Subrayar la importancia de la familia dentro de un programa de gobierno parecía hasta hace poco un signo de conservadurismo. Pero las cosas están cambiando también en Italia, como refleja un artículo de Antonio Polito publicado en La Repubblica (Roma, 29-I-93). Incluso desde el punto de vista económico, tener más hijos se plantea hoy como una cuestión de solidaridad social.
¿Qué pasa en el vientre de Madre Italia, en la familia? Menores de edad abortan y sexagenarias tienen niños. (…) Italia parece paralizada ante el atolladero: ¿tener hijos o no? Mientras, tenemos cada vez menos y adoptamos cada vez más, a menudo a costa de largos trámites burocráticos, de años de espera y de esperanza. La cuestión de la maternidad parece haberse convertido en el más sensible papel de tornasol de una sociedad que ha abandonado la ética de los deberes y ha abrazado la de los deseos.
(…) Sin embargo, algo empieza a cambiar. ¿Quién no conoce una mujer joven que en la década de los 80, en sus años de fertilidad, se empeñaba obstinadamente en su carrera, y hoy busca obstinadamente la maternidad, aun a costa de truncar la progresión geométrica de sus éxitos profesionales? (…) En la izquierda, en el lugar cultural e ideal donde más había arraigado el rechazo de la maternidad en homenaje a la emancipación femenina, la prole vuelve a ser idolatrada.
Tener hijos es una elección que puede ser apreciada desde muchos puntos de vista, éticos o culturales. Limitémonos aquí a considerar, quizá un poco prosaicamente, una cuestión de solidaridad social. De hecho, hay que plantearse tres preguntas. Si dejamos de tener hijos:
1) ¿Quién pagará nuestras deudas? Hoy cada niño que nace trae consigo, como ajuar personal, una deuda de unos 31,5 millones de liras, equivalente a la de cualquier otro italiano que, antes o después, será llamado a enjugar el endeudamiento que el Estado ha contraído. (…) Desde el punto de vista de la solidaridad social, cada niño que deja de nacer aumenta la cuota de deuda que otro adulto, dentro de veinte años, tendrá que pagar. En los fabulosos años 80, hemos vivido como las cigarras, jugando con la suerte de las generaciones futuras. ¿Queremos seguir así?
2) ¿Quién pagará nuestras pensiones? (…) Si la población activa es cada vez menor, y la población anciana cada vez más numerosa, ¿cómo podrá soportar la colectividad el peso creciente de los jubilados?
3) ¿Quién nos cuidará cuando seamos viejos? Los de la generación de los 20-30 años de hoy que no tengan hijos, no tendrán una familia mañana ni quien se ocupe de ellos cuando sean ancianos. Su indispensable asistencia recaerá, pues, sobre el Estado, con el consiguiente aumento del gasto social. La familia, en sentido lato, es el más extraordinario amortiguador social para los estratos débiles de la población. Y sobre todo es el más acogedor afectivamente.
(…) Sería preciso afrontar con la necesaria imaginación una política para la familia, de acuerdo con las nuevas necesidades y los nuevos estilos de vida de los italianos. (…) En Génova se han planteado recientemente cómo realizar su ambición de renovar la ciudad con su récord actual de la menor natalidad de Europa. Es una buena pregunta y una justificada preocupación: crecimiento cero de las cunas y crecimiento cero de la economía pueden ir de la mano. Y el índice del optimismo y del dinamismo de una sociedad se miden también por el deseo de traer hijos al mundo.