En 1900, el 71,4% del total de mujeres españolas eran analfabetas. Un siglo después, en 2001, solo el 3,4% de mujeres por encima de 9 años. Si su tasa de analfabetismo sigue siendo superior es debido a la mayor esperanza de vida femenina. El dato lo ofrece el estudio Actividad y territorio. Un siglo de cambios, de la fundación BBVA, realizado en colaboración con el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas.
Esta espectacular mejora en el acceso de la mujer a la educación vivida durante el siglo XX queda corroborada por los datos de cualificación profesional femenina. En 1960 solo el 0,4% de las mujeres tenía estudios superiores en España, frente al 1,68% del total de la población. En 2001, las mujeres superan en estudios superiores a los varones: el 12,96% de aquellas tiene estudios superiores, frente al 12,61% del total.
El aumento de la tasa de actividad durante el último siglo no ha sido especialmente pronunciado en España, del 40% en 1900 al 46,9% en 2001. Pero, eso sí, el aumento se debe a la incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo: la tasa de actividad femenina pasó del 14,2% al 37,2% en esos años, mientras que la masculina se ha reducido del 66,9% al 57%. A comienzos de siglo XX, solo el 19,1% de la población activa española era femenina; cien años más tarde, supone el 40,4%. Además, el porcentaje de asalariados respecto a la población ocupada ha subido del 63,2% en 1960 al 82,3% en 2001. En el caso de las mujeres el aumento va del 57,9% al 86,1%.
Pocas mujeres al timón
“La mayoría de las mujeres piensa en sus salarios en relación con lo que necesitan, en lugar de pensar lo que vale ese trabajo en relación a su calidad o esfuerzo invertido”: de ahí que a la hora de reclamar salarios, “las mujeres no piden, piden menos y consiguen menos”. Las citas están tomadas de un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre Mujeres directivas: transición hacia la alta dirección. Se refiere a él la columnista Soledad Gallego-Díaz (El País, 23-11-2007) para tratar de extraer conclusiones.
“Los directivos de las empresas suelen respetar más a los candidatos que presionan para que se les pague más, así que al no pedir aumento de sueldo, las mujeres no sólo sacrifican ingresos adicionales sino que pierden también el respeto y la consideración de sus jefes”, dice el estudio del CIS. Glosando el estudio, Gallego-Díaz señala que “una consecuencia de esa falta de costumbre de pedir es que las mujeres tampoco tienen muchas habilidades para negociar y eso es un problema real para acceder a altos cargos de dirección. Como lo es también el poco hábito de frecuentar espacios sociales donde se consolidan redes y se cierran tratos”.
Y cuando llegan a directivas, hasta un 30% de esas mujeres acaban renunciando a su cargo, en favor de una mayor dedicación al resto de parcelas de su vida, especialmente la familia. Lo indicaba el estudio Frenos e impulsores en la trayectoria profesional de las mujeres directivas, realizado por el IESE Business School, de la Universidad de Navarra. Nuria Chinchilla, coautora del informe, explicaba en El País (10-11-2007) que, de ese 30%, el 32% de ellas invoca como motivo de la renuncia “estilos de dirección imposibles [reuniones a última hora, exceso de horas, etcétera]”. Y la solución es que “el 59% cambia de trabajo para conciliar, el 27% crea su propia empresa y el 12% de mujeres acaba optando por el autoempleo. El resto abandona”.