Se estrena la última película del cineasta español Alejandro Amenábar
Tras el éxito nacional e internacional de «Tesis», «Abre los ojos» y «Los otros», en «Mar adentro» el cineasta español Alejandro Amenábar recrea en tono hagiográfico la recta final del tetrapléjico gallego Ramón Sampedro, que se quitó la vida en 1998 después de defender ante los tribunales durante años su supuesto derecho a morir. La discutida película fue presentada en el reciente Festival de Venecia y pretende reavivar en España el debate sobre la eutanasia.
Nacido en Xuño (A Coruña) en 1943, Ramón Sampedro viajó de joven por todo el mundo como marinero hasta que a los 26 años quedó tetrapléjico por un accidente en la playa. Paralizado de cuello para abajo, desde entonces fue cuidado por su hermano y su familia. Sampedro permaneció casi siempre postrado en la cama, frente a dos ventanas, pues, a diferencia de otros tetrapléjicos, se negaba a utilizar la silla de ruedas y a salir de su cuarto.
Así pasó 29 años, leyendo, escuchando música, escribiendo, hablando con mucha gente y luchando sin éxito para que el Estado le autorizara a suicidarse, pues consideraba su vida indigna de ser vivida. En los años 90, su caso saltó a los medios de comunicación, llegó a los tribunales de justicia y suscitó un cierto debate social. En 1996, Sampedro publicó sus escritos autobiográficos con el título «Cartas desde el infierno» (Ed. Planeta). Y, finalmente, el 12 de enero de 1998, se suicidó en connivencia con diversos familiares y amigos que nunca fueron inculpados, pues él mismo elaboró un sofisticado plan para protegerlos (ver servicio 10/98).
Incluso después de su muerte su heredera intentó mantener abierto el caso Sampedro, y demandó al Estado español ante el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo por «vulnerar el derecho a la vida privada». El Tribunal declaró «inadmisible» la demanda. Después la heredera llevó el caso ante el Comité de Derechos Humanos de la ONU, que el pasado marzo dictaminó también que las alegaciones eran inadmisibles.
Buena dirección de actores
Lo primero que impresiona de la película es la soberbia dirección de actores realizada por Alejandro Amenábar. Rodadas en orden cronológico, casi todas las interpretaciones son excelentes. Quizá la de Javier Bardem sorprende menos que la de Belén Rueda -magnífica en su complejo personaje- o que las de Lola Dueñas y Mabel Rivera, que encarnan a los personajes más auténticos de la película.
Por otra parte, Amenábar apela también a las emociones del espectador a través de una puesta en escena muy esmerada, en su mayor parte naturalista, aunque con varios insertos oníricos, algunos muy impactantes. En unos y otros pasajes, la planificación panorámica y el montaje resultan siempre sustanciales, y se refuerzan con la bella fotografía de Javier Aguirresarobe y con la sugerente música del propio Amenábar, siempre eficaz aunque a ratos demasiado enfática. Elogio aparte merecen el precioso tema celta de los créditos finales -en cuya composición ha colaborado Carlos Núñez-, así como el antológico maquillaje de Jo Allen, que aquí modifica totalmente los rasgos de Javier Bardem.
Javier Bardem es Ramón SampedroTrampa y cartón
Esta apabullante demostración audiovisual se asienta en un guión brillante, emotivo y hasta divertido en su descripción de las relaciones familiares y de amistad de Sampedro, pero muy ideológico y a veces descaradamente sentimental en su apología de la eutanasia y el suicidio. En este punto, los pasajes más toscos son la comparecencia de Sampedro ante los tribunales -con jueces dibujados con rasgos tétricos- y la visita a Sampedro de un jesuita tetrapléjico como él, históricamente falsa y desarrollada con un tono tan caricaturesco y cruel que desvela su sectario planteamiento anticatólico.
Esta deformación ideológica se aprecia asimismo en los idílicos perfiles vitales del propio Ramón Sampedro, cuya luminosa santidad laica sólo se rompe levemente en un par de salidas de mal humor. También poseen este modélico equilibrio psicológico y una serenidad inteligente y hasta divertida, los dos representantes de la asociación proeutanasia DMD (Derecho a Morir Dignamente), que incluso se erigen en abanderados de la natalidad, en una escena provida sensiblera y poco coherente con la insistencia de Sampedro en quitarse la vida.
Libertad sin límites
Similares ribetes sentimentales definen las dos historias de amor que el guión entrelaza en torno a Ramón Sampedro. Una es protagonizada por Julia (Belén Rueda), la abogada que le asesora en su lucha legal y que padece una enfermedad degenerativa. Y la otra es impulsada por Rosa (Lola Dueñas), una pobre chica de pueblo, maltratada por los hombres, y que encuentra en Sampedro una inesperada tabla de salvación. Estas subtramas contienen los escasos datos que aporta Amenábar sobre el pensamiento de Sampedro, quien, a pesar de las numerosas razones para vivir que se le van mostrando, insiste en morir aduciendo siempre el mismo argumento: «No me juzges. Si me quieres de verdad, respeta mi libertad y ayúdame a morir».
En realidad, la película defiende un concepto de libertad entendida como una autonomía personal casi sin límites, ni morales ni legales, sólo controlada por la propia conciencia. Lo ha sintetizado muy bien el propio Javier Bardem al definir la película: «Es la historia de una persona cuyo único Dios es su conciencia, lo que hace al hombre más libre y más humano». Pero lo mismo podría decirse de un lkamilkaze o del seguidor de un secta que se suicida para alcanzar lo que considera mejor vida en el más allá. Pues la convicción más profunda puede ser compatible con la falta de autocrítica.
Por supuesto, para no enturbiar esa autonomía sin límites, no se reflexiona sobre las posibles deformaciones de la conciencia, se obvia el posible componente patológico de la obsesión de Ramón Sampedro por morir y se pasa de puntillas por el peliagudo problema de la influencia negativa de su actitud en otros lesionados y enfermos graves. Al fin y al cabo, su motivación principal fue considerar indigna su vida como tetrapléjico.
Amor y sufrimiento
En este punto concreto del sentido del amor y el sufrimiento se aprecia claramente la debilidad de la antropología y de la moral que sustentan la decisión de Sampedro, defendida por la película. Tal y como se describe en el filme, él partía de un concepto de la felicidad más bien materialista e individualista, que cuando choca con la limitación física resulta incapaz de dar sentido a la vida y al amor, pues ambos estarán siempre marcados por el sufrimiento. Sin embargo, este planteamiento es desmentido día a día por miles de personas en todo el mundo, totalmente dependientes de otras y muy limitadas físicamente, pero que no han perdido la alegría de vivir y luchar, ni la capacidad de trabajo, ni el sentido solidario, enriquecedor y hasta santificador de su propio dolor.
En definitiva, todo este entramado de conflictos obviados, deformados o no resueltos enturbian enormemente la calidad formal e interpretativa de la película, y llevan a replantearse la autenticidad de sus personajes y la verdadera entidad dramática y ética de sus conflictos. Además, asusta que se hable con tal frialdad y ligereza de «vidas que no merecen la pena ser vividas», pues a ver quién tipifica jurídicamente ese concepto. Hasta ahora sólo se atrevieron a hacerlo ciertos filósofos del Tercer Reich, que teorizaron sobre «las vidas humanas sin valor vital» («das lebensunwerte Leben»), víctimas más tarde del programa nazi de eutanasia y eugenesia. No aprendemos.
Jerónimo José Martín«Mar adentro». Director y coguionista: Alejandro Amenábar. Intérpretes: Javier Bardem, Belén Rueda, Lola Dueñas, Celso Bugallo, Mabel Rivera, Tamar Novas, Clara Segura, Francesc Garrido, Joan Dalmau, José Mª Pou, Alberto Jiménez, Alberto Amarilla. 125 min. Adultos.Tierra adentro, un hospital en Toledo
Cuando Ramón Sampedro se quitó la vida en 1998, las asociaciones de Lesionados Medulares y Grandes Minusválidos publicaron un comunicado en el que lamentaban el fallecimiento de esta persona. A la vez que manifestaban su respeto por las convicciones de Sampedro, aclaraban que «la gran mayoría de los discapacitados no sólo no las comparten, sino que muestran una actitud totalmente contraria a su pensamiento». La suya era una actitud «a favor de la vida y de la normalización socio-familiar de nuestro colectivo».
Frente a los que han hecho una bandera de las ideas de Sampedro sobre la vida y la muerte, el comunicado afirmaba que «son únicamente opiniones muy particulares que no reflejan en absoluto las percepciones, sentimientos, intenciones e incluso objetivos que tiene globalmente nuestro colectivo». Lo que estos parapléjicos pedían a la sociedad y a los poderes públicos es que «nuestra movilidad reducida, que precisa de mucha ayuda en aspectos básicos de nuestras vidas, no constituya un obstáculo insalvable para acceder a esa normalización».
Para hacerse una idea de las aspiraciones de estas personas y de su actitud ante la vida, basta visitar la web del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, que desde 1974 es el centro de referencia para el tratamiento y rehabilitación de las lesiones medulares espinales.
El mapa del web (www.infomedula.org) recoge un amplio abanico de preocupaciones y recursos: desde la información acerca de las lesiones medulares y las actividades científicas sobre su tratamiento hasta los avances tecnológicos como el «ratón facial» para el manejo del ordenador; las distintas secciones informan sobre vivienda (legislación sobre vivienda adaptada, ventajas fiscales,…), trabajo (recursos de empleo en la red, teletrabajo, ayudas…), oferta de ocio, posibilidades de formación, deportes practicables (desde el atletismo al baloncesto), asociaciones, y hasta cómo obtener el carnet de conducir: en el hospital se pueden recibir clases teóricas y prácticas con un «simulador de conducción» que mide aptitudes de fuerza y tiempos de reacción mínimos necesarios para la conducción adaptada. No, no hay ningún apartado de «muerte digna». Es una web que respira vida.
Se estima que en España hay unas 35.000 personas parapléjicas, tetrapléjicas y con otras lesiones medulares. El Hospital de Parapléjicos de Toledo cuenta con 232 camas y las estancias pueden durar bastantes meses. En el centro los pacientes y sus familiares son adiestrados para que puedan manejarse lo mejor posible en la vida diaria. También se les prepara para desarrollar trabajos compatibles con sus lesiones, especialmente en el mundo de la informática.
De todos modos hay muchas necesidades que desbordan las posibilidades del hospital. Por eso se acaba de crear la Fundación del Hospital Nacional de Parapléjicos. Según explicaba a El País (2-VIII-2004) Miguel Ángel Carrasco, director del hospital y vocal de la fundación, el objetivo es doble: «seguir desarrollando la investigación biomédica (…) así como avanzar en el desarrollo de ayudas técnicas y biomecánicas, desde cucharas adaptadas hasta inteligencia artificial y control del entorno por la voz o los ruidos». El segundo objetivo es favorecer la integración social del parapléjico mediante cursos de formación, oportunidades de empleo, movilidad,… todo lo necesario para normalizar la vida de quien necesita desplazarse en silla de ruedas.
Quien quiera echar una mano puede participar en el voluntariado del Hospital, que ofrece acompañamiento intra y extrahospitalario a los pacientes y sus familias. Hoy son 15 las ONG y fundaciones que colaboran en esta labor.
Quizá la película sobre Sampedro puede dar lugar a debates, no ya sobre la eutanasia -Sampedro no era ningún enfermo terminal-, sino sobre asuntos como los recursos para favorecer una vida digna de los parapléjicos, la política de prevención del suicidio o el desarrollo de los cuidados paliativos.
Eutanasia, suicidio y cuidados paliativos en el cine reciente1. Cuidados paliativos: El doctor (The Doctor), de Randa Haines. 1991. Tomates verdes fritos (Fried Green Tomatoes), de Jon Avnet. 1991. Mi vida (My Life), de Bruce Joel Rubin. 1993. Tierras de penumbra (Shadowlands), de Richard Attenborough. 1993. El aceite de la vida (Lorenzo’s Oil), de George Miller. 1993. La habitación de Marvin (Marvin’s Room), de Jerry Zalks. 1996. Por amor a Rosana (Roseanna’s Grave), de Paul Weiland. 1996. Magnolia, de Paul Thomas Anderson. 1999. El mundo de Marty (Le monde de Marty), de Denis Bardiau. 2000. Hable con ella, de Pedro Almodóvar. 2001. La vida (C’est la vie), de Jean-Pierre Améris. 2001. Big Fish, de Tim Burton. 2003.2. Suicidio y eutanasia: El club de los poetas muertos (Dead Poets Society), de Peter Weir. 1989. Héroe por accidente (Hero), de Stephen Frears. 1992. El sabor de las cerezas (Ta’m e guilas), de Abbas Kiarostami. 1997. La leyenda del pianista en el océano (La leggenda del pianista sull’oceano / The Legend of 1900), de Giuseppe Tornatore. 1999. Italiano para principiantes (Italienslk for Begyndere), de Lone Scherfig. 2000. Las horas (The Hours), de Stephen Daldry. 2002. Las invasiones bárbaras (Les invasions barbares), de Denys Arcand. 2003. El regalo de Silvia, de Dionisio Pérez Galindo.2003. Sylvia, de Christine Jeffs. 2003. Wilburg se quiere suicidar (Wilbur Wants To Kill Himself / Wilbur begar selvmord), de Lone Scherfig. 2003.3. El sentido del sufrimiento: Sacrificio (Offret), de Andrei Tarlkovslki. 1986. Tierras de penumbra (Shadowlands), de Richard Attenborough. 1993. La habitación de Marvin (Marvin’s Room), de Jerry Zalks. 1996. El dulce porvenir (The Sweet Hereafter), de Atom Egoyan. 1998. La vida es bella (La vita è bella), de Roberto Benigni. 1999. Solas, de Benito Zambrano. 1999. Amores perros, de Alejandro González Iñárritu. 2000. La habitación del hijo (La stanza del figlio), de Nanni Moretti. 2001. Señales (Signs), de M. Night Shyamalan. 2001. Mi vida sin mí (My Life Without Me), de Isabel Coixet. 2002. Planta 4ª, de Antonio Mercero. 2003. La Pasión de Cristo (The Passion of the Christ), de Mel Gibson. 2004.