La generación que en su juventud vio nacer las comunas hippies inventa para sus días de retiro fórmulas como el “co-housing” y las “aldeas para mayores”. Son alternativas a las residencias de ancianos, que combinan la aspiración a vivir de forma independiente en el hogar con la de permanecer vinculados a una comunidad.
Desde que arrancó Lincoln Park Village, los mayores del norte de Chicago viven mejor sin necesidad de dejar sus casas. Basta una llamada o un “clic” en su web para que se presente un voluntario dispuesto a ayudarles en cualquier tarea: poner al día las facturas; cambiar una bombilla; pedir hora en el médico; impartir nociones básicas de informática…
Además de esta ayuda, Lincoln Park Village –que actualmente atiende a 376 hogares de tres barrios– ofrece la oportunidad de hacer amigos nuevos a través de actividades de ocio destinadas a mayores (conciertos, excursiones, libro-fórums, clases de Tai Chi…).
Para disfrutar de estos servicios hay que pagar una cuota anual de unos 540 dólares por persona o de 780 si es un hogar de dos personas (397 y 574 euros, respectivamente). Las rentas más bajas pagan menos.
La filosofía que inspira a este tipo de “aldeas para mayores” es sencilla: sus miembros siguen viviendo de forma independiente en sus casas y, a la vez, disfrutan del sentido de comunidad y de la seguridad que proporcionaban las antiguas aldeas. Y todo esto, con las comodidades de la vida moderna.
Así lo ve Dorothy Batt, que vive con su marido en un barrio de Madison donde ha desembarcado la organización Supporting Active Independent Lives (SAIL). “Me crié en un pueblo donde casi todo el mundo me conocía a mí o a mis padres. Si necesitaba algo, sabía a quién podía acudir. La jubilación es como llegar a un país extranjero: no conoces las reglas. SAIL es un regalo del cielo”.
Tanto SAIL como Lincoln Park Village pertenecen a Village to Village Network, una organización sin ánimo de lucro que ayuda a poner en marcha “aldeas para mayores”. Ya hay 89 repartidas por EE.UU., en barrios con mucha población de la tercera edad, y próximamente se abrirán otras 123. También han empezado a funcionar unas pocas en Canadá, Australia y los Países Bajos.
“Envejecer se está convirtiendo en algo menos sombrío y más atractivo”, escribe Cat Johnson en un reportaje publicado en Shareable. “Los mayores se contemplan y contemplan a los demás para crear redes de bienestar, apoyo mutuo y amistad; están transformando la larga marcha hacia la tumba que es la vejez en una alegre puesta en común”.
Viviendas en común
Otra fórmula que permite a los mayores vivir en su hogar y hacer nuevos amigos es el “co-housing”, que tiene detrás toda una teoría social. Son comunidades de apartamentos propios con zonas compartidas (cocina, comedor, cuarto de estar, terrazas…), para favorecer la interacción.
Este modelo de viviendas se originó en Dinamarca en los años sesenta del siglo XX. A EE.UU. lo trajeron los arquitectos Charles Durret y Kathryn McCamant, autores del libro CoHousing: A Contemporary Approach to Housing Ourselves (1994). En él describen el “co-housing” como una respuesta a los desafíos que plantea la agitada vida moderna: frente a la vorágine, sus residentes encuentran serenidad y ayuda mutua.
Varios años después, en 2009, Durret y McCamant –que han ayudado a diseñar más de 50 casas comunes– escribieron un libro para mostrar a las personas mayores las bondades del “co-housing”: The Senior Cohousing Handbook. Entre otros efectos benéficos, las casi 120 comunidades que hay en EE.UU. evitan el aislamiento y aportan seguridad y diversión.
Otra ventaja es que los mayores tienen la tranquilidad de saber que sus compañeros quieren hacer vida en común. Gay Ellis, una mujer de 67 años que vive en una casa común en Reino Unido, explica a The Guardian: “Aquí la gente busca una comunidad, de modo que no te sientes culpable por molestar. Puedo llamar a cualquiera y enseguida hay alguien dispuesto a estar un rato conmigo”.
Para el profesor de la Universidad de Stirling William Lauder, que ha investigado los efectos de la soledad en la salud, el “co-housing” se presenta como una solución “absolutamente perfecta” para “uno de los problemas de salud pública más importantes y menos tratados [en el Reino Unido]”, donde ya funcionan 12 casa comunes y se preparan otras 32.
Más iniciativas de la sociedad civil
En la campaña electoral de 2010, el líder laborista Gordon Brown prometió un ambicioso plan de ayuda a domicilio gratis para los ancianos más necesitados de Inglaterra y Gales (cfr. Aceprensa, 31-03-2010). Ahora el gobierno de Cameron ha anunciado otro más modesto para identificar, con ayuda de las autoridades locales, a los 5 millones de mayores que viven solos en el Reino Unido.
A la espera de que se concrete la ayuda estatal, la sociedad británica lanza sus propias iniciativas. Campaign to End Loneliness pretende explicar a la gente los factores que causan la soledad habitual. A través de estudios e informes, los organizadores de esta campaña enseñan formas de prevenir y aliviar la soledad.
Friends of the Elderly es una organización benéfica que combina las visitas a domicilio con la socialización en los centros de día. Una vez por semana, los mayores que participan en su programa reciben la visita de un voluntario dispuesto a charlar con ellos. Además, para que no se queden anquilosados, los beneficiarios tienen que acudir esa misma semana a uno de los centros de día que tenga cerca de casa.
Otra fórmula mencionada por The Guardian para paliar la soledad de los mayores son las líneas de teléfono que permiten a sus usuarios hablar con un voluntario en cualquier momento del día. A diferencia de otros servicios pensados para pedir ayuda en situaciones de emergencia, The Silver Line existe para escuchar a los mayores en cualquier situación: “Ningún problema es demasiado grande, ningún problema es demasiado pequeño; no hay por qué quedarse solo”, dice su eslogan.