Los chinos son muchos, sí, unos 1.411 millones (casi el 20% de los habitantes del planeta), pero no son tantos como ellos querrían –o necesitarían– ser. Para mantener a pleno rendimiento la “fábrica del mundo” se precisa fuerza joven, y es lo que hay cada vez menos, debido a los insuficientes niveles de inmigración y a la sostenida caída de la natalidad.
Según datos del censo local, en 2019 nacieron 14,6 millones de niños; en 2020, 12 millones, y 2021 cerró con 10,6 millones. La natalidad no levanta cabeza realmente desde 2016, razón por la cual el régimen ha ido anulando una a una las restricciones impuestas hace décadas a las familias sobre el número de descendientes permitidos.
Primero, en 2013, aparcó la “política del hijo único” (1980), en virtud de la cual más de 300 millones de mujeres fueron obligadas a abortar, 108 millones fueron esterilizadas y 13 millones de niños “ilegales” quedaron al margen de coberturas sociales imprescindibles.
La “rectificación” de los últimos años, con una campaña en pro de animar a las parejas a tener un segundo hijo, no ha sido, sin embargo, la panacea (el 41% de los nacidos en 2021 son segundos hijos), por lo que el régimen ha seguido implicándose y ha pedido a los padres que vayan a por un tercero. Ya el año pasado anunció medidas de apoyo a las parejas que tuvieran descendencia o la ampliaran: habría desgravaciones fiscales en los gastos relacionados con la crianza de los menores de tres años, se implementaría un servicio asequible de guarderías, se les darían ventajas en la adquisición o alquiler de viviendas, etc.
Como los resultados siguen haciéndose esperar, a mediados de agosto de este año las autoridades volvieron a mostrar la zanahoria: los gobiernos de 17 departamentos del país publicaron un documento con promesas varias, como la promoción de la asistencia sanitaria preparto y posparto, el incremento del período de baja de maternidad, la protección de los derechos laborales de la mujer, las ayudas en vivienda o para paliar los costos de la educación, y la creación de un ambiente family-friendly en el trabajo. Esto último sería toda una novedad en un país en el que muchas empresas han aplicado tradicionalmente y sin miramientos el sistema “996”, a saber: el trabajador, en su puesto de 9 am a 9 pm, seis días a la semana –¿y su familia? “Bien, gracias”–.
Temor a la paternidad
El súbito aprecio de los altos funcionarios chinos por la conciliación entre los horarios laborales y la vida familiar choca con un problema: la costumbre. Como “en boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso”, el acendrado irrespeto a ciertos estándares de bienestar en el mundo empresarial chino ha calado en parte de los jóvenes –en los reportes de la ONG China Labour Watch están bien documentadas las jornadas excesivas, la omisión de permisos de maternidad, etc.–, por lo que no se creen que tendrán una sólida red de apoyo para lidiar con los problemas económicos y de tiempo que conlleva la paternidad.
El 26,6% de los universitarios participantes en un sondeo afirmó que no desea formar una familia ni tener hijos en el futuro
Un equipo de investigadores de varias universidades chinas publicó en agosto un informe sobre las intenciones de los estudiantes universitarios de tener hijos, en un contexto en que se anima a tener tres. Entrevistaron a 6.680 chicos y chicas de 18 a 28 años acerca de sus principales reparos a la procreación.
Entre los hallazgos estuvo, en efecto, el temor a no poder conciliar el trabajo y la vida familiar. Este es, de hecho, el factor más disuasorio: un 42,2% de los hombres y un 44,3% de las mujeres así lo ven. ¿Qué le sigue? Los costes económicos: casi el 29% de los muchachos dijo que les preocupan los gastos asociados a la paternidad, frente al 15% de las muchachas. Y hay otros miedos: para el 35% de ellas, el proceso de parto es el aspecto más temible de la maternidad; para el 19,7% lo es la fragilidad de la salud del bebé, mientras que el 18% no quiere arriesgarse a las complicaciones de salud que como gestantes puedan sufrir.
Para ir cerrando: los datos mostraron que apenas una pequeña proporción de los participantes masculinos (2,8%) y femeninos (1,6%) considera la posibilidad de tener tres hijos. “En conjunto –señala el informe–, el 40,3% deseaba tener dos hijos, entre los que son mayor proporción los hombres (46,5%) que las mujeres (36,2%). Una proporción sustancial (26,6%) informó que no desea formar una familia o no desea tener hijos en el futuro”.
Menos mujeres jóvenes
Las iniciativas promaternidad del gobierno chino pueden ser “buenas”, y las intenciones, “inmejorables”, pero Pekín puede estar esperando un tren que no va a pasar: no hay tantos individuos en edad de procrear como para revertir la tendencia.
No hay jóvenes, o sea, los que hoy tienen entre 20 y 35 años –la franja de edad más recomendable para tener descendencia– nacieron entre 1985 y 2000, mientras estaba en pleno apogeo la “política del hijo único”. Si en el primer año mencionado nacieron 22,6 millones de bebés, en el segundo fueron 14 millones (ya con la tasa de fecundidad en 1,6 hijos por mujer). Se puede estimular con programas y subvenciones a los que hay, pero esto no aumentará el número de progenitores reales o en potencia.
Más concretamente: hay menos mujeres en edad reproductiva ahora que en 2010. Si entonces eran 379 millones las que figuraban en el grupo de los 15 a los 49 años, en 2022 son 332 millones. Pero es que, además, hay menos mujeres en general. Según datos acopiados por el Banco Mundial, en 2020 ellas conformaban el 48,7% de la población china, frente al 51% que representaban ellos.
Una de cada 5,6 parejas chinas en edad de procrear tienen dificultad para tener hijos
Es el desbalance que han provocado las antiguas restricciones impuestas por el gobierno. Bajo la “política del hijo único” era “entendible” que las parejas, puestas a tener un solo hijo, priorizaran al varón, pues, además de que a este se le abrirían muchas más posibilidades de ascenso social, la tradición (mayormente en áreas rurales, y hasta 2010 el grueso de la población vivía en esas zonas) marcaba que, una vez casados, fuera la mujer la que se mudara a casa de sus suegros o a las proximidades de esta, y no al revés, con lo que la posibilidad de quedarse solos en la vejez quedaba más atenuada para los progenitores del hombre.
Por último, cabe destacar lo que algunos investigadores califican de “epidemia de infertilidad”. Según un estudio realizado por la Dra. Qiao Jie, vicepresidenta de la Universidad de Pekín, la tasa de infertilidad de las parejas chinas en edad de procrear ha pasado de 12% en 2007 a 18% en 2020.
Entre los factores que posibilitan esta tendencia, la especialista incluye la exposición a determinados ambientes, las anomalías cromosómicas, los estilos de vida, y otros para los que no se halla explicación.
También figura la edad. El Dr. Li Yang, director de Salud Reproductiva en el Amcare Women’s & Children’s Hospital en Pekín, señala que en los últimos dos años se ha incrementado “drásticamente” el número de parejas que acuden en busca de ayuda, y que el promedio de edad de estas es de 36 años. Por ello, opina que la nueva “política del tercer hijo” se reflejará en las estadísticas en un inevitable incremento de casos, toda vez que las parejas que toman la decisión del tercero llegan a ese momento, lógicamente, aun más mayores.
Menos mujeres que hombres, población joven en descenso, reticencias a la maternidad, infertilidad en ascenso… Todo lo que podía salir mal ha salido mal, gracias a la brutal intromisión del régimen en decisiones exclusivas de las familias. Quizás va siendo hora de dejarlas en paz.
La “costumbre” del aborto y la esterilizaciónUna de las líneas de actuación que ha anunciado la Autoridad Nacional de Salud para intentar revertir el declive poblacional es, ahora, reducir los abortos médicos. Pero tiene enfrente la poderosa fuerza de la costumbre. Se constata esto en que, pese a que en 2015 quedó sin efecto la “política del hijo único”, de entonces acá la práctica ha ido in crescendo: según el Guttmacher Institute, que rastrea la situación de la “salud reproductiva” en todo el mundo, entre 2015 y 2019 la tasa de abortos subió un 15% en China. El porcentaje de embarazos que terminan en aborto allí es el 78% del total. A nivel mundial, la proporción es algo menor: el 61%. Es de notar, por último, que la nueva política pronatalista de China no pone reparo a los abortos en una parte de su territorio: la región autónoma de Xinjiang, donde la etnia uigur (musulmanes) sobrepasa a la etnia Han, predominante en el resto de China. En el informe de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, de la ONU, publicado el 31 de agosto, los expertos refieren haber hablado con mujeres uigures y kazajas, a las que las autoridades chinas forzaron a abortar o a implantarse anticonceptivos intrauterinos. Según los investigadores, en 2018, ya anulada la “política del hijo único”, el número de esterilizaciones en Xinjiang fue de 243 por cada 100.000 habitantes, cuando en el resto de China se ubicaban en 32,1. |