Stephen Gaghan (Syriana, Traffic) pilota una propuesta clásica y muy británica –no solo por el esforzado acento escocés del protagonista–, llena de fantasía, colorido y efectos especiales que no pueden esconder una trama plana y dispersa, por mucha presencia de caras o voces reconocibles que haya.
La película transmite temas como la bondad o el sentido de pertenencia a una familia, a la altura de los más pequeños de la casa, a los que se dirige; esto no quita que no haya que tomarse más en serio a este público, ya que ni un gran presupuesto ni un brillante reparto pueden sustituir una historia bien contada.