Directores: Andrew Stanton y Lee Unkrich. Guión: Andrew Stanton, Bob Peterson y David Reynolds. Música: Thomas Newman. Dibujos animados. 101 min. Todos.
Desde que en 1986 se independizó de LucasFilms y nombró a John Lasseter vicepresidente creativo, la historia de Pixar Animation es una sucesión de éxitos. En 1988, la Academia de Hollywood otorgó el Oscar al mejor corto de animación a Tin Toy, y en 1995 consagró definitivamente a John Lasseter premiándole con un Oscar especial por su trabajo en Toy Story, el primer largometraje totalmente digital de la historia. A él seguirían otras obras maestras, como Bichos (1998), Toy Story 2 (1999) y Monstruos S.A. (2001). Ahora esa proyección se acelera aún más con Buscando a Nemo, sensacional aventura en 3D que ha desbancando a El Rey León como película de animación más taquillera de la historia.
Como en todas las películas de Pixar, el primer atractivo es el guión. En esta ocasión, narra las dramáticas aventuras de Marlin, un pez payaso más bien serio y prudente, que abandona su tranquilo banco de coral y se lanza al peligroso océano en busca de su hijo Nemo, capturado por un buzo y encerrado en la pecera de un dentista de Sydney. Durante su alucinante odisea contará con la ayuda de Dora, una pez cariñosa y decidida, pero con graves problemas de memoria, pues se olvida de lo que ha pensado unos segundos antes.
El guionista Andrew Stanton -que debuta aquí como director- y Lee Unkrich -que ya codirigió Toy Story 2 y Monstruos S.A.– desarrollan este espléndido material narrativo con un poderoso sentido de la progresión dramática. Después de la rotunda tragedia inicial, el guión se torna más episódico; pero cada secuencia, sin dejar de tener entidad propia, enriquece de algún modo la exaltación de la paternidad, la filiación y la amistad que proponen las dos tramas paralelas de Marlin y Nemo. Todo ello, sin caídas de intensidad, y saltando con una facilidad sorprendente del drama a la comedia, y de ésta a la aventura trepidante o al terror más angustioso.
Ese humanismo, sencillo y universal, se presenta otra vez con una calidad técnica y estética sobresaliente. En esta ocasión, además de trabajar mejor los fondos y reforzar la gestualidad de los personajes, resuelven de modo magistral el desafío de ambientar casi toda la acción dentro del mar. En este punto, Pixar vuelve a sentar cátedra en cuanto a la recreación de texturas naturales, la iluminación de ambientes y el tratamiento del color. Ciertamente, le queda por resolver la animación realista de personajes humanos, que aquí vuelven a desentonar en comparación con el resto. Quizá superen ese reto en su siguiente film, The Incredibles (2004), dirigido por Brad Bird, que ya demostró su alta calidad en la notable El gigante de hierro.
Jerónimo José Martín