Zona común de un edificio de coliving en Madrid (Foto: Urban Campus)
La subsistencia está obligando a mayores y jóvenes por igual a buscar fórmulas creativas para vivir en la ciudad. Gran parte de ellas pasan por compartir: esa palabra mágica de nuestro tiempo que se aplica tanto a la movilidad urbana como al trabajo o la vivienda. Si puedes compartir un coche, ¿por qué no una casa o una oficina? Tener con otras personas algo en común va a ser cada vez más común.
Se están dando una serie de circunstancias sociales y económicas que nos inducen —y a veces obligan— a aceptar cambios en nuestro modo de vida. En las antiguas diligencias o coches de caballos, los viajeros compartían un estrecho e incómodo habitáculo a lo largo de un fatigoso recorrido. Ahora —cada vez más— vamos a compartir con otros el itinerante, dilatado y saludable viaje de la vida.
Lo que antes resultaba natural ahora vuelve a ser nuevo. Parece que nuestra vida además de ecológica (eco) va a ser compartida (co), por eso, entre las distintas fórmulas residenciales que están proliferando últimamente, ha surgido el coliving: un concepto que aprovecha el éxito de sus precedentes: el cohousing y el coworking, y que manifiesta el interés creciente por crear nuevas formas de reinventar el espacio residencial y profesional.
La diferencia entre estos conceptos estriba en que el coworking consiste en compartir el lugar de trabajo; el cohousing, la vivienda permanente, y el coliving, la residencia ocasional, la de breve duración, con espacios que se adaptan a distintos perfiles y especialmente a las necesidades de los trabajadores remotos o los llamados nómadas digitales, que hoy están en Londres y mañana en Dubái.
Compartir es más barato
La idea del coliving prendió en Estados Unidos y desde allí se exportó a bastantes países de Europa y Asia. El coliving está en alza. Para algunos jóvenes, aúna trabajo y vivienda en un mismo lugar en el que comparten experiencias dentro de una comunidad. Como vivir en la ciudad sale caro, los millennials buscan este tipo de espacios residenciales compartidos en el centro de las ciudades, donde tienen de todo: comercio, ocio… y renuncian a alquilar un apartamento mayor y más barato a las afueras de la urbe.
Las soluciones de coliving integran habitaciones con baño individual, que salvaguardan un mínimo de privacidad, y una serie de espacios comunes: cocina, sala de estar, lavandería, gimnasio… incluso un espacio de trabajo que puede ser un laboratorio de ideas para los emprendedores.
En la expansión del coliving influye que cada vez más gente vive sola junto con los elevados precios de la vivienda
Para las generaciones mayores, gente con buena salud y años por delante, también caben soluciones compartidas, aunque tienen amplias posibilidades de mejora. Es verdad que en los últimos años se han desarrollado programas de convivencia intergeneracional, para mayores que viven solos y estudiantes universitarios que necesitan alojamiento asequible. También hay personas mayores que ya viven juntas y consiguen un estilo de vida más saludable. Algunas empresas, como A Place for Mom, han apostado por este tipo de soluciones y ayudan a simplificar el proceso para encontrar viviendas y resolver su atención domiciliaria.
Para los que viven solos
Pero el cambio fundamental que introduce el coliving, quizá el más interesante y novedoso desde el punto de vista social, es haber dado con una fórmula residencial que permite compartir las economías y llegar a un concierto de funcionamiento entre los convivientes. Por poner solo un ejemplo: si dos personas, amigas o emparentadas, viven solas, podrían plantearse una solución de economía concertada compartiendo una vivienda. Para qué pagar dos pisos, dos comunidades de vecinos, dos de todo… si se puede vivir en el centro de la ciudad, e incluso contratar a una persona que se encargue de las tareas domésticas, etc.
Si analizamos el éxito del coliving vemos que intervienen varios factores. Por un lado, cada vez hay más gente que vive sola, tanto mayores como jóvenes. Según la vicepresidenta de la Comisión Europea para la Democracia y Demografía: “Un tercio de los hogares europeos son unipersonales, gente que vive sola y tampoco tiene hijos. No se trata solo de gente mayor sino también de jóvenes. En España o Bulgaria viven juntos distintas generaciones, pero en Francia o Finlandia no es así”. Otro dato que refuerza lo anterior es que, según la Oficina del Censo de Estados Unidos, allí aproximadamente el 28% de las personas mayores de 65 años viven solas.
Por otro lado, está la dificultad de acceso a la vivienda, con unos precios desorbitados, a lo que se añade el aumento del número de gente que trabaja de forma remota, al menos parte de su tiempo. Según un informe de Gallup, en EE. UU. son ya el 43% de los trabajadores activos.
Indudablemente influye la cultura de cada país, pero la vivienda compartida se vislumbra como una nueva tendencia o estilo de vida. Es cierto que los jóvenes están más abiertos a este tipo de situaciones de menor compromiso, sin un contrato de arrendamiento estable. Los mayores se inclinan por comunidades integradas, en las que también se ofrecen eventos y espacios sociales para fomentar la comunicación entre convivientes y entre vecinos, huyendo así de la no deseada soledad.
Fórmulas variadas
Este fenómeno se está aplicando en gran parte del mundo pero con ropajes diferentes. Por ejemplo, en más de 80 ciudades norteamericanas, comenzando por las ciudades más caras como Nueva York o San Francisco, ya existen desde hace tiempo experiencias de coliving en funcionamiento. Compañías como PadSplit convierten casas unifamiliares o apartamentos en viviendas compartidas y han pasado en muy poco tiempo de 770 a 1.000 unidades. Para hacerse una idea de los costes, en Atlanta (EE. UU.) el promedio de alquiler de un apartamento es de 1.400 dólares al mes, un precio que está fuera del alcance de personas con ingresos anuales menores de 35.000 dólares. Las viviendas compartidas, en cambio, salen por unos 600 dólares al mes (incluyendo mobiliario, servicios comunes, wifi y lavandería), lo que permite tener una carga menor de alquiler y ahorrar durante un tiempo para comprar un coche o un apartamento.
Algunos edificios de coliving cuentan con un animador que organiza actividades para los residentes
Otro ejemplo interesante es el de la empresa The Collective, que ha rehabilitado un edificio (Old Oak) al oeste de Londres, a veinte minutos en metro del centro, para sacar pequeños estudios con baño y cocina. El coste mensual oscila entre el equivalente de 1.000 y de 1.300 euros (según la cocina sea compartida o privada). Admiten solo a profesionales activos, también parejas, y ofrecen salas comunes para cada estado de ánimo: yoga matutino o partido de ping-pong con bebidas; cenas organizadas en distintos comedores temáticos o lectura de un buen libro en la biblioteca.
Con un programa parecido, Urban Campus puso en marcha en 2018 su primer edificio de coliving en Madrid con capacidad para 74 jóvenes profesionales. Por 850 euros al mes, además de un estudio con baño privado (12-28 m²), brinda una serie de espacios compartidos: cocina, gimnasio, cine… Esta empresa actualmente tiene cinco espacios funcionando con éxito en Madrid y, en los próximos cinco años, abrirá treinta espacios residenciales en las principales ciudades europeas. En Pantin (París) abrirá un edificio de 4.200 m² con 110 estudios de 24 m², dirigidos a gente entre 25 y 50 años que busca privacidad, pero también pertenecer a una comunidad con la que compartir un estilo de vida, cultura e intereses.
En el otro extremo del mundo, en el centro de Dubái (EAU), con un formato diferente de coliving, la compañía MAG Developers estrenó en 2020 una nueva torre residencial de lujo (MAG 318), la cual consta de 439 estudios (1 y 2 habitaciones) y unas magníficas instalaciones compartidas: una combinación de servicios profesionales, comerciales, gastronómicos, de ocio y entretenimiento.
Community manager
Al atender a varios estilos de vida y gustos, el principal valor del coliving es participar en una comunidad variada y aleatoria que, en algunos casos, está animada por un community manager encargado de organizar actividades mensuales, ya sea para ir al cine por la noche, navegar en kayak, asistir a clases de cocina o una cata de vinos. Para optimizar su funcionamiento, estos espacios están equipados con una plataforma digital que, además de mantener conectados en red a todos, recopilan información técnica mediante unos sensores. Para algunos, puede ser una vivienda de emergencia en un momento difícil o una manera de ahorrar; y para otros, puede ser un modo de olvidarse de limpiar, mover muebles o pagar la electricidad, el gas, etc.
Con los altos precios del alquiler que hay en los principales núcleos urbanos, el coliving está sirviendo de catalizador del mercado y está atrayendo la atención de un número creciente de inversores. Es verdad que compiten en precio con hoteles y hostales que ofrecen lo mismo, pero su punto fuerte está en la comunidad. No obstante, en provecho de los escépticos, hay que añadir que la convivencia sigue siendo un arte difícil y puede que por ese motivo la duración de la experiencia sea más corta de lo esperado o interrumpida nada más despegar.
Con todo, en esta época de individualismo, no suena mal lo que suena a nuevo. Algunos, a raíz de esta nueva tendencia del coliving, se preguntan “si la convivencia es una evolución real a largo plazo de la forma en que viven los humanos, o si esto es el resultado de capitalizar una tendencia” con un buen producto de inversión de mayor rentabilidad que la promoción de viviendas.
Antonio Puerta López-Cózar
Arquitecto