Celebrando al niño 6.000 millones
El próximo octubre habrá en la Tierra 6.000 millones de habitantes. Para los que acostumbran a dar la alarma sobre el «problema de la superpoblación», es un motivo de inquietud. Pero el que la población mundial se haya duplicado desde 1960, mientras crecía la esperanza de vida y los principales índices de desarrollo, es un testimonio de la creatividad humana y de su capacidad para aprovechar mejor los recursos. Sintetizamos en forma de cuestiones y respuestas algunas de las principales evoluciones de la población mundial.¿Qué cambios ha habido en el ritmo de crecimiento de la población mundial?
La tendencia más decisiva es que los avances médicos han reducido espectacularmente las tasas de mortalidad, sobre todo la mortalidad infantil. En consecuencia, la esperanza de vida a nivel mundial ha aumentado de 46 años en 1950 a 66 hoy. En los países desarrollados supera los 70 años, mientras que en las regiones en desarrollo alcanza los 65 años, menos en África, donde está en torno a los 50.
La tasa de crecimiento de la población mundial alcanzó un máximo en el período 1965-1970, en el que aumentó a un ritmo del 2% anual. Después ha ido disminuyendo más rápidamente de lo esperado y actualmente crece un 1,3%, es decir, unos 78 millones de personas más al año (frente a 90 millones en los momentos de mayor crecimiento).
Descenso general de la fecundidad
Las tasas de fecundidad han disminuido más rápidamente de lo que se preveía. En el total mundial, el número de hijos por mujer ha bajado de 3,6 hijos en 1980-85 a 2,7 en la actualidad. En 61 países, donde reside aproximadamente el 44% de la población mundial, la tasa de fecundidad está por debajo del 2,1 necesario para asegurar el reemplazo de generaciones.
¿Cómo repercute el descenso de la fecundidad en la distribución de la población mundial?
La fecundidad desciende en todo el mundo, aunque de manera desigual. Las tasas de fecundidad no alcanzan el nivel de sustitución de las generaciones en Europa (1,4) y América del Norte (1,9); el descenso más rápido ha ocurrido en América Latina (2,7) y Asia (2,6) y el más lento, en África (5).
La distinta fecundidad está cambiando la distribución de la población. En 1960, el 70% de los habitantes del mundo residían en países en desarrollo; actualmente la proporción ha subido al 80%.
Cuando se dice que el 95% del aumento de la población corresponde a países en desarrollo, se transmite a veces la impresión de que el mundo rico, con una población estabilizada, está asediado por una multitud de pobres del Tercer Mundo. En realidad, la sociedad y la economía están cambiando continuamente, y la clasificación en países desarrollados y países en desarrollo no es fija. No hay que olvidar que hace treinta años muchos de los países que hoy llamamos industrializados eran países en desarrollo.
Actualmente, las estadísticas de la ONU incluyen entre las «regiones menos desarrolladas» a toda África, toda América Latina y Asia (menos Japón). Pero Latinoamérica ha vuelto a recuperar el camino del crecimiento en los años noventa; en Asia, China está creciendo en los últimos tiempos a un ritmo del 10% anual y los dragones asiáticos no están hundidos. No son regiones condenadas en bloque al subdesarrollo.
¿A qué se atribuye el descenso de la fecundidad?
En la bajada de la fecundidad influye el descenso de la mortalidad infantil, pues antes los padres necesitaban tener más hijos para asegurar la descendencia deseada; la creciente escolarización de la mujer, que hace que retrase el matrimonio; el aumento de la población urbana, pues en el campo suele ser más fácil y barato mantener una familia más numerosa; el control de la natalidad y especialmente la esterilización.
El SIDA amenaza también el futuro demográfico de los países más afectados por la epidemia. En el África subsahariana, que tiene los mayores índices de crecimiento demográfico, las tendencias están cambiando drásticamente por la epidemia de SIDA. Según la División de Población de la ONU, en los países más afectados del África subsahariana la esperanza de vida ha retrocedido ya 17 años, y amenaza con reducir la población en los próximos diez años.
Una población más envejecida¿Se han cumplido las previsiones demográficas?
Las estimaciones de la población futura se basan en suposiciones sobre la evolución de la esperanza de vida y de la fecundidad. Según los posibles escenarios, la ONU establece tres variantes: alta, media y baja. Y desde que en los años sesenta se anunciaba la «explosión demográfica» del planeta, todas las proyecciones de la ONU se han ido revisando a la baja.
Se dijo que seríamos 7.000 millones de habitantes en el año 2000; sin embargo, vamos a acabar el siglo siendo 6.000 millones. Las proyecciones más recientes de la División de Población de la ONU, realizadas en 1998, prevén que en el 2050 la población mundial alcanzaría 8.900 millones de habitantes (variante media), en lugar de los 9.400 millones pronosticados en 1996.
¿Qué otros cambios puede haber en el futuro de la población mundial?
La tendencia más segura es el envejecimiento de la población mundial por doble motivo: el aumento de las personas mayores por el alargamiento de la esperanza de vida y la menor proporción de los grupos de edad más jóvenes por la caída de la fecundidad. De aquí al 2025, el número de mayores de 65 años se duplicará, mientras que el número de menores de 15 años crecerá un 6%.
La insuficiente renovación demográfica en los países desarrollados hará que el sostenimiento de las pensiones y de la atención médica de los jubilados suponga una carga creciente sobre una población activa menor. La disminución del número de jóvenes aliviará al principio el paro, pero luego la escasez de trabajadores favorecerá cada vez más la apertura a la inmigración.
La migración internacional va en aumento por las facilidades de comunicación y la creciente mundialización de la economía. Aunque es difícil medirla, se estima que actualmente 120 millones de personas han emigrado a otros países, lo que supone el 2% de la población mundial. También se reforzará la urbanización. La proporción de la población mundial que vive en zonas urbanas ha aumentado desde un tercio en 1960 hasta el 47% en la actualidad.
En los países en desarrollo, la proporción se duplicó hasta alcanzar el 40%. Las ciudades son impulsoras del cambio social y ofrecen más servicios y oportunidades de desarrollo, de ahí que atraigan un flujo creciente de personas provenientes de las áreas rurales. Pero el crecimiento de la población urbana ha sido más rápido que la creación de empleos, viviendas e infraestructuras, lo que crea nuevas zonas de pobreza en la periferia de las ciudades.
Población y desarrollo económico¿El crecimiento de la población ha sido un obstáculo para el desarrollo?
Según las tesis neomalthusianas, hasta finales de los años setenta se decía que la baja de fecundidad era un requisito previo para el desarrollo económico. Sin embargo, los estudios empíricos que se han hecho no han podido encontrar una correlación entre ambos factores. Entre los países pobres hay algunos de rápido crecimiento demográfico y otros casi despoblados; y el descenso general de las tasas de fecundidad no ha sacado de pobres a algunos países. La población no se ha empobrecido a medida que ha aumentado, sino que ha producido más de lo que necesitaba para subsistir. Hoy día se tiende a pensar que la población es un factor más en la ecuación del desarrollo, y que el resultado positivo o negativo depende sobre todo de los aciertos o errores en las políticas económicas.
Un crecimiento demográfico rápido exige un esfuerzo importante en educación, sanidad, vivienda. Pero también hay economistas que defienden que el crecimiento de la población estimula la adquisición del progreso técnico e imprime dinamismo a la economía.
¿Los avances en la calidad de vida se han notado también en los países en desarrollo?
Hoy en día un niño de estos países puede vivir dieciséis años más que un niño de hace 35 años. Según el Informe para el Desarrollo Humano (1998), elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, algunos signos de esta mejora son: la tasa de mortalidad infantil ha disminuido en más de la mitad desde 1960; la tasa de malnutrición infantil se ha reducido en más de una cuarta parte; el 80% de los niños han recibido las vacunas básicas. El mayor acceso a los servicios de salud, agua potable y saneamiento son los que han permitido estos logros.
La alfabetización es otro de los campos en el que se ha avanzado notoriamente en los países en desarrollo. La tasa de alfabetización de adultos pasó del 48% al 70% entre 1970 y 1995. Pero el progreso de la alfabetización hay que buscarlo en el incremento de la escolarización. En Primaria se pasó del 48% de niños matriculados en 1960 al 77% en 1991 y en Secundaria aumentó del 35% al 47% en el mismo período. Algunos de los mayores adelantos han correspondido a las mujeres.
¿Se está ganando la lucha contra la pobreza?
A pesar de los avances materiales en el Tercer Mundo, según Los indicadores del desarrollo (1998) del Banco Mundial, todavía 1.700 millones de personas viven en estado de extrema pobreza. El África subsahariana es, como de costumbre, la zona más vulnerable a la pobreza, entre otras cosas porque el 20% de las poblaciones viven en estado de guerra. Rusia es una de las pocas regiones del mundo donde la esperanza de vida ha disminuido y donde 60 millones de personas viven en la pobreza. La crisis financiera en Asia oriental ha supuesto que la gente que vive bajo el nivel de pobreza haya aumentado hasta el 14% o el 20%, según los países. En cambio, China e India, que representan más de la tercera parte de la población mundial, siguen avanzando aunque también allí hay mucha pobreza.
No faltan alimentos¿Hay recursos suficientes para una población en aumento?
La mejor prueba de que el crecimiento de la población no ha provocado una escasez es que los precios de los recursos naturales -incluidos los no renovables, como los minerales- han bajado. Desde 1850, y a pesar de frecuentes altibajos, los precios de las 24 principales materias primas o productos agrícolas han descendido un 80% en términos reales, según el índice que publica periódicamente el semanario The Economist (ver servicio 83/99). Esto se explica por los avances tecnológicos que han permitido aumentar la productividad en la extracción de minerales y en las explotaciones agrícolas, así como sustituir los metales por materiales más baratos, como el plástico. Además, en una economía basada cada vez más en los servicios y en la información, las materias primas son menos demandadas.
¿Será posible alimentar a una población creciente?
Aunque somos el doble de habitantes que en 1960, la producción de alimentos per cápita ha superado de manera constante y significativa el crecimiento de la población. Un habitante de un país en desarrollo consume hoy casi un 30% más de calorías que la generación de sus padres.
Aun así, la FAO estima que unos 800 millones de personas sufren desnutrición crónica. En países que son autosuficientes en producción alimentaria, hay gente que pasa hambre por falta de poder adquisitivo. Los problemas alimentarios que han experimentado algunos países se deben sobre todo a catástrofes naturales, o errores políticos o económicos. Así, el África subsahariana, la única región donde la producción agrícola no ha aumentado al compás de la población, ha sufrido durante años la sequía, pero sobre todo la inestabilidad política y, en algunos países, la guerra. La mayoría de los países africanos que han experimentado hambrunas desde 1970 (Etiopía, Somalia, Sudán…) estaban desgarrados por guerras civiles o graves conflictos sociales.
Algunos advierten que la superficie de tierras cultivables no aumenta. Pero el crecimiento de la producción agrícola se debe sobre todo a la mejora en los rendimientos de las cosechas, gracias a la moderna genética y a la utilización de abonos, regadío, mecanización y lucha contra las plagas.
Aunque ahora ya no se habla del agotamiento de los minerales, se insiste en que el crecimiento demográfico provocará importantes penurias de agua en el futuro.
El problema del agua no es la escasez sino la mala gestión. El 70% del consumo de agua se destina a la agricultura, el 22% a la industria y sólo el 8% a alimentación e higiene. Gran parte del agua se desperdicia: sólo en la irrigación se estima que el 60% del agua se pierde o evapora. Bastaría economizar el agua en la agricultura y estaría asegurado el consumo humano. La Conferencia Internacional del Agua celebrada en 1998 reconoció que el riesgo de escasez puede evitarse si se remedia el actual despilfarro, sobre todo en los países desarrollados, y se invierte en nuevas conducciones de agua (cfr. servicio 171/98).
Más que la falta de agua, el problema es el consumo de agua insalubre en países pobres. Actualmente, se estima que todavía un 20% de la población mundial no tiene acceso a agua potable en buenas condiciones, aunque la mejora en este aspecto ha logrado reducir la mortalidad por enfermedades infecciosas originadas en el agua.
El informe del Fondo de Población de la ONULa opción únicaEl Fondo de Población de las Naciones Unidas acaba de publicar su informe de cada año sobre el estado de la población mundial, titulado «Seis mil millones. Es hora de optar». Pero el informe no habla de más opción que la de apoyar las programas de control de natalidad que el Fondo promueve, para los que pide más financiación por parte de los gobiernos. Frank Furedi, autor de Population and Development (Polity Press, 1997) comenta en The Wall Street Journal (22-IX-99) el enfoque del informe.
Furedi advierte que incluso las organizaciones dedicadas a promover fervientemente los programas de control de la natalidad reconocen que no hay pruebas de que el crecimiento de la población obstaculice el desarrollo económico. Por eso, hoy día, en vez de utilizar argumentos económicos, defienden la necesidad de sus programas como medio de mejorar la salud reproductiva y la igualdad de género.
«El FNUAP parece haber adoptado esta estrategia en su informe. Llama la atención la ausencia de cualquier motivo económico para justificar sus políticas de población. En cambio, el informe reconoce que el rápido crecimiento de la población es ‘sólo una entre otras muchas preocupaciones’, aunque al mismo tiempo vincula arbitrariamente los 6.000 millones a cualquier problema socioeconómico imaginable. Pobreza, malnutrición, enfermedades, escasez de medios educativos y sanitarios, SIDA, agotamiento de recursos, degradación del medio ambiente, corrupción política, ineficacia gubernamental, se presentan como problemas que sólo pueden ser solucionados poniendo en práctica políticas de control de la natalidad. Pero la mayoría de las 76 páginas del informe están dedicadas a lo que el FNUAP llama salud reproductiva, derechos reproductivos o igualdad de género».
Sin duda, la mejora de la salud reproductiva es un valioso objetivo, reconoce Furedi, pero «los neomalthusianos están más interesados en reducir la población que en ayudarla de verdad». Por ejemplo, «aducen las tasas de mortalidad materna como una prueba de la necesidad de los ‘servicios de salud reproductiva’, lo que generalmente es un eufemismo del control de la natalidad. De hecho, aducen cifras alarmantes: cada año mueren, dicen, 580.000 mujeres por causas ligadas al embarazo y al parto. Pero si lo alarmante es la mortalidad materna, las soluciones deberían hacer hincapié en mejorar los servicios hospitalarios y los cuidados prenatales, y no sólo en evitar el embarazo como primera preocupación».
Furedi advierte que, aunque la retórica del FNUAP habla constantemente de «opciones» y de «derechos» de las mujeres, sus programas están dirigidos a cambiar las más íntimas actitudes de la gente en una sola dirección. «El FNUAP está tan obsesionado con la fecundidad que se niega tenazmente a prestar atención a las causas sociales, económicas y políticas de la pobreza en los países en desarrollo. (…) ¿No sería mejor gastar menos tiempo preguntándonos cómo disminuir la población y dedicar más a reflexionar cómo aprovechar mejor las capacidades productivas de 6.000 millones de personas?».