Cada vez más mayores, con más dinero y con mejor salud. El sector público y la industria privada se enfrentan a un cambio de vida y de hábitos sin precedentes que va a mover miles de millones de euros en el futuro.
En los próximos años va a empezar a jubilarse la llamada generación del baby boom, la numerosa población que empezó a nacer a finales de los años cincuenta, cuando los estragos causados en la economía por la Segunda Guerra Mundial empezaron a desaparecer. En el mundo desarrollado, esta salida del mercado laboral de millones de personas se va a unir a la fuerte caída de la natalidad, que ya no garantiza el reemplazo generacional en Occidente y que supondrá una reducción de la población activa. La ONU calcula que en 2060, el 30% de la población mundial tendrá más de 65 años, por el 17% de hace diez años.
Quizá el ejemplo más cercano y vivo lo tenemos en Japón, una sociedad envejecida desde hace tiempo que ha dejado de ser un referente económico e industrial como lo fue a finales del siglo pasado. Recordamos empresas como Sony, Casio, Panasonic, Sanyo o Canon, que dieron lecciones de gestión a todo el mundo y que han sido sobrepasadas por competidores de China, Corea del Sur o Estados Unidos. Hoy, el principal problema de la economía nipona es ese envejecimiento de la población, que supone una disminución de la fuerza laboral y una menor demanda de bienes y servicios. Esa reducción de la demanda ha llevado a que durante muchos años Japón viviera en una permanente deflación, al estancamiento económico y al incremento de la deuda pública para poder financiar la actividad económica del país.
Con el envejecimiento de la población, el Estado tendrá que ir haciendo un trasvase de recursos para hacer frente a las necesidades del colectivo de más edad
Por ejemplo, el principal problema educativo que tiene Japón ahora es qué hacer con el exceso de capacidad: entre 2002 y 2020 han cerrado unas 9.000 escuelas de educación primaria, y el ritmo aumenta hasta una media de 450 cierres cada año. Esta desaparición de escuelas tiene efecto en el empleo del sector educativo o en el desarrollo de las zonas rurales, ya que donde no hay colegios no acuden las familias jóvenes. Ni que decir tiene que Japón dejó de ser hace años ese motor del crecimiento mundial.
El mundo desarrollado occidental está entrando en ese territorio desconocido y tanto el sector público como la actividad privada se van a ver afectadas considerablemente con los cambios sociales que inexorablemente llegan.
Una pesada losa para el sector público
Con el envejecimiento de la población, el Estado tendrá que ir haciendo un trasvase de recursos para hacer frente a las necesidades del colectivo de más edad. Partidas como las pensiones, la sanidad o la dependencia exigirán más dinero… que tienen que salir de una sociedad más pequeña que sólo podrá compensar la reducción de la fuerza laboral con importantes incrementos de productividad. Estamos viendo el violento enfrentamiento entre el Gobierno francés y parte de la sociedad por la reforma de las pensiones (Macron quiere acotar el incremento del gasto), y en España también se ha producido un fuerte debate entre los economistas tras la aprobación de la reforma del ministro José Luis Escrivá, precisamente porque no trata de reducir el coste de las pensiones: “La reforma actual sustituye la autosuficiencia del sistema por su dependencia del Estado. En lugar de asumir el coste de converger gradualmente a un sistema autosuficiente (…) se opta por incrementar el gasto y trasladar al futuro el coste económico de disponer de menos margen para otras políticas públicas”, escribían en el diario Expansión los profesores Enrique Devesa y Rafael Doménech, de la Universidad de Valencia.
También habrá que reestructurar los recursos destinados a la educación. Blanca Thoillez, profesora de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid, escribía el pasado 13 de abril una tribuna en ABC titulada “Carta a la Educación”, en la que recomendaba: “Que no se te pase que tienes que hacer una planificación de las enseñanzas que tenga en cuenta el impacto del descenso de la natalidad. La pregunta a la que te enfrentas es: ¿qué va a hacer con esos recursos sobrantes? ¿Vas a invertirlos en otros sectores o vas a mantenerlos en este? Y en su caso, ve pensando en qué y cómo”. El número de estudiantes de enseñanza obligatoria en los 27 países de la UE ha pasado de 79 millones en 2000 a 73 millones en 2021, según datos de Eurostat. En España, esa cifra apenas se ha reducido de 8,37 millones en 1990 a 8,24 millones en 2021, gracias al aumento de los alumnos procedentes de la inmigración, que hasta el año 2000 apenas existían en la enseñanza obligatoria y en 2021 ya representaban el 10,7% del total, unos 900.000 estudiantes.
Como los mayores serán más y habrán tenido menos hijos, hará falta desarrollar una industria privada de cuidados personales y de dependencia
No se salvará de la necesidad de cambio del gasto sanitario público que supondrá el envejecimiento. Ese cambio será tanto en cantidad –más gasto porque la población estará más envejecida– como en su composición, porque las personas mayores sufren enfermedades que no se dan en los jóvenes y, sobre todo, porque es más fácil que a esas edades se cronifiquen. La agencia Moody’s estima que el gasto sanitario en España crecerá un 18%, hasta los 95.000 millones de euros, en los próximos doce años, y en Italia lo hará un 13%, hasta los 140.000 millones.
Una revolución en el sector privado
Este incremento del gasto será más necesario en unas enfermedades que en otras. Entre las industrias farmacéuticas que más se beneficiarán están las relacionadas con la enfermedad de la diabetes –cuya prevalencia aumenta con la edad–: dinero para investigación, nuevos productos, etc. También saldrá ganado la actividad relacionada con la salud cardiovascular, como las enfermedades coronarias y la hipertensión, y, por supuesto, con las enfermedades neurovegetativas, como el alzhéimer o el párkinson. Oftalmología, cirugía estética, ortopedia serán también otras especialidades que verán crecer la demanda de servicios.
Las estimaciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) apuntan a que el número de españoles mayores de 65 años va a pasar de 9,4 millones en 2020 a 16 millones a mediados de siglo y, según la ONU, la población mayor de 60 años en el mundo se va a duplicar en 2050 sobre la actual y se triplicará en 2100. Además, como esos mayores habrán tenido menos hijos, será necesario desarrollar toda una industria privada de cuidados personales y de dependencia, muchos de los cuales corren ahora a cargo de las familias. Los expertos hablan ya de un notable déficit de profesionales relacionados con la dependencia. Hacen falta médicos especialistas, enfermeras, geriatras, fisioterapeutas, psicólogos y trabajadores sociales que puedan dar respuesta a las distintas situaciones que se presentan con el aumento de la longevidad. Y a medida que pase el tiempo harán falta más. Junto con la Administración, ya han aparecido empresas privadas que se dedican a este cuidado de los mayores. especializadas en la teleasistencia, la ayuda a domicilio, los centros de día o las residencias de mayores.
Hay otros sectores de actividad clave en la economía que también se verán afectados. Según Eurostat, en 2017, un tercio de los 220 millones de hogares que hay en la Unión Europea están constituidos por una sola persona. En Suecia, por ejemplo, el 52% de los hogares ya son unipersonales. En España, hay 4,7 millones de ciudadanos que viven solos; de ellos, más de dos millones son mayores de 65 años. En 2037, el INE estima que los españoles que vivirán solos ascenderán a 6,5 millones. Se trata de un enorme cambio social que ya está aquí y que va a afectar también al sector inmobiliario. Las tradicionales residencias no van a ser ya suficientes y se empiezan a dar soluciones al crecimiento del número de personas mayores con buena salud que no necesitan una asistencia especial con el nacimiento de iniciativas como el “cohousing senior”: un modelo de urbanización o de edificio en los que viven un grupo de personas en viviendas o apartamentos independientes, pero que comparten servicios comunes como la limpieza, zonas de ocio, el comedor y algunas actividades sociales o deportivas.
En 2011, la Comisión Europea publicó un informe titulado “Europa, número uno en el mundo como destino turístico. Un nuevo marco político para el turismo europeo”, en el que destacaba el papel que iba a tener para el sector el aumento de la longevidad. Explicaba que los mayores de ahora y del futuro van a tener dinero y tiempo libre y, por eso, “este grupo tendrá un papel vital para el sector turístico en las próximas décadas”, lo que exigirá a las empresas y organizaciones un esfuerzo por “adaptarse a las nuevas necesidades y seguir siendo competitivas”. Nuevas necesidades como la construcción o rehabilitación de hoteles y alojamientos mucho más accesibles o la desestacionalización de la oferta al desaparecer para este colectivo el concepto de temporada alta o baja –los jubilados pueden viajar en cualquier época del año– y veremos un auge de los viajes por temas de salud, ya sea por motivos terapéuticos –buscando climas más favorables, por ejemplo– o meramente de ocio, como el turismo.
La creciente importancia de los jubilados en la sociedad se da también en la industria del entretenimiento, que busca ya historias de mayores, cuyos protagonistas son personas que hasta hace años casi no existían en los guiones. Dos botones de muestra. La película Uno de nosotros (2020) trata del viaje al Medio Oeste profundo de un matrimonio de abuelos para rescatar a su nieto de cinco años que, tras la muerte de su hijo, vive con el segundo marido de su nuera en una familia férreamente gobernada bajo un régimen de miedo por la otra abuela del niño. O la serie de la BBC Happy Valley (2014), protagonizada por una policía de un pueblo británico cercano a Leeds en vísperas de su jubilación, que cumple con su deber profesional mientras se hace cargo de su complicada familia –hijo divorciado de forma traumática, hermana alcohólica– y de su nieto, fruto de la violación de su hija, que se suicidó tras dar a luz. En ambos casos, la relación abuelo-nieto es clave en la trama.
El creciente número de mayores, más sanos y con mayores recursos cada vez, está cambiando muchos modelos sociales y económicos y esto no ha hecho más que empezar. Hay muchos miles de millones de euros en juego en todos los sectores de actividad.