Coeducación
Desde principios de los años noventa, una tendencia claramente perceptible en Inglaterra, Alemania y diversas zonas de Estados Unidos niega la conveniencia de imponer la enseñanza mixta en todos los centros escolares. A la vista de los resultados, diversos estudios señalan que la educación diferenciada tiene sus ventajas, en especial para las chicas. Lo llamativo es que la defensa de la educación diferenciada surge ahora también desde posiciones feministas. El motivo alegado es que el modo de aplicar la coeducación discrimina a las chicas.
En la enseñanza privada siempre ha habido una buena representación de escuelas no mixtas, aunque en los últimos tiempos muchas hayan admitido a alumnos de ambos sexos por problemas económicos. Pero ahora también se propugna que en la enseñanza estatal exista este tipo de escuelas para quien lo desee.
En Alemania, el debate estalló el año pasado cuando el semanario Der Spiegel (6-V-96), de tendencia socialista, dedicó el reportaje de portada a analizar la situación en las escuelas alemanas (cfr. servicio 71/96). Der Spiegel describía así el ambiente en las clases: «Los chicos intervienen en las clases el doble que las chicas y reciben muchas más alabanzas y castigos, ya que por su activismo llaman más la atención; las intervenciones de las chicas son interrumpidas y completadas por aclaraciones de los chicos; los chicos con buenas notas son calificados por los profesores como despiertos e inteligentes, mientras que las chicas con buenas notas son consideradas como trabajadoras y ordenadas».
Ante este panorama, diversos pedagogos y conocidas feministas declaraban la necesidad de revisar las ideas sobre la coeducación. La feminista Lore Hoffmann, pedagoga de la Universidad de Kiel, reconocía que con la educación diferenciada se consigue que las chicas se interesen mucho más por «las típicas asignaturas de chicos como son informática, química o matemáticas, al estar las clases orientadas según sus necesidades». Heide Simonis, diputada socialista y conocida feminista, mantenía la necesidad de superar estereotipos: «Es necesario deshacerse definitivamente del prejuicio de que las chicas necesitan clases conjuntas con los chicos para no estar en desventaja en el trabajo profesional. Eso es totalmente falso, como lo es también la afirmación de que chicos y chicas aprenden a conocerse mejor estando en clases mixtas». El problema, según la directora de colegio Johanna Mehler, es que la coeducación no ha tenido en cuenta las diferencias reales entre chicos y chicas: «Los planes de estudio no se han adaptado, sino que se han dejado como estaban, pensados para los chicos. Las chicas van a otro ritmo, pero pueden llegar a entender y asimilar mejor que los chicos aspectos de físicas o matemáticas».
De hecho, en algunos Länder se han aprobado leyes que, por razones pedagógicas, admiten tener clases separadas en algunas asignaturas.
Donde más triunfan las chicas
La cuestión de si la enseñanza mixta o la diferenciada favorecen más o menos el rendimiento escolar es un tema debatido. Pero lo que los resultados demuestran es que la enseñanza diferenciada no perjudica en absoluto a los alumnos, en concreto a las chicas. En Gran Bretaña, donde existe una arraigada tradición de escuelas sólo para chicos o para chicas, los resultados de los exámenes nacionales revelan cada año el buen papel de las escuelas exclusivamente femeninas (cfr. servicio 131/95). Un estudio de la Universidad de Manchester del año 1995 (cfr. The Times, 22-VIII-95) señala que la mitad de las 48 escuelas privadas con mejores resultados académicos en los exámenes para el ingreso en la Universidad son femeninas, aunque los centros de este tipo sólo representan el 40% del sector. En el sector público, la diferencia es más acusada: la tercera parte de los centros mejor clasificados son exclusivamente femeninos, aunque sólo representan el 9% del total.
Algunos han dicho que esta ventaja se debe a que estas escuelas son más selectivas. A su vez, los centros no mixtos replican que si son más selectivos es simplemente porque la demanda de plazas supera con creces la oferta, lo que es muestra de la buena calidad que ofrecen.
No hay que olvidar que estos colegios no tienen nada que ver con el tópico de los «internados para señoritas». Así lo reflejaba la escritora Rosa Montero en un reportaje publicado en El País en 1993, a propósito del prestigioso colegio Benenden. «Los colegios de chicas, que hace unos años eran considerados instituciones conservadoras y obsoletas, son ahora una opción ardientemente defendida por una parte importante de los educadores progresistas».
Cambios en la escuela pública
En Estados Unidos, las escuelas públicas son mixtas. Pero en distritos escolares de más de una docena de Estados -Texas, Colorado, Michigan y Georgia, entre otros- se están separando alumnos y alumnas en algunas clases para mejorar los resultados académicos y la disciplina (cfr. Newsweek, 24-VI-96). La mayoría de los cambios pretenden que las alumnas consigan mejores resultados en matemáticas y ciencias, y que los varones trabajen con mayor orden (cfr. servicio 97/96).
Estas experiencias se fundan en parte en el informe que publicó en 1992 la Asociación Americana de Mujeres Universitarias. La investigación mostró que, en las escuelas exclusivamente femeninas, las niñas tenían más confianza en sí mismas, obtenían mejores resultados y seguían más estudios de ciencias al pasar a la Universidad.
Por otra parte, en la enseñanza privada norteamericana hay una buena representación de escuelas no mixtas. Incluso, aunque esto suene raro en otros países, también en la enseñanza superior existen 84 colleges que sólo admiten alumnas. Desde 1990 se ha duplicado el número de solicitudes de admisión, y en ellos estudian 98.000 alumnas. En uno de estos colleges hizo sus estudios universitarios Hillary Clinton.
En Suiza, el debate sobre la coeducación se reabrió en 1993 a raíz del informe de la comisión de expertas VERA, dependiente de la Conferencia de Directores Cantonales de Educación (cfr. servicio 23/93). El informe observaba que se mantiene una clara separación entre especialidades masculinas y femeninas en la enseñanza. Y advertía que la coeducación no puede reducirse a integrar a las chicas en estructuras educativas que siguen dominadas por la tradicional división de roles. El informe proponía que, para eliminar los estereotipos y atender a las necesidades de las chicas, había que lograr una enseñanza individualizada y diferenciada en el marco de la coeducación. Pero los partidarios de la educación separada hicieron notar que una de sus ventajas tradicionales era precisamente ésa.
Un perfil pedagógico propio
El debate sigue abierto. Como dice el pedagogo Víctor García Hoz, «desde el punto de vista científico no hay evidencia clara para decir que la coeducación sea superior a la educación separada o que ésta sea superior a la primera». Pero la imposición por parte de la autoridad política de un modelo único de educación sería signo de un «totalitarismo educativo que no admite la pluralidad de centros». Pues «la elección de un tipo u otro de escuela no es un problema de técnica científica sino de libertad personal y social» (cfr. servicio 143/95).
En España la enseñanza mixta se impuso desde el gobierno y sin debate en todos los centros públicos en 1984. Pero ningún texto legal obliga a que los centros privados concertados tengan que adoptar ese modelo, y de hecho siempre ha habido entre ellos colegios no mixtos. Es algo que pertenece a la autonomía del centro para definir su perfil pedagógico. Es más, desde la Ley de Participación, Evaluación y Gobierno de los Centros, aprobada por el gobierno socialista en 1995, también los centros públicos han pasado a tener más autonomía para presentar a las familias una oferta educativa específica.
Es claro que en un sistema donde coexistan los dos tipos de escuela con los mismos derechos, cada familia podrá satisfacer sus preferencias. A un tipo de alumno -chico o chica- le vendrá bien la educación mixta, mientras que la diferenciada responderá mejor a las necesidades de otro. Lo obsoleto, en esto como en todo, es el modelo único.
Ignacio Aréchaga