El erróneo concepto de la residencia como un “almacén de ancianos” debe dar paso a un modelo más amable y personalizado, opina el Dr. Iñaki Artaza, presidente de la Fundación Envejecimiento y Salud.
A no pocas personas, el solo pensamiento de que un día peinarán canas, caminarán más despacio y probablemente deberán auxiliarse de un bastón, les provoca, si no convulsiones, al menos escalofríos. Pero el Dr. Iñaki Artaza, presidente de la Fundación Envejecimiento y Salud, los animaría con una frase que algunos atribuyen a Shaw y otros a Chevalier: “Envejecer no es tan malo; ¿sabes cuál es la alternativa?”.
El erróneo concepto de la residencia como un “almacén de ancianos” debe dar paso a un modelo más amable y personalizado~“Necesitamos invertir más en las personas mayores”
En España, según cifras del INE de 2011, hay más de 8 millones de personas mayores de 65 años: un verdadero logro, según apunta el Dr. Artaza, pero también un desafío, que se traduce en la necesidad de una adecuada atención social y sanitaria a una población anciana cada vez más numerosa, y en especial a aquellos que viven solos.
— ¿Está preparada la sociedad para gestionar un envejecimiento poblacional que previsiblemente se reforzará?
— Que haya muchas personas mayores es positivo; muestra que las condiciones han mejorado. Antes no se vivía tanto, pero hoy se vive más tiempo y en mejores condiciones desde un punto de vista económico y de salud. Tenemos un porcentaje importante de mayores de 65 años, y el número de mayores de 80 se ha quintuplicado en los últimos diez años.
Ahora bien, ¿estamos preparados para lo que viene? Todavía no. La sociedad no ha interiorizado que las personas mayores son una parte de ella, que la vejez es una etapa más de la vida. Tal vez porque cuando uno es joven, le parece que nunca será mayor, pero además, muchas veces hemos educado a nuestros hijos en la evitación de problemas, en el no ver a sus abuelos sufriendo una enfermedad. Nosotros, que tenemos cierta edad, nos hemos educado con que la muerte es parte de la vida. ¡Yo tenía a mis abuelos en casa! Pero ahora el niño no puede ir a ver al hospital a su abuelo que está enfermo.
La soledad, un peldaño hacia la enfermedad
— Hablemos de los ancianos que viven solos. La soledad tiene consecuencias…
— Son cada vez más las personas mayores –fundamentalmente mujeres, porque viven más que los hombres– que están solas, y que tienen necesidades de interdependencia que no se satisfacen. Es una soledad no buscada, sino sufrida.
Las consecuencias remiten a las causas. Estoy solo porque me he enfadado con mi familia, porque han fallecido mis amigos, o porque ha muerto mi pareja y estoy en fase de duelo. Entonces no salgo de mi casa, me aíslo. Al aislarme, no cuido mi salud, pues mientras menos salga, más dificultades tendré para salir y estaré peor. Esto influye en mi situación afectiva, por lo que tiendo a la depresión. Y si no me relaciono e interactúo con otros, paso de “estar solo” a “sentirme solo”.
En cuanto a esto, otro aspecto: entre las personas que tenemos 55 años y más, muchos somos universitarios. Tenemos otra cultura del ocio, otra cultura sanitaria, porque nuestros padres y abuelos lo único que hicieron fue trabajar para darnos una vida mejor. Pero nosotros ya hemos vivido otro país, una cultura democrática, un mayor acceso a la salud, unas mejores condiciones económicas, y muchas veces tenemos menor tolerancia a la frustración que la que ellos tenían –¡y qué te voy a decir de la que tienen nuestros hijos!–. Eso influye en que, ya con menos tolerancia a la frustración, tengamos más probabilidades de caer en situaciones depresivas.
— Por otra parte, también uno puede estar rodeado de personas, como en las residencias, y a la vez sentirse muy solo. Respecto a estos centros, ¿qué puede hacerse para cambiar esa percepción de que son “almacenes de ancianos”?
— Primeramente, hay que decir que los ancianos que van a las residencias lo hacen, en un porcentaje muy importante, porque tienen un deterioro cognitivo severo y mayores problemas de salud. Para evitar esos “almacenes”, hay que crear unidades más pequeñas dentro de esos centros, en las que los mayores reciban aquello que necesitan. No puede ser una gran nave en la que el médico, con un auxiliar, controle a una gran cantidad de personas. En pequeñas unidades, de cinco o diez personas, estas pueden ser atendidas según sus necesidades.
Los dividendos del envejecimiento activo
— La tendencia, no obstante, es que quien aún puede valerse sigue prefiriendo su hogar…
— En efecto. Tenemos que estar preparados como sociedad para atender a las personas que quieren quedarse viviendo en su casa. Es verdad que hay ancianos que, desde un punto de vista funcional, son independientes, pero no tienen recursos afectivos, o son analfabetos funcionales, como el viudo que vive solo y no ha freído un huevo en su vida, o no sabe cómo funciona la lavadora. Ese no puede vivir solo.
En casos así, hay experiencias como el co-housing: comunidades de personas que quieren pasar juntas su vejez, y que no tienen muchas necesidades sanitarias. Pueden seguir manteniendo sus actividades normales, yendo a su centro de salud, y lo único diferente es que residen en un sitio que no es su vivienda habitual, sino una residencia pequeñita. Aunque no es lo más frecuente.
Luego hay otro perfil: el de las personas mayores que tienen una buena situación funcional, un deterioro cognitivo más o menos leve, y que se rompen la cadera o tienen una fractura del brazo y no hay quien las cuide durante el postoperatorio. Pues bien: hay muchas personas que podrían beneficiarse de una estancia temporal en un centro de rehabilitación, que no tiene por qué ser como un hospital, pero que debe contar con determinados recursos. Y luego se pueden volver a su hogar.
— Por último, ¿qué puede decirse a las administraciones ante el fenómeno del envejecimiento acelerado?
— Que necesitamos invertir más en las personas mayores. Necesitamos más plazas en residencias, pero también dedicar más recursos a prevención y promoción de la salud en las etapas previas a la vejez, para que las personas lleguen a esta en mejores condiciones y con menos necesidades. Ya hemos sido capaces de disminuir niveles de dependencia. Si invertimos un poco más en el envejecimiento activo, si seguimos recomendando ejercicio físico a los mayores, ello mejorará su salud y su rendimiento cognitivo.
En cuanto a la atención que reciben en las residencias aquellos con una salud más deteriorada y que demandan cuidados complejos y estimulación cognitiva, ello precisa de un personal especializado y de unas ratios de personal altas. Y eso cuesta dinero, como cuestan dinero los hospitales. Pero creo que alguien que ha trabajado toda su vida por hacer que progresen su familia y su país, se merece que al final de sus días la sociedad le devuelva lo que ha invertido.