Entre el 12 y el 14 de noviembre tuvo lugar en Nairobi, Kenia, una cumbre organizada por el Fondo de Población de la ONU (UNFPA), Dinamarca y el país anfitrión, con el objetivo de marcar los 25 años de la Conferencia de El Cairo sobre población y desarrollo (ICPD). Hubo ausencias destacadas, como las de EE.UU. y la Santa Sede, la cual en 1994 se adhirió con reservas al programa de acción de aquella reunión, que fraguó un consenso de casi 180 países a favor de potenciar el progreso de los más desfavorecidos.
La tónica de la conferencia de Nairobi, que tiene por lema “Acelerando la promesa”, la han definido, sin embargo, intervenciones como la de la vicesecretaria general de la ONU, Amina Mohammed, quien aseguró que los Objetivos de Desarrollo Sostenible serán inalcanzables a menos que “las mujeres, las niñas y las jóvenes sean capaces de controlar sus propios cuerpos y sus vidas, y vivan libres de violencia. El poder de elegir el número, el momento y el espaciamiento entre los hijos es un derecho humano que puede reforzar el desarrollo económico y social”.
Para la Santa Sede, “es lamentable la decisión de los organizadores de centrar la conferencia en unos pocos asuntos polémicos y divisivos que no gozan del consenso internacional”
En esta línea, el documento final del evento anuncia el “compromiso de luchar” por objetivos como “el acceso a abortos sin riesgo dentro de los límites de la ley” y “a servicios esenciales en apoyo a estos derechos [sexuales y reproductivos]”.
Más adelante, el texto vuelve a mencionar la necesidad de contar con “servicios de aborto seguro dentro de los límites de la ley y otros posteriores al aborto, para reducir significativamente la mortalidad y la morbilidad materna, la violencia sexual y por razón de género, y los embarazos no planeados en estas condiciones”.
Portazo a los discrepantes
La implementación de los resultados de esta “lucha” por parte de los países participantes puede ser –sospechan algunos– materia para presiones externas. Que las líneas de la reunión estuvieron bien marcadas desde el inicio es visible en el hecho de que a los organizadores no les interesó escuchar todas las voces.
En un artículo en The Wall Street Journal, el representante republicano Chris Smith, quien participó en la reunión de la capital egipcia en 1994, advierte que los modos cambiaron en Nairobi: los organizadores del evento, entre los que se incluyeron entidades proaborto como Planned Parenthood y Woman Deliver, vetaron la asistencia de organizaciones y países que discrepan de su agenda.
Smith ve un peligro: que, a diferencia del tono de sugerencia de declaraciones anteriores, y del respeto a las decisiones soberanas de los países, se quiera forzar a las naciones en desarrollo a adoptar –por medio de unos compromisos de verificable cumplimiento por el UNFPA y otros actores– la línea de acción de los organizadores de la conferencia, so pena de ver que se les retienen los fondos internacionales que precisan para paliar la pobreza.
El aborto no es un “servicio”
Aunque pretende marcar un hito del cuarto de siglo de la Conferencia de El Cairo, la formulación de los objetivos de la reunión de Nairobi dista bastante de ser tan constructiva como aquella.
En primer lugar, el documento de 1994 no percibía el aborto como un recurso “empoderador” de la mujer, sino más bien como algo a evitar. En el capítulo VII, dedicado a “derechos y salud reproductiva”, aquel texto aconsejaba a los países en desarrollo, “encarar la práctica actual de recurrir al aborto para la regulación de la fecundidad, mediante la satisfacción de la necesidad de las mujeres de esos países de contar con mejor información y más opciones”.
Muy en relación con esto, los firmantes rechazaron entonces calificar el aborto como un servicio, e instaron a los gobiernos a ayudar a las mujeres a evitarlo, así como a no promoverlo como método de planificación familiar.
Los participantes en la Conferencia de El Cairo en 1994 rechazaron calificar el aborto como un “servicio” e instaron a ayudar a las mujeres a evitarlo
Más adelante, en el capítulo VIII, los participantes de aquella conferencia subrayaron que cualquier modificación de las políticas de salud nacionales relacionadas con el aborto tenía que hacerse “de conformidad con el proceso legislativo” de cada Estado, lo cual descartaba implícitamente que organismos supranacionales impusieran decisiones de obligatorio cumplimiento para todos los países del sistema de la ONU.
Falso consenso
El exclusivo énfasis en lo sexual-reproductivo, con el aborto como eje, es lo que ha provocado que la Santa Sede se abstuviera de participar en la cita de Nairobi, a la que además le achacó que se celebrara fuera de los marcos institucionales de la ONU y sin debates intergubernamentales transparentes, pese a lo cual, se pretende hacer pasar su declaración final como fruto del “consenso”.
“Es lamentable la decisión de los organizadores […] de centrar la conferencia en unos pocos asuntos polémicos y divisivos que no gozan del consenso internacional y que no reflejan adecuadamente la más amplia agenda sobre población y desarrollo establecida por la ICPD”, comunicó la Misión Permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas, el pasado 8 de noviembre.
Existe, según la fuente diplomática “una necesidad urgente de enfocarse en aspectos críticos del Programa de Acción [de la ICPD], como la extrema pobreza en que viven mujeres y niños, las migraciones, las estrategias de desarrollo, la alfabetización y la educación, la promoción de la cultura de la paz, el apoyo a la familia como unidad básica de la sociedad, el cese de la violencia contra la mujer y la garantía de acceso al empleo, a la tierra, al capital y a las tecnologías”.
Planned Parenthood y Woman Deliver han vetado a organizaciones conservadoras y a países concretos que discrepan de su agenda
Muy en consonancia con este criterio, varios prelados kenianos han manifestado su desacuerdo con la orientación de la conferencia. Mons. Alfred Rotich, obispo emérito del ordinariato militar, aseguró a la prensa que la reunión “no es buena para nosotros [los africanos] y destruye la agenda a favor de la vida”, mientras que el arzobispo Martin Kivuva, de Mombasa, calificó de “inaceptables” los planteamientos de la cumbre y llamó a las autoridades locales a reconsiderar su celebración en el país, algo que, evidentemente, estas desoyeron.
Para haber querido “acelerar la promesa” de 1994, el campo de acción de la conferencia recién concluida se estrechó considerablemente.