En El Cairo ¿se contarán los niños o los vientres?

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Las exigencias del Norte de reducir a cualquier precio el crecimiento demográfico en el Sur empiezan a despertar reacciones en estos países. Darryl d’Monte comenta en The Pioneer (Nueva Delhi, 1-VI-94) que esta actitud se fija sólo en el número de personas, sin tener en cuenta su consumo.

Este enfoque podría resumirse crudamente en la frase: «El mundo tiene cáncer, y ese cáncer es el hombre». Lo que muchos habitantes del Norte no añadirían, por educación, es que los hombres que sobran no serían blancos, sino cobrizos, negros y amarillos. Tal actitud no advierte la complejidad de la relación entre el crecimiento de la población y el consumo de los recursos naturales. (…)

Si una familia pudiese asegurar que cada hijo nacido sobreviviría hasta que fuese adulto (por desgracia, dada la preferencia por el hijo varón en este país y en la mayoría de Asia, esto normalmente se referiría a un chico), automáticamente no necesitaría tener cinco o más chicos. Para que esto sucediese, debería asegurarse a la gente un mínimo de 2.500 calorías por día, lo que significaría no sólo un aumento en la cantidad de comida, sino también en los niveles de renta, para que esa familia pudiese permitirse adquirir alimentos, su principal artículo de consumo. Según las estadísticas oficiales, en este país cuatro de cada diez familias están por debajo de este nivel, y probablemente casi la mitad. A tales niveles de consumo, es una cuestión de pura supervivencia.

Esto sitúa la «explosión» demográfica en una perspectiva diferente. (…) Los norteamericanos, que son menos del 5% de la población mundial, consumen seis veces más energía que la media mundial por habitante y producen un quinto de las emisiones de dióxido de carbono. Tienen, pues, unos efectos desproporcionados en el medio ambiente mundial. El Population Crisis Committee, de Washington, tiene un interesante gráfico de barras que compara la disponibilidad de recursos naturales de Estados Unidos y la India. Estados Unidos tiene aproximadamente cinco veces más tierra cultivable y agua por habitante, veinte veces más bosque, y produce una cantidad siete veces mayor de cereales. Visto de otro modo, si el norteamericano medio consume más recursos que el indio medio, esto significa que Estados Unidos tiene una población equivalente de casi 1.300 millones, o sea, 400 millones más que la actual población india.

Cuando uno calcula los efectos de una población en el medio ambiente, no cuenta sólo el número de cabezas, sino también el tamaño de los vientres. La conferencia de El Cairo debería afrontar este tema directamente. Si, como señala un artículo publicado en el Washington Post, «la reorientación de la política exterior [de Estados Unidos] hacia programas más amplios de población y medio ambiente va a definir el debate internacional después de la guerra fría», los delegados deberían estar dispuestos a discutir los límites del consumo, y no sólo las tasas de natalidad. El problema de la población no es sólo cuestión de limitar el tamaño de las familias en el Sur, sino de asegurar que ningún país derrocha los recursos del planeta, aunque pueda permitírselo.

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