En su último informe anual, el Fondo de la ONU para la Población vuelve a insistir en la «salud reproductiva» y los beneficios que reporta: «familias más pequeñas» y «crecimiento más lento de la población». Justo lo contrario de lo que desearía Europa, donde el tipo de hogar más frecuente es el unipersonal y la anquilosis demográfica amenaza la prosperidad. Ante el envejecimiento de la población, la Comisión Europea busca remedios: ha elaborado un informe y ha abierto una consulta pública para pedir ideas.
A estas alturas, y con permiso del Fondo para la Población, en Europa fomentar la natalidad ya no es un tabú o una falta de responsabilidad con el planeta, sino una imperiosa necesidad. El informe, o Libro Verde (1), de la Comisión Europea no plantea solo cómo adaptarse al envejecimiento, sino también cómo aliviarlo.
El título del documento alude a lo primero: «Frente a los cambios demográficos, una nueva solidaridad entre generaciones». Pero en el interior, la Comisión advierte y reconoce que «nunca en la historia ha habido crecimiento económico sin crecimiento de la población». Y el crecimiento económico será necesario para la solidaridad entre generaciones en una UE donde menos activos tendrán que sostener a más jubilados.
En efecto, se avecina un desequilibrio cada vez mayor entre la población activa y la inactiva. A consecuencia de las bajas tasas de fecundidad en prácticamente todos los países miembros y los candidatos, en los próximos 25 años la UE perderá unos 20,8 millones de personas en edad de trabajar (-6,8%), mientras que los mayores de 65 años aumentarán en 38 millones (+49,8%), según las estimaciones de Eurostat que maneja el Libro Verde. Esto hará que la tasa de dependencia total (número de menores de 15 años y mayores de 65, dividido entre la población de 15-64 años) pasará del 49% en 2005 al 66% en 2030.
Consulta pública
El escaso vigor demográfico de la UE preocupa a la Comisión Europea. Fue uno de los temas principales que encargó estudiar al «Grupo de alto nivel sobre el futuro de la política social en una Unión Europea ampliada», coordinado por el ex primer ministro holandés Wim Kok, que presentó su informe en mayo de 2004. Después, la Comisión elaboró el presente Libro Verde, publicado en marzo pasado. Luego, el 11 y el 12 de junio de este año, organizó una conferencia en Bruselas bajo el mismo título que el Libro, en la que participaron miembros de la Comisión y de los gobiernos nacionales, diputados del Parlamento Europeo, agentes sociales, ONG y expertos independientes.
La Comisión, además, ha querido oír la voz de los ciudadanos. El 1 de septiembre abrió una consulta pública para que cuantos lo desearan pudiesen aportar sus opiniones sobre los temas planteados en el Libro Verde, que incluye un cuestionario con este fin. El plazo para enviar comentarios terminó el 15 de octubre.
Más adelante, la Comisión elaborará -como es habitual en las consultas públicas- un informe sobre las respuestas recibidas. Este informe se publicará en las páginas de «Tu voz en Europa», dirigidas a facilitar la participación de los ciudadanos europeos y los agentes sociales en las consultas y debates abiertos en el seno de la Comisión.
Tendencias de fondo
Los cambios demográficos a que alude el título del Libro Verde obedecen a tres «tendencias de fondo». Primera, la duración media de la vida se alarga, tendencia que por sí misma lleva a aumentar la proporción de personas mayores en la población total: es el envejecimiento debido al progreso de la salud. Segunda, el número absoluto de mayores de 60 años seguirá creciendo hasta 2030, al hacerse mayores las generaciones del «baby boom». Y esta masa, nunca vista, de jubilados coincidirá con unas cohortes reducidas de jóvenes, por la persistencia de una natalidad baja (tercera tendencia), que es la otra causa del envejecimiento demográfico.
Los efectos de estas tendencias de fondo son ya visibles. Desde hace unos años las estadísticas muestran que la población europea mantiene ligeros niveles de crecimiento gracias, sobre todo, a la inmigración. En 2003 el crecimiento natural (nacimientos menos defunciones) de la UE fue de solo el 0,04%, y los nuevos Estados miembros -excepto Chipre y Malta- experimentaron pérdida de población (sobre todo por el saldo migratorio negativo). Según las estimaciones más recientes, la tasa de fecundidad en la UE-15 (los 15 países que formaban la UE antes de la última ampliación) está en 1,5 hijos por mujer, y la situación de los diez nuevos miembros es todavía peor (también con las excepciones de Chipre y Malta).
Como el umbral de reemplazo de generaciones está en 2,1 hijos por mujer, la UE parece condenada a continuar teniendo un crecimiento demográfico lánguido, hasta que la inmigración no pueda ya compensar la escasez de nacimientos y la población comience a disminuir. Eso ocurrirá en torno a 2025, cuando la UE-25 (los actuales miembros de la UE) alcance un máximo de 469,5 millones de habitantes (11 millones más que ahora); después bajará a 468,7 millones en 2030 y unos 448 millones en 2050. Para los países candidatos los problemas demográficos son más acusados aún, con importantes pérdidas de población entre el presente y 2030: -21% en Bulgaria, -11% en Rumania y -19% en Croacia, según las estimaciones de Eurostat.
La Europa de los veteranos
Si las previsiones demográficas de Eurostat se desglosan por tramos de edad, como hace el Libro Verde, se aprecia la magnitud del envejecimiento que se avecina. Ya está disminuyendo el número de personas menores de 40 años en la UE-25: dentro de cinco años habrá 8,9 millones menos que ahora (-3,8%). Y desde 2010, el único grupo que aumentará será el de los mayores de 55 años. Las personas en el último decenio de actividad laboral (55-64 años), que ahora son el 17% de la población en edad de trabajar (15-64 años), en 2010 serán el 18,5% y en 2030 el 23%. Estas previsiones implican que las empresas tendrán que apoyarse más en los trabajadores de mayor edad. En estos momentos la situación está lejos de los objetivos marcados: la tasa de empleo de los trabajadores mayores de 55 años es del 40,2% (2003), sensiblemente por debajo del modesto objetivo europeo del 50%.
Por lo que respecta a los mayores de 65 años, se espera un crecimiento aún más rápido a medio plazo. Eurostat prevé que la población de 65-79 años aumente un 3,4% en el próximo lustro, y un 37,4% entre 2010 y 2030. Dentro de 25 años serán unos 80 millones, el segundo grupo de edad más numeroso, después de la población de 40-54 años (unos 93 millones) y ligeramente por delante de los jóvenes de 25-39 años.
Llamativo será el caso de los «ancianos» (mayores de 80 años). Gracias al constante aumento de la esperanza de vida, la población de más de 80 años crecerá un 17,1% desde 2005 hasta 2010 y un 57,1% entre 2010 y 2030, de modo que pasará de los actuales 18,8 millones a 34,7 millones dentro de 25 años. Es previsible que muchos vivirán solos, sobre todo mujeres. Por otro lado, aunque los progresos sanitarios permitirán a los ancianos ser más autónomos, con el fuerte crecimiento en números absolutos serán, inevitablemente, más los que necesiten atención especial, y en muchos casos las familias no se bastarán para hacerse cargo de ellos. No se bastarán… o simplemente no las habrá: actualmente, en la UE-15 la categoría de hogar más frecuente es el unipersonal (29% en 2001).
Sumados los dos grupos, las personas mayores de 65 años, que hoy constituyen cerca del 17% de la población de la UE, dentro de 25 años serán casi la cuarta parte. Es fácil imaginar los problemas que tendrán los sistemas de pensiones, sobre todo si la edad de jubilación teórica se mantiene en los 65 por regla general y el retiro efectivo sigue anticipándose unos años. Harán falta más recursos, pero lo mismo que aumentará las necesidades hará más difícil satisfacerlas. Según el informe del grupo coordinado por Wim Kok, el envejecimiento demográfico puede hacer que el potencial de crecimiento económico de la UE, que ahora está en el 2-2,5% anual, baje al 1,25% en 2040, «lo que afectaría también al espíritu de empresa y de iniciativa de nuestra sociedad», apostilla el Libro Verde.
Faltan niños
Con las presentes tendencias demográficas, la UE ya necesita inmigrantes para cubrir puestos de trabajo. La inmigración puede seguir aliviando la falta de población activa en los próximos decenios. Ahora bien, para que supliera todo el déficit de mano de obra que se avecina, harían falta flujos cada vez mayores que no serían fáciles de asimilar. Además, el Libro Verde advierte que la inmigración por sí sola no solucionará todos los problemas que conlleva el envejecimiento de la población.
El único remedio contra el envejecimiento demográfico es la natalidad, sea de nacionales o de inmigrantes. A este respecto, el Libro Verde señala que hay, primero, un margen que ganar. Las encuestas dicen que los europeos, con una fecundidad en torno a 1,5 hijos por mujer, querrían tener 2,3 hijos por término medio (pero el tamaño de familia deseado varía mucho entre los distintos países). Esta diferencia revela «las dificultades de todo tipo que pesan sobre las decisiones de las parejas», en palabras del Libro Verde. Los principales factores que contribuyen a deprimir la natalidad son el acceso tardío al empleo, la inestabilidad laboral que sufren muchos jóvenes (la tasa de paro entre los menores de 25 años es 10 puntos superior a la de los demás), los problemas de acceso a la vivienda y las dificultades para armonizar profesión y familia.
Entre las posibles soluciones, el Libro Verde menciona los incentivos, como subsidios familiares, permisos parentales o facilidades para acceder a los servicios de guardería. La experiencia de algunos países muestra que tales medidas «pueden tener una influencia positiva sobre la natalidad, y al mismo tiempo favorecer el aumento del empleo, en particular entre las mujeres». Y en otro lugar añade: «Si Europa quiere invertir la tendencia de disminución demográfica, debería apoyar a las familias mediante políticas que permitan a las mujeres y los hombres compatibilizar su vida familiar y su vida profesional».
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(1) Desde esta página, en inglés, se accede al texto del Libro Verde en los distintos idiomas de la UE.
Se agradecerá su opinión
La UE necesita más bebés. ¿Cómo favorecer el aumento de la natalidad? Por ahí empieza el cuestionario de la consulta pública sobre los temas tratados en el Libro Verde.
Primero se pregunta sobre la conciliación entre la vida familiar y la vida profesional, necesaria para facilitar que los europeos puedan tener los hijos que desean. Se piden ideas sobre el modo de fomentar un reparto más equilibrado de las responsabilidades domésticas y familiares entre hombre y mujer, así como de que las parejas jóvenes puedan acceder al mercado de trabajo en las condiciones que les permitan tener descendencia. El cuestionario plantea también cómo estimular la oferta de servicios de atención a niños y ancianos (por ejemplo: ¿con un tipo reducido de IVA?), por parte tanto de los poderes públicos como de las empresas, o «cómo remunerar de manera adecuada a los dos progenitores que soliciten permisos parentales».
Sobre la inmigración, el cuestionario pregunta hasta qué punto puede compensar algunos efectos negativos del envejecimiento demográfico y qué políticas deberían aplicarse para facilitar la integración de los inmigrantes, en especial los jóvenes.
Los siguientes capítulos del cuestionario tratan de la solidaridad entre generaciones, ante el futuro desequilibrio entre mayores y jóvenes, entre trabajadores e inactivos. En primer lugar se aborda la preparación de niños y jóvenes para el acceso al mercado laboral. Se piden sugerencias de medidas para prevenir la pobreza entre los niños y las familias monoparentales, el fracaso escolar y el elevado paro juvenil.
Con respecto a los mayores, la consulta plantea sobre todo cómo lograr que los trabajadores de más edad puedan prolongar su vida laboral. «¿Se debe seguir fijando una edad legal de jubilación, o habría que permitir una jubilación flexible y progresiva?». El cuestionario añade algunas sugerencias. Por ejemplo, a partir de cierta edad se podría permitir acumular la pensión y un salario en un empleo temporal o de dedicación parcial; o cabría fomentar con incentivos la participación de los pensionistas en el sector no lucrativo, que así podría contribuir más a atender las necesidades sociales.
Finalmente, ante el fuerte crecimiento de la población anciana, que requerirá cuidados de larga duración, el cuestionario pregunta «cómo ayudar a las familias» y «cómo repartir de manera equilibrada la asistencia a los ancianos entre las familias, los servicios sociales y las instituciones». También se plantea cómo formar al personal necesario para estas tareas y cómo mejorar la calidad de estos empleos, en un sector que se distingue por salarios bajos y cualificación escasa.
Tres prioridades
La Comisión Europea confía en que el Libro Verde, la conferencia de junio pasado en Bruselas y la participación de los distintos agentes sociales mediante la consulta pública, sirvan para encontrar ideas con que afrontar los cambios demográficos: unas nuevas y otras tomadas de entre las medidas más eficaces que ya se aplican en los países miembros. Las políticas que se buscan deben atender, según dice la Comisión en las conclusiones del Libro Verde, a «tres prioridades esenciales»:
1) Recuperar el camino del crecimiento demográfico. «Gracias a una aplicación decidida de la agenda de Lisboa (modernización de los sistemas de protección social, aumento de la tasa de empleo de las mujeres y los trabajadores de edad), medidas innovadoras de apoyo a la natalidad y un recurso controlado a la inmigración, Europa puede crear nuevas oportunidades de inversión, consumo y creación de riqueza».
2) Velar por el equilibrio entre las generaciones. El reparto de cargas no debe referirse solo a la financiación de las pensiones y de los sistemas sanitarios, sino también al «reparto del tiempo a lo largo de toda la vida».
3) Inventar nuevas transiciones entre las edades. Antes no había más que dos transiciones: el paso a la fase adulta (incorporación al trabajo y formación de la familia) y la jubilación. Hoy todo es más complejo. «Los jóvenes encuentran dificultades persistentes para abrirse paso en el empleo. Un número creciente de ‘jubilados jóvenes’ desea participar en la vida social y económica. El periodo de estudios se alarga, y los ‘jóvenes activos’ desean dedicar tiempo a sus hijos. Estas evoluciones cambian las fronteras y las transiciones entre periodos de actividad y de inactividad». Hacen falta, pues, diseños más flexibles de las carreras profesionales, tanto para las mujeres como para los hombres.