En casi todos los países europeos, las jóvenes musulmanas que van a la escuela con el pañuelo islámico son solo un tipo más de la variopinta vestimenta juvenil. En cambio, en Francia han provocado un debate nacional sobre la laicidad y los signos religiosos. Políticos, líderes religiosos, comisiones parlamentarias, intelectuales han debatido el caso, hasta el pronunciamiento del presidente Jacques Chirac que, por ahora, ha zanjado la cuestión.
Los casos conflictivos de jóvenes con pañuelo islámico han ido menudeando en los últimos años (ver servicio 134/03). En julio, Chirac encargó a una comisión ad hoc, presidida por el mediador de la República (ombudsman), Bernard Stasi, un estudio de la cuestión. Formaban la comisión, entre otras personas, Régis Debray (autor de un informe, encargado por el ministro de Educación, sobre la enseñanza del hecho religioso en la escuela: ver servicio 45/02), el sociólogo Alain Touraine y el politólogo Gilles Kepel (que ha escrito libros sobre el integrismo islámico: ver servicios 87/95 y 122/01).
Signos religiosos prohibidos
En su dictamen, hecho público el 11 de diciembre, la «comisión Stasi» recomienda que se prohíban por ley en la escuela «las prendas y los signos religiosos (…) ostensibles, como cruces de gran tamaño, el velo o el kippa». En cambio, se pueden permitir «signos discretos como medallas, pequeñas cruces, estrellas de David, manos de Fátima o pequeños Coranes».
La «comisión Stasi» aconsejaba también incluir dos fiestas religiosas, el Yom Kippur (judía) y el Aid el Kebir (musulmana), entre los días no lectivos de todas las escuelas públicas. Además, sugería que cada trabajador pudiera elegir una fiesta anual propia de su credo a cuenta del cupo de días no laborables.
La comisión justifica estas recomendaciones por dos objetivos principales que señala el informe: «precisar las reglas de funcionamiento en los servicios públicos y en las empresas», y «asegurar la diversidad espiritual de nuestro país». Para ello, insiste en que se respete estrictamente «el principio de neutralidad por parte de todos los agentes públicos» y «las empresas concesionarias de servicios públicos». Por otro lado, subraya que «los agentes públicos no pueden ser recusados en razón de su sexo, raza, religión o pensamiento». Esto último alude a los casos en que se ha exigido en hospitales públicos que una paciente musulmana sea atendida solo por personal femenino.
Chirac contra los particularismos
El 17 de diciembre pasado, Chirac hizo pública la decisión que había tomado a la vista del informe Stasi. El presidente suscribe la recomendación principal de prohibir por ley los signos religiosos ostensibles en la escuela y rechaza la idea de crear nuevas festividades.
Ver caso por caso
En lo que atañe a la limitación del derecho a la libertad religiosa, el texto más reciente es la Carta Europea de Derechos Fundamentales, que se ha insertado en el proyecto de Constitución Europea. Según explica en El Mundo (19-XII-2003) Rafael Navarro-Valls, catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense (Madrid), autor de la obra Estado y religión (Ed. Ariel), en la Carta aparecen como límites a este derecho «aquellos que, respetando la regla de la proporcionalidad, encuentren su justificación en el ámbito de una sociedad democrática para el mantenimiento de la seguridad pública, la protección del orden, de la salud o la moral pública o de los derechos y libertades de los demás».
A su juicio, no es fácil que cualquier prohibición por ley de manifestaciones de este derecho pueda tener en cuenta las circunstancias concretas, como exige la regla de la proporcionalidad. Por eso, es discutible la prohibición de determinados símbolos religiosos, como el velo islámico, por considerarlos intrínsecamente contrarios a la laicidad del Estado, «pues la regla de la proporcionalidad exigiría establecer una previa ponderación de los intereses en juego para llegar a una solución justa, de suerte que habrá que estudiar en cada caso concreto si la utilización de los símbolos prohibidos supone un ataque frontal a la laicidad francesa o a los derechos fundamentales de los demás».
El problema es el integrismo islámico
Jean-Marie Colombani, director de Le Monde, indica en su diario (13-XII-2003) que el velo llevado por jóvenes musulmanas encubre situaciones diversas: puede ser «impuesto» por el orden patriarcal, «escogido» libremente por las propias mujeres o «reivindicado» por un discurso militante y extremista.
El problema es el integrismo islámico, y la prohibición por ley del pañuelo en la escuela tiene tres peligros: «lanzar un mensaje de retroceso de la laicidad, por la afirmación de una laicidad cerrada en detrimento de una laicidad abierta»; «estigmatizar, marginar y excluir a una parte de la población en un momento en que el país necesita más que nunca integración»; y el peligro de hacer el juego a la extrema derecha, al convertir la identidad en una cuestión clave.
El riesgo es también convertir la polémica en un enfrentamiento de franceses acomodados contra inmigrantes pobres. Odon Vallet, historiador de las religiones, advierte que en los suburbios el islam aparece como ideal de los pobres. «Por eso, estigmatizarlo correría el riesgo de ser interpretado como un combate de ricos contra jóvenes de condición modesta. Eso no significa que haya que autorizarlo todo, ya sea el velo en la cabeza o el ombligo al aire. Pero el asunto de la vestimenta difícilmente puede ser objeto de medidas legislativas uniformes, cuando las emisiones televisivas promueven una gran libertad de expresión. ‘C’est mon choix’ [es mi elección], dicen estas jóvenes con velo, repitiendo el título de una célebre emisión de la televisión pública» (La Croix, 11-XII-2003).
Entrar en la modernidad sin velo
De ahí la incomodidad de quienes invocan la prohibición en nombre de la libertad de las mujeres. Es el caso de Alain Touraine, sociólogo que siempre ha apoyado el respeto de las diferencias. Hace seis meses firmaba un manifiesto contra una «ley de excepción» a propósito del velo; luego formó parte de la comisión Stasi y apoyó las conclusiones del informe. Reconoce que los miembros de la comisión se inclinaban por una ley desde el primer momento, y que el debate se centraba más bien en qué meter en la ley. Le costó lograr que la comisión escuchara también a un par de jóvenes con pañuelo (Le Monde, 18-XII-2003).
Touraine dice que no ha cambiado él, sino Francia. A finales de los años ochenta, cuando Francia descubría a las jóvenes con velo, defendía a esas jóvenes «que quieren conciliar su entrada en el mundo moderno y su cultura». Hoy dice que ya no se oye la voz de estas chicas, sino las de quienes rechazan los cursos de filosofía o de educación física. «La libertad de conciencia de las jóvenes que llevan velo no se protege mejor reconociendo tendencias de hecho inaceptables para la inmensa mayoría de los franceses. A decir verdad, hoy el problema consiste en que estas jóvenes no consiguen expresarse, aunque sean muchas y muy activas. Son rechazadas por los grupos islamistas radicales y despiertan la desconfianza de los defensores de un laicismo estrecho, a menudo teñido de arabofobia, que no tiene mucho que ver con la religión» (El País, 29-XII-2003).
¿Pero el único modo de entrar en la modernidad es sin velo? Edgar Morin, sociólogo, cree que «se ha otorgado una importancia desmesurada a la cuestión del pañuelo en comparación con otros problemas políticos y sociales» (Le Monde, 18-XII-2003). «Los casos [de conflicto] son pocos y soy partidario de mantener a esas jóvenes en el seno de la escuela laica para que puedan evolucionar». Morin no piensa que el problema sea el enfrentamiento religioso en la escuela de hoy. «Los alumnos se pelean porque se conocen como judíos o como musulmanes, y no porque algunos lleven un signo religioso. Las cosas van a agravarse si el conflicto de Oriente Medio continúa. Pero, actualmente, los chasquidos no se deben a los signos religiosos (…) El conflicto árabe-israelí opone a dos naciones que se disputan el mismo territorio, y no a dos religiones, aunque tiende a convertirse en esto cuando el conflicto degenera».
Cuestión de dignidad
La dignidad de la mujer y la lucha contra la discriminación estaría amenazada por el velo, a juzgar por una carta abierta dirigida a Chirac desde las páginas de Elle (8-XII-2003), firmada por mujeres intelectuales, artistas, profesoras… «El velo islámico -afirman- nos remite a todas, musulmanas y no musulmanas, a una discriminación intolerable contra la mujer. Toda tolerancia a este respecto sería percibida por cada mujer de este país como un atentado personal a su dignidad y a su libertad». En consecuencia, piden una ley contra el uso de signos religiosos visibles en la escuela y en los servicios públicos.
Pero alguna francesa no debe de sentirse tan representada por las abajo firmantes de Elle. Elisabeth G. Sledziewski, catedrática de Ciencia Política de la Universidad Rennes-1, utiliza la ironía para salir al paso de los que se escandalizan por el velo. Dirigiéndose a las jóvenes con velo, les dice: «En cuanto a los que estigmatizan vuestros pañuelos en nombre de la igualdad y de la dignidad de la mujer, podéis estar orgullosas de haber conseguido apasionarlos por esta causa. (…) Pues ved lo bien que se han habituado, por el contrario, a las imágenes más degradantes de la feminidad, a las maniquíes ninfómanas, a las posturas humillantes, a los pares de labios, de senos, de nalgas de mujer visibles, ostensibles y ostentosas, que enganchan por todas partes al ciudadano-consumidor».