EE.UU. refuerza las medidas contra la inmigración ilegal
Los californianos construyeron el primer muro en la frontera con México hace más de 20 años. Desde entonces, la valla ha crecido, se ha alargado, y con ella, las quejas y reclamos suben de tono, y se agría la discusión.
El desarrollo de la Iniciativa Sensenbrenner ha enfadado a los ya crispados mexicanos. Si, en enero del año pasado, el 20% de los mexicanos opinaba que las relaciones con Estados Unidos eran malas, un año más tarde, más del doble (43%) tiene esa opinión. El pueblo unánime se opone tenazmente a esta medida, mientras las comparaciones con los muros de Berlín y Palestina se multiplican. Acaso para desestimarlas, los estadounidenses, por su parte, se han cuidado de usar la palabra «wall», y utilizan «fence» (valla).
Sin embargo, en comparación con esos otros muros, el norteamericano sale malparado. Mientras que en un lapso menor de 30 años (1961-1989) murieron 239 personas en el intento por cruzar a Berlín Occidental, son alrededor de 1.100 las que mueren en el intento por pasar a Estados Unidos cada año.
Entrevistado el 23 de enero en una televisión nacional, el Presidente Vicente Fox reunió las voces de más de cien millones de mexicanos: «Lucharemos para que ese muro no se construya, porque me parece que es el Muro de la Ignominia». Desde entonces, a la pared se le ha llamado así en todo el país.
La peor ironía es que la migración favorece a ambas economías: no sólo a la mexicana, sino también a la estadounidense. Los inmigrantes realizan todas aquellas labores que los ciudadanos de Estados Unidos prefieren evitar por fatigosas, arduas o tediosas. El mexicano común está convencido, por tanto, de que la medida antimigratoria está motivada por simple racismo.
Historias trágicas se oyen cada día, en todas las modalidades: policías que dejan pasar a mujeres a cambio de favores sexuales; «coyotes» que abandonan a sus clientes; ilegales muertos de sed en medio del desierto; programas televisivos que premian con visas a cambio de pseudo hazañas grotescamente sensacionalistas A finales de año corrió por los medios de comunicación un video doméstico, que mostraba el asesinato de Guillermo Martínez a manos de un policía fronterizo.
A esto se suman intermitentes reclamos de la Casa Blanca a México por el aumento de la violencia (y el narcotráfico) en la frontera.
La nuez del asunto es que mientras haya pobreza en México, los menos beneficiados buscarán mejores oportunidades en Estados Unidos. La erección del muro obliga a los inmigrantes a buscar rutas más peligrosas y costosas, no a desistir en el intento. De hecho, mientras la política migratoria estadounidense se recrudece, el flujo de hispánicos aumenta.
Fox no lo logró
Fox sembró esperanzas de que 3 millones de mexicanos ilegales en Estados Unidos regularían sus papeles. Pero su periodo de gobierno está por finalizar sin haber cumplido. En general, avanzó poco en la agenda bilateral con Washington, una vez que la Casa Blanca prefirió concentrarse en la lucha antiterrorista. La aparente empatía de los dos presidentes tampoco bastó para detener «El Muro de la Ignominia», y a Fox se le recrimina la debilidad: su labor fue más una protesta «a posteriori» y menos un trabajo previsorio o, al menos, eficiente.
Brunson McKinely, director de la Organización Internacional para las Migraciones, ha criticado la Ley Sensenbrenner: «Construir una defensa fronteriza no es la solución y no pienso que exista la posibilidad de que Estados Unidos la construya en toda la frontera, porque no es práctico, es excesivamente caro y no es lo más adecuado. ( ) Los mexicanos que pasan a Estados Unidos van en busca de trabajo y prácticamente todos lo obtienen, lo que significa que son necesarios para la economía estadounidense. Así que no está en el interés de Estados Unidos cortar la migración, algo que sería imposible; lo que sí es posible es legalizarla y mejorarla para que todos se beneficien» (declaraciones al diario «Reforma», 31-01-2006).
La Secretaría para la Política de Desarrollo de Estados Unidos esquiva las críticas con el argumento de que la «fence» debe verse en el contexto de la lucha contra el terrorismo: California es un punto vulnerable y los terroristas podrían escurrirse según el patrón de los inmigrantes ilegales.
Faltan ideas
Tal vez el problema es que México se siente soslayado y se ha resignado a que la prioridad de Estados Unidos sea la batalla antiterrorista. El discurso está falto de ideas, y la voz mexicana se ha tornado defensiva, crítica del «Muro de la Ignominia». Se resiente de una falta de creatividad en la búsqueda de nuevos planteamientos, un aire nuevo en el discurso.
Observadores internacionales de prestigio en México, como Andrés Oppenheimer, señalan diversos factores que comprometen seriamente el éxito de la Ley Sensenbrenner:
1. La infiltración terrorista no parece interesada en la frontera mexicana. Al menos, ninguno de los terroristas implicados con los ataques del 11-S entró en Estados Unidos por México. Al contrario, este argumento tendencioso envenena las relaciones entre los dos países.
2. La muralla (más de 1.100 kilómetros) sólo cubriría una tercera parte de la frontera mexicano-estadounidense. Aún queda mucho espacio por donde cruzar, para quien quiera.
3. El 40% de los trabajadores indocumentados entró a Estados Unidos legalmente, pero no abandonó el país al expirar su visa. El muro no protege contra este tipo de ilegales.
4. Son muchos los inmigrantes que visitan México con cierta periodicidad para reunirse con sus familias. El muro obligará a los inmigrantes a pensárselo bien antes de viajar a México, por la peligrosidad renovada. Así, muchos, previsiblemente, terminarán por establecerse de modo definitivo.
5. Ésta es una medida unilateral y, como se ve en otros casos, este tipo de acciones tienen un éxito relativo o efímero.
Cuando los mexicanos buscan una solución a este complicado problema, se discute la manera de favorecer el desarrollo de México y de reducir la pobreza no de sellar la frontera.
Enrique G. de la Garza