el Reino Unido en la actualidad tendrán que cerrar entre 2015 y 2023, mientras que hasta 2019 no estaría operativa una nueva central nuclear. La EAC teme que durante esos años no se puedan cubrir las necesidades energéticas del país, teniendo en cuenta que aproximadamente un cuarto de la energía se obtiene de las centrales nucleares.

Otro aspecto que preocupa a la EAC son las grandes subvenciones que necesitan las centrales para ser rentables. La alta inversión inicial y lo mucho que tardan en estar a pleno rendimiento hace necesario que el gobierno incentive económicamente a los posibles inversores. Se estima que serán necesarios 1.600 millones de libras de las arcas públicas para asegurar una aportación de 8 gigawatios por parte de los nuevos reactores y sustituir los viejos. Y todo este dinero, según los diputados, se desviaría de posibles inversiones en nuevas tecnologías que potencien fuentes de energía renovable, lo que dejaría a Gran Bretaña peligrosamente dependiente del gas para la mayor parte de su suministro eléctrico.

No todo el mundo está de acuerdo en que la energía nuclear dependa del dinero público. Algunas voces sostienen que la inversión privada puede hacerse cargo de desarrollar las nuevas centrales. Según William Vereker, del banco de inversión Lehman Brothers, los mercados financieros estarían dispuestos a arriesgar dinero en la construcción de las nuevas plantas nucleares, siempre y cuando el gobierno asegurara apoyo en otras cuestiones, como la aceleración de los trámites para aprobar los proyectos o la gestión de los residuos nucleares. Prueba de esto es el interés mostrado por la empresa eléctrica alemana E.ON en construir reactores en Gran Bretaña.

A escala internacional también se puede observar un cierto repunte de la energía nuclear. Los peligros del calentamiento del planeta, las restricciones que se están poniendo a las emisiones de CO2 y las cada vez más acuciantes necesidades energéticas de los países emergentes como China, hacen que los gobiernos se replanteen sus políticas. En 2004 se abrieron 10 nuevas centrales nucleares en todo el mundo y están proyectadas para los próximos años otras 26. En Europa, donde tradicionalmente ha habido mayores reparos a la energía nuclear, Alemania está estudiando incluir la energía nuclear en su nuevo plan energético, Finlandia está construyendo una nueva central y Holanda acaba de ampliar la vida útil de su única central. En Noruega, que no tiene ninguna planta nuclear, por primera vez se ha solicitado permiso para construir una. Presumiblemente se denegará el permiso, pero -como reconocen los responsables de la empresa que lo ha solicitado, Bergen Energi- su principal objetivo está cubierto: iniciar el debate de la energía nuclear en el país.

La energía nuclear parece contar cada vez con más adeptos y, lo que es más llamativo, también entre las filas de los ecologistas. Patrick Moore, histórico fundador de Geenpeace, defendía hace poco en un artículo publicado en el «Washington Post» (16-04-2006) que ha cambiado su opinión porque «la energía nuclear puede ser la fuente de energía que salve a nuestro planeta de otro posible desastre: el catastrófico cambio climático». Moore recuerda que las 600 centrales térmicas de EE.UU. que utilizan carbón producen el 36% de las emisiones de CO2, el principal gas de efecto invernadero. No niega los problemas que tienen las plantas nucleares, pero considera que dada la evolución actual de la energía, guardando unas lógicas precauciones, la energía nuclear se muestra como la mejor alternativa a los problemas ambientales y energéticos. Moore explica así su opción: «La energía eólica y la solar tienen su papel, pero como son intermitentes e impredecibles no pueden sustituir a las centrales térmicas, hidroeléctricas o nucleares. El gas natural es un combustible fósil, ya bastante caro, y su precio es demasiado inestable para arriesgarse a construir grandes centrales que lo utilicen. Dado que la producción hidroeléctrica ha alcanzado más o menos el tope de su capacidad, la energía nuclear es, por eliminación, la única que puede sustituir al carbón».

Otro padre fundador del ecologismo, el británico James Lovelock, de 86 años, también ha defendido el recurso a la energía nuclear ante el problema del calentamiento global.

Alejandro Huerta

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