Un hombre de 38 años no para de mirar el reloj en su puesto de trabajo. Es viernes y todavía le quedan un par de horas para terminar la jornada e irse a casa a disfrutar del fin de semana. No dedicará horas extra a adelantar trabajo: se limita a las horas estipuladas en su contrato. Es lo que se conoce como quiet quitting o renuncia silenciosa, una tendencia cada vez más extendida en el mundo laboral.
En gran medida, el teletrabajo y la pandemia son algunas de las causas detrás de este fenómeno. Al trabajar desde casa, aumentó la disponibilidad de los empleados favorecida por la conexión permanente, lo que desdibujó los horarios laborales, que casi se confunden con la vida personal. No son pocos los que, tras estos años, se han replanteado qué papel tiene el trabajo en su vida. Según una encuesta de FlexJobs, casi la mitad de los trabajadores (un 44%) estaría dispuesto a cobrar menos si, a cambio, su vida estuviese menos sobrecargada de trabajo y tuviera más vida personal.
Un problema global
Gallup ha publicado recientemente un informe sobre la situación del trabajo a nivel global, con datos de 112.000 empresas de 96 países. Las cifras no son nada alentadoras: de media, solo uno de cada cinco trabajadores se siente comprometido en su trabajo. El porcentaje baja hasta el 9% de los empleados en Reino Unido, a la cola del continente europeo desde el punto de vista de la felicidad laboral.
En Latinoamérica, las cifras tampoco son esperanzadoras. De media, solo el 23% se siente cómodo con su trabajo, con amplias diferencias entre países. Por ejemplo, los países mejor posicionados para trabajar son Panamá, Nicaragua y El Salvador, mientras que los puestos más bajos y con gente menos motivada se los reparten Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Otros factores medidos por Gallup son los estados emocionales negativos asociados a la tarea profesional: alrededor del 50% de los empleados latinoamericanos dice sufrir estrés, miedo al despido, tristeza o frustración cuando están en sus puestos.
Opiniones encontradas
Una de las principales críticas al quiet quitting es la acusación de falta de profesionalidad o de ganas. Sin embargo, los trabajadores que se apuntan a este fenómeno defienden que el objetivo no es no trabajar, sino hacer exactamente aquello por lo que se les paga, en referencia a las horas extras no remuneradas. Esto ocurre especialmente en algunas profesiones con jornadas laborales interminables. El objetivo más inmediato de estas personas no es trabajar menos o quitarse de en medio a la mínima oportunidad, sino marcar límites entre lo estrictamente exigible y lo excesivo.
Los jóvenes han comenzado a defender en sus trabajos que ceñirse a lo exigible no es sinónimo de trabajar mal
En cambio, expertos en el mundo laboral, como la profesora de la Universidad de Nottingham Maria Kordowicz, achacan el quiet quitting a la falta de satisfacción y motivación en el puesto de trabajo. Cuando este se convierte en una carga que se soporta como un mero medio para conseguir dinero, procuramos pasar el menor tiempo posible en él. Además, la relación de las personas con su empleo se ha visto desmejorada en los últimos años por la precariedad, agudizada por las condiciones de la pandemia. Según defiende Kordowicz, hoy en día buscamos un significado más trascendental: “Ha habido un sentido muy fuerte acerca de la muerte con la pandemia, algo bastante existencial que ha empujado a la gente a preguntarse: ¿Qué debería significar el trabajo para mí? ¿Cómo puedo tener un puesto más alineado con mis valores y mis principios?”.
La periodista Laura Vanderkam se muestra muy crítica con el quiet quitting. Según su opinión, el problema de no sentirse satisfecho con el trabajo no se resuelve con menos horas o evitando la oficina, sino que es necesario un cambio de actitud ante lo que hacemos y una reestructuración de nuestro horario. Vanderkam hizo un estudio a 140 personas que consideraban que su vida era demasiado caótica y estresante por causa de su trabajo. Al introducir en sus rutinas ejercicio físico frecuente o hobbies que les llenaban vitalmente, los niveles de estrés bajaron considerablemente y, en general, tras tres meses, los índices de satisfacción sobre cómo compaginaban su vida personal y laboral aumentó un 20%.
Una tendencia con rostro joven
El quiet quitting ha sido en parte un fenómeno aupado por las redes sociales, con especial presencia en TikTok. En los últimos meses, ha crecido exponencialmente el número de personas que comparten en redes sociales su experiencia sobre cómo han conseguido trabajar un número de horas razonable. Como muestra de la magnitud del fenómeno, a día de hoy los vídeos relacionados con el quiet quitting acumulan 354 millones de visualizaciones en TikTok.
Son precisamente los jóvenes quienes han comenzado a defender en sus trabajos que ceñirse a lo exigible no es sinónimo de trabajar mal. Reclaman una visión más positiva del quiet quitting en la que el trabajador se aleja de la cultura del exceso y cumple con sus funciones con la mayor profesionalidad posible, en el tiempo establecido y sin tratar de evadir sus responsabilidades.
Una solución compartida
En el fondo, lo que está en juego es una batalla por el tiempo. Una salida a esta encrucijada pasa por que las empresas no sobrecarguen a sus empleados con objetivos inalcanzables ni una lista de tareas abrumadoras. No son pocos los que relacionan el quiet quitting con jefes abusivos. En Harvard Business Review realizaron hace un mes una encuesta en la que calificaron a 2.800 directivos de empresas y luego analizaron la motivación de sus empleados. La conclusión a la que llegaron es que los jefes mejor valorados eran también los que suscitaban en los empleados más ganas de trabajar y de identificarse con la empresa. A su vez, las empresas con las personas menos comprometidas eran las que tenían los directivos peor calificados.
En definitiva, se trata de un problema con múltiples causas que deben ser puestas en el foco, aunque lo importante es que tanto trabajadores como empleadores cada vez son más conscientes de este tipo de situaciones y han comenzado a poner límites para atajarlas.