Caballo de Troya. Barcelona (2004). 251 págs. 12,50 €.
Continúan apareciendo libros que intentan explicar, desde diferentes perspectivas, la drástica evolución del mundo editorial en los últimos años (cfr. servicios 90/00 y 73/03). Este libro del crítico y profesor universitario Germán Gullón se sitúa en esta misma corriente, aunque su análisis es bastante más apasionado y apocalíptico. Gullón considera que uno de los grandes males de la literatura contemporánea es su imparable caída en lo comercial.
Para Gullón, la reacción de una buena parte de la crítica académica y periodística ante la situación generada por la irrupción de los valores comerciales en la industria editorial ha sido el refugio en una concepción de la literatura elitista, en unos valores periclitados, en un cierto pavor a la modernidad. Esta actitud ha aumentado la distancia entre la literatura genuinamente más comercial (el best seller) y la literatura canónica, lo que ha provocado también un alejamiento entre la literatura popular y la literatura más literaria. Puede que haya parte de razón en este planteamiento de Gullón; sin embargo, su interpretación de la literatura contemporánea desde esta perspectiva deja mucho que desear, pues los valores literarios de una novela, por ejemplo, están por encima de sus aportaciones sociológicas.
Lo más interesante de su análisis es la radiografía que hace de algunos de los defectos del mundo literario actual. Gullón censura las estrategias comerciales de los editores y las editoriales; critica despiadadamente la pasión por las listas de libros más vendidos, una de las mejores estrategias publicitarias para manipular el gusto de los lectores; ridiculiza todo lo relacionado con la industria universitaria (congresos, simposios, reuniones profesionales, publicaciones, etc.); el capítulo dedicado a la critica literaria no tiene desperdicio, lo mismo que cuando habla de los premios; de los autores dice que han aceptado su papel de estrellas en este espectáculo.
Gullón podía haber estado más comedido, pues al caer en un maximalismo despectivo, pierden fuerza sus argumentos. El tono, que algunos tildarán de valiente, más bien es muestra de un enfado cósmico y, por tanto, estéril. Eso sí, este ensayo gustará a aquellos que quieran profundizar en el conocimiento del mundo literario actual.
Adolfo Torrecilla