En un comentario editorial, The New England Journal of Medicine (15-I-98) afirma que se debe informar con detalle a los clientes de la fecundación artificial sobre los riesgos que implica. Entre los niños nacidos mediante estos métodos son más frecuentes algunas anomalías genéticas y la esterilidad. La ocasión de la advertencia es el nacimiento en Escocia de un niño hermafrodita concebido in vitro, caso del que se publica un estudio en el mismo número de la revista.
Ese niño es de una pareja estéril que utilizó óvulos de la madre y esperma de un donante anónimo. Por estimulación ovárica se obtuvieron 18 óvulos, de los que se fecundaron 15, y de éstos, se implantaron tres en el útero de la mujer. Al término de la gestación nació un solo niño, aparentemente varón, con malformaciones genitales que se corrigieron por medios quirúrgicos. Cuando el niño tenía 15 meses se le descubrió un saco en el vientre con una gónada y un vaso deferente anormales, que resultaron ser un ovario y una trompa de Falopio unida a un útero incipiente. Los órganos anómalos fueron extirpados.
Después, el análisis de la dotación genética reveló que el niño es una quimera, término con que se designa en Medicina al individuo que posee células derivadas de dos o más cigotos distintos. Concretamente, el niño escocés es resultado de la amalgama de dos embriones, uno femenino y otro masculino, procedentes de óvulos distintos. Por consiguiente, afirman los autores del estudio, se trata de un verdadero hermafrodita: unas células tienen cromosomas sexuales masculinos y otras los tienen femeninos.
Tras ser tratado de las anomalías detectadas hasta el momento, el niño no ha presentado más problemas. No se indica su edad, pero se dice que acude a la escuela. No se sabe si será fértil.
Los autores del estudio concluyen que la anormalidad ha debido de ser provocada por la fecundación in vitro, pues tales casos de polimorfismo en el ADN son extremadamente raros en la naturaleza. Por tanto, añaden, se ha de tomar el hecho descrito como una seria advertencia sobre los riesgos de esta práctica.
El comentario editorial, firmado por el especialista belga André van Steirteghem, abunda en el aviso. Dice que no existen datos completos sobre la salud de los niños nacidos de fecundación in vitro, que son ya decenas de miles. Pero esta práctica entraña riesgos adicionales, entre ellos los derivados de los embarazos múltiples a que da lugar, con una frecuencia anormalmente alta, debido a que se implantan varios embriones cada vez para aumentar la probabilidad de éxito (ver servicio 7/98).
Además, dice Van Steirteghem, uno de los métodos de fecundación artificial, la inyección intracitoplásmica de esperma (ICSI) -cada vez más usada-, es especialmente arriesgado. La ICSI consiste en introducir un solo espermatozoide en cada óvulo, y se emplea cuando es difícil obtener semen del cliente en cantidad suficiente. Los niños concebidos mediante ICSI, afirma el editorial, presentan un 0,8% de aberraciones en los cromosomas sexuales, tasa notablemente superior a la natural (0,2%).
Por otra parte, aunque Van Steirteghem no lo cita, un estudio publicado antes en el British Medical Journal (14-XI-97) sostiene que en el 7,4% de las ICSI se derivan defectos congénitos importantes, es decir, anomalías que exigen terapia continuada o suponen una limitación permanente. Las investigaciones anteriores daban una tasa mucho menor (en torno al 3%), similar a la natural; pero, según los autores del estudio más reciente, la rebajaban por emplear una definición de «defecto importante» más estrecha que la comúnmente admitida.