Cualquier padre de un niño o adolescente con disforia de género se habrá enfrentado en algún momento a las estadísticas de suicidio de la infancia trans. Las opciones que se ponen sobre la mesa son o la terapia afirmativa o el suicidio. “Mejor un hijo vivo que una hija muerta”, responden muchos. Cualquiera lo haría.
Sin embargo, cada vez más expertos y estudios cuestionan la narrativa dominante que asegura que no ofrecer terapia afirmativa desde el primer momento es casi una condena de muerte. Varias voces piden prudencia y señalan que atribuir una tragedia como el suicidio a una sola causa es irresponsable y pone una gran presión sobre las familias.
Recientemente, en un debate parlamentario en Georgia (Estados Unidos) sobre un proyecto de …
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