Aquisgrán. El llamativo ascenso del partido post-comunista PDS en las elecciones a la Cámara de Diputados de Berlín ha puesto de relieve que la unificación de la capital alemana es, al menos en lo político, pura teoría. El resultado de las elecciones del 21 de octubre no solo ha invertido los puestos uno y dos, en porcentaje de votos y en escaños, entre democristianos (CDU) y socialdemócratas (SPD), sino que revela cambios mucho más profundos.
En primer lugar, la CDU ha perdido casi la mitad de los votos: de un 40,8% en 1999 ha pasado a un 23,7%. El partido post-comunista PDS ha subido de un 17,7% a un 22,6%, a tan solo 1,1 puntos de la CDU; pero, si se consideran las cifras divididas por el antiguo muro, resulta que en el Este de Berlín el PDS ha obtenido el 44,7% de los votos, mientras que la CDU solo obtuvo un 14,9%. Estas cifras muestran que el muro político de Berlín sigue en pie.
El futuro Parlamento de Berlín -tras la vuelta del partido liberal FDP- estará formado por cinco partidos: SPD (44 escaños), CDU (35), PDS (33), FDP (15) y Verdes (12). Desde el punto de vista aritmético, habría tres posibilidades de formar gobierno. La «gran coalición» entre SPD y CDU queda descartada, pues es la que gobernó Berlín en los últimos años y, después del voto de desconfianza, ninguno de los dos está dispuesto a proseguirla. Con lo que hay otras dos posibilidades: coalición entre SPD y PDS o la denominada «coalición semáforo» -por los colores de los partidos (rojo, amarillo y verde)- entre socialdemócratas, liberales y verdes.
Para el líder del SPD, Klaus Wowereit, no va a ser fácil decidirse a un pacto con el PDS: si ya en cualquier otro momento el hecho de que los post-comunistas participaran en la coalición de gobierno sería un sombra para la política exterior alemana, actualmente la situación se ha agudizado aún más, pues el PDS ha sido el único partido en el Bundestag que se ha opuesto a respaldar las actividades bélicas de Estados Unidos en Afganistán. Por otro lado, la «coalición semáforo» entraña también sus riesgos; ninguna de las anteriores experiencias de este tipo ha sobrevivido un periodo legislativo completo. Liberales y verdes han de luchar encarnizadamente por conseguir el tercer puesto -y la participación en el gobierno central- en las elecciones generales que se celebrarán en octubre de 2002; no parece esta una base sólida para cooperar en un gobierno.
Por otro lado, el auge del partido sucesor de aquel SED (Partido Socialista Unificado) que sostuvo el régimen comunista en la antigua República Democrática Alemana, está llevando a un replanteamiento en su percepción, también por parte de la CDU. Estos últimos días se han producido declaraciones de algunos políticos de este partido, quienes consideran fracasada la postura de completo rechazo que habían tomado hasta ahora frente al PDS: así, el parlamentario Günter Nooke declaraba que «es una equivocación decir que la mitad del Este es post-comunista; lo que tenemos que hacer es tomarnos en serio las preocupaciones de las personas». Y continuaba: «Es un error seguir mirando al pasado; nuestros esfuerzos deben concentrarse en cuestionar la capacidad de futuro del PDS». Si ya antes había algún miembro de la CDU que recomendaba no tratar al PDS como un «partido comunista», ahora esa opinión comienza a transformarse en consenso.
Aunque aún sigue considerándose al PDS en general como el partido sucesor del comunista, en algunas poblaciones del Este lo que se ve es que tiene nuevos y jóvenes miembros. Las elecciones de Berlín han supuesto, por tanto, también un cambio en la hermenéutica política.
José M. García Pelegrín