Poder navegar en las frías aguas del polo sur y casi tocar con los dedos las bulliciosas colonias de pingüinos es una atracción como pocas, de esas que el cambio climático hace peligrar. Habría que viajar allí, pues, antes de que los hielos se fundan del todo y los animales se extingan por culpa de los vacíos en la cadena trófica.
La invitación es una más del denominado “turismo de última oportunidad”, una opción de viajes que está en auge y que fue trending ya en 2018. El razonamiento es que, con fenómenos como el ascenso global de las temperaturas y la contaminación de las aguas, así como otros no achacables al ser humano –por ejemplo, que un potencial movimiento telúrico haga desaparecer sitios como Machu Pichu–, estamos a punto de queda…
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