A Ane, que lleva una vida gris, se le colorea la existencia cuando comienza a recibir semanal y anónimamente un ramo de flores. Esta mujer menopáusica, cuyo marido es lo más parecido a un neanderthal en lo que a sensibilidad se refiere, tiene así un aliciente periódico, aunque el esposo empieza a sentir celos del admirador secreto. Al mismo tiempo, Beñat, que trabaja con una grúa en la misma obra de la construcción donde Ane es administrativa, debe soportar las frecuentes discusiones entre su esposa Lourdes, y su madre Tere, que no se llevan bien. Un accidente fatal afectará a todos hondamente.
Film íntegramente rodado en euskera, Loreak está hábilmente tejido por Jon Garaño y José María Goenaga, que manejan bien la intriga para componer los sentimientos de unos seres humanos heridos, dolidos, que se arrastran por la vida sin saber de dónde vienen ni adónde van. Hay autenticidad en los rencores mezquinos, pero destaca la general cortedad existencial de miras, la ausencia de horizontes, la vida cansina y resignada, que acaba agarrándose a un pequeñísimo clavo ardiendo, un ramo de flores. Hay también algo de artificio en el entramado, donde importa mucho la atmósfera, a la que ayuda la partitura de Pascal Gaigne.
Todo tiene un regusto amargo y triste. No es una película que te alegre el día. Los actores atrapan lo anodino, como deben, pero falta algo que eleve la propuesta, una suerte de catarsis que tal y como se acaba acometiendo, se queda corta.
