Detrás de la penosa situación de los niños chinos recogidos en orfanatos, que ha indignado a Occidente cuando la ha visto por televisión, está la política demográfica impuesta por Pekín. La prohibición de tener más de un hijo provoca abandono de niños, infanticidios, niños mantenidos en la clandestinidad y déficit de población femenina. Muchas familias intentan burlar la ley, y el gobierno responde con más controles.
En China sólo se permite tener un hijo, con algunas excepciones. Los campesinos de ciertas regiones pueden tener dos -sobre todo, si el primer hijo es niña-, y hasta tres los tibetanos y mongoles. Quienes sobrepasan la cuota sufren fuertes multas, y si no pagan, el hijo ilegalmente tenido no podrá recibir educación ni tener tierras para cultivar. El control de la natalidad se impone, a veces con métodos brutales -como esterilizaciones y abortos forzosos-, mediante un ejército de unos 300.000 funcionarios. La comisión estatal de planificación familiar es uno de los organismos oficiales mejor financiados. De modo que, como señala un reportaje de Newsweek (22-I-96), se han levantado flamantes centros de planificación familiar en lugares donde no existe asistencia médica primaria.
Tras los recientes reportajes sobre los orfanatos de Shanghai, el propio gobierno chino ha reconocido que la mayoría de los niños allí recogidos no son huérfanos, sino que fueron abandonados. Éste es uno de los efectos secundarios de la política del hijo único. En la mayoría de los casos, se trata de niñas. Los padres chinos, sobre todo en el campo, prefieren hijos varones, que luego pueden ayudar más a la familia. Si nace primero una hija, muchos la abandonan, para poder cubrir con un niño el cupo autorizado. No faltan casos de infanticidio o de recién nacidos abandonados que mueren antes de que alguien los recoja.
Otra consecuencia del control demográfico es la existencia de hijos «clandestinos», dados a luz en secreto y no inscritos en el registro civil. Sus madres viajaron a lugares lejanos para alumbrarlos y los dejaron al cuidado de parientes. Si los descubren luego los inspectores de natalidad, los padres adoptivos dirán que se los encontraron.
Viajes a Hong Kong para dar a luz
Últimamente se está extendiendo otro método para esquivar la política oficial: dar a luz en Hong Kong. Muchas de las mujeres que lo emplean son esposas de residentes en la colonia. En cualquier caso, lo normal es que tengan que cruzar la frontera con permisos falsos o comprados mediante soborno, o sin permiso alguno, pagando a organizaciones dedicadas a pasar gente a Hong Kong de modo ilegal. En los primeros ocho meses del año pasado, la policía china detuvo a 400 embarazadas que intentaban ir a Hong Kong. En el mismo periodo, las autoridades de la colonia detectaron 1.923 entradas ilegales de embarazadas chinas, un 30% más que en los mismos meses de 1994.
Una secuela más del control de natalidad es el desequilibrio de los sexos en la población. La política oficial, combinada con la preferencia por los hijos varones, ha provocado un fuerte déficit de niñas en las generaciones desde los años 80. Un estudio del año pasado calculaba que a partir de 2010, un millón de chinos por año no podrán encontrar esposa (ver servicio 42/95).
Pero el gobierno chino no se muestra dispuesto a suavizar la política oficial, sino que con nuevas medidas trata de evitar que se la esquive. Human Rights Watch/Asia, la organización que denunció primero la situación en los orfanatos, afirma que bastaría con cambiar la ley de adopción para mitigar en gran medida el problema. En la actualidad, las familias que viven en ciudades sólo pueden adoptar un segundo hijo si el primero -natural o adoptado- es minusválido. El gobierno se niega a facilitar que los niños de orfanatos encuentren padres adoptivos para no dar muestras de flexibilidad en la política demográfica. Pues teme que, si abre la mano en la adopción, «la gente se sienta motivada a tener más hijos», explica en Newsweek Judith Banister, especialista en asuntos chinos de la Oficina del Censo de Estados Unidos.
A la vez, las autoridades chinas intensifican el control sobre los sectores de población que más fácilmente escapan a la ley del hijo único, entre ellos los emigrados a las ciudades. Por ejemplo, el verano pasado, el ayuntamiento de Pekín prohibió dar permiso de residencia a las mujeres inmigradas que no presentaran documentación oficial sobre su estado civil y el tamaño de su familia.
La draconiana política china de natalidad ha provocado protestas en el extranjero, poco enérgicas y con escaso éxito. El año pasado, la ONU condicionó la ayuda a China a que el gobierno abandonara las cuotas de nacimientos y las medidas coercitivas para imponerlas. Desde entonces, ninguna de las dos partes se ha movido. De hecho, la misma ONU y diversas organizaciones occidentales cooperan indirectamente en el control demográfico chino, siempre alegando que su colaboración se dirige a promover la planificación familiar voluntaria. Con ayuda de la ONU, se han empezado a fabricar dispositivos intrauterinos (DIUs) de mejor calidad que los hasta ahora disponibles. Y, según Newsweek, los médicos chinos los implantan de manera que las interesadas no puedan quitárselos por sí solas. La Fundación Rockefeller paga DIUs y otros anticonceptivos -incluido el Norplant- fabricados en el extranjero.